REC

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a luzamary, sabes de qué demonios hablo.

Comenzó diciéndome palabras sin coherencias, algo tenían, quizás un dejá vú que llevaba mucha carga existencial sobre un sentimiento desollado y ennegrecido por la avaricia.

Pienso que ese día mi demonio andaba suelto y su voz quiso alimentarlo, sentí la furia de un alma ciega que ardía en fiebre sobre piel sintética. Me habló sobre un video, mientras mi mano seguía inquieta.

Hablaba de él, imaginé el video, su vagina, el desfile de dedos delgados, huesudos y color canela recorriendo su pubis y lunares. Escuchar su voz, detenerme en algún punto exacto del minuto  y segundo en que sin tomar en cuenta mi corazón se fijaba en la pared que sostiene su cuerpo y lo triste que debe ser el enviar cartas (videos) sin remitente esperando una respuesta sin contestatario. (El mensaje nunca existió, solo subsiste la soledad en una pared tan vacía como el eco del reproductor de video que capta la secuencia de una vida que se va en fotogramas que perdurarán como anécdota. Ella seguirá sola, alimentando almas en purgatorio, quizás sea una condena o maldición).

Esa conversación socavó una fosa dentro de mi cabeza. Ya había experimentado el grabarme, detallarme junto a alguien. Pero nunca filmar mi onanismo y enviarlo como carta sin fechar. Lo hice. Sin videos, ni ángeles que estimularan la vista y oído. Cerré los ojos. REC. Terminé. Me sentí asqueado, usado. En realidad no sé que buscaba pero ésta vez comprendí lo que es un carecer de sentimientos y afecto. Fue un espejo que se duplicaba a mi espalda. Voltear hacia atrás era convertir en piedra mi cuerpo, decidí no hacerlo. FIN.

Hace días coincidí con ella por una red social, reía, sus teclas sonaban con más insistencias en mis ojos. El maldito indicador no dejaba de titilar, por momentos pensé que era su respiración entre cortante. Pero no fue así, era yo. Recuerdo que ese día terminó escribiéndome:

«El mío (video) fue borrado. Era muy hermosa para un tipo que no merece tanto de mi».

Me di cuenta que ella es la musa que despierta lo triste y sádico de la vida (solo eso). Ella está lejos y espero que siga distante.

Cada vez que éste animal tiene hambre, ella aparece y él entiende que para saciarse solo debe esconder su cola y bajar la mirada.

Somos perros del infierno. Unos malditos cancerberos.

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