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¿Por qué #NOalChip?

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Una de las situaciones más graves que se está viviendo en el estado Zulia, es la decisión del Gobierno Nacional de implementar un «chip» (consistente en un pequeño código de barras asignado a cada vehículo), con el cual se establecerá un límite en el consumo de combustible, con el objetivo de «contrarrestar el contrabando de gasolina hacia la frontera». A lo mejor ese es un buen objetivo, pero la medida es ineficiente y en mi opinión, no solucionará el problema, haciendo de paso que todos paguemos por la corrupción y la ineficiencia de las autoridades.

Pero todo esto suena a palabrotas repetidas por un montón de gente-que-odia-a-Chávez, así que me veo en la necesidad de expresar mi opinión un poco más detalladamente en cuanto al asunto.

En primer lugar, y porque sé que tengo lectores de otras latitudes, explicaré brevemente la situación del contrabando de gasolina en Venezuela. En este país, por ser un gran monoproductor de petróleo, el combustible es sumamente barato. Pero no sólo es barato a un nivel accesible, sino que es absurdamente barato, al punto de que el Estado tiene que gastar una gran cantidad de dinero para subsidiarlo, pues no se cubren los costos de producción. Por un lado, el precio se ha devaluado por sí solo, debido a la alta inflación de la economía venezolana. Según leo en varias fuentes, no se ha modificado el precio desde 1996, el cual es de 0,097 Bolívares (antiguos 97 Bolívares). Para darles una idea, actualmente Bs. 0,097 equivalen a poco más de 2 centavos de dólar americano (cotizado en la actualidad en Bs. 4,30). A finales de 1996, el dólar se cotizaba en Bs. 475,61, (equivalentes a 0,48 Bolívares actuales)(Fuente); para entonces el precio de un litro de gasolina sería entonces de unos 20 centavos de dólar. Quiere decir que, considerando nada más la devaluación de la moneda, el precio de la gasolina no se ha mantenido, más bien se ha abaratado. Dicho de otro modo, aquí todo aumenta TODO menos la gasolina.

Llenar un tanque de 40 litros es más barato que un pasaje de bus en Maracaibo. El primero sale en Bs. 3,88, el segundo en 4. Este precio hace que los contrabandistas encuantren un jugoso negocio en comprar gasolina en el país, y revenderla fuera de él, lo cual por supuesto es absolutamente ilegal. Sumado a esto, Colombia es uno de los países con el precio de combustible más elevado, con un costo de entre 1,2 y 1,5 dólares por litro. Negocio redondo. He escuchado anécdotas de que los pueblos de la frontera «huelen a gasolina», pues de eso viven, y es normal que los habitantes almacenen combustible.

Ahora bien ¿cómo es que es tan fácil pasar gasolina de un lado para el otro? ¿Dónde está la guardia fronteriza? He ahí el problema, y es por ello que al principio del post hablé de corrupción. Quienes resguardan la frontera se enriquecen descaradamente todos los días en este país, gracias a los contrabandistas de combustible. Ellos sólo pagan la suma que se les pida, y listo. Y como vimos que la ganancia puede llegar a ser bárbara, los sobornos simplemente forman parte de sus costos operativos normales.

Este problema es demasiado antiguo. Nunca se ejerció un control en la frontera, y los contrabandistas se han articulado en inmensas mafias muy difíciles de controlar. La situación se les ha escapado de las manos a las autoridades. Prueba de ello fue el incidente que ocurrió hace poco tiempo en Maracaibo, en el cual un grupo de la mafia le cayó a tiros a una sede de la Policía Municipal, porque les habían decomisado un camión de combustible. En el tiroteo cayó un civil. Los contrabandistas afirmaban que los intentaron extorsionar, y como se negaron les iban a decomisar el combustible. Así de descarados son. Y así de normales son los sobornos a las autoridades, que los usan para defenderse, como si además eso los exonerase de su crimen.

Hoy en día, los «bachaqueros» (como los llaman coloquialmente) andan a sus anchas en la ciudad y en los pueblos fronterizos, manejando como les da la gana, desobedeciendo las señales de tránsito y poniendo en peligro la vida de los demás dentro de la ciudad y en las carreteras, sin que aparentemente nadie pueda tocarlos. Recuerdo que hace algún tiempo se implementó la medida de que hubiera un guardia en cada bomba de gasolina, pero acabaron siendo igual de corruptibles, y a pesar de que en cada surtidor hay un aviso de «no se coloca más de un tanque al vehículo», un poquito de plata para el encargado basta para solucionarlo. Y a 14 años de la llegada al poder del actual gobierno, finalmente se plantea un plan contra el contrabando, pero resulta que acabamos pagando «justos por pecadores».

La idea en sí misma es limitante para todos los ciudadanos inocentes, al poner el gobierno una cantidad arbitraria de combustible para cada vehículo. Ya los problemas se han hecho ver, en cuanto a las particularidades y necesidades de cada quien. Por un lado, la forma de medida es de por sí injusta: dos tanques de combustible a la semana. ¿Dos tanques? Los vehículos tienen capacidades muy distintas de almacenamiento de gasolina, por lo cual, ya por ahí la distribución estaría bien desigual. El que tenga una camionetota tendrá derecho a más gasolina que el que tenga un carro pequeño, y así. Además no hay ninguna consideración a nivel individual. Maracaibo es una ciudad inmensa, y el hecho de que una persona viva en la zona norte, por ejemplo, y trabaje en la zona industrial sur, y de paso tenga que hacer sus diligencias, ya podría implicar que necesite un tercer tanque semanal. Así mismo, muchos trabajan en la Costa Oriental del Lago y viajan todos los días. Y están los que trabajan en ventas, los que hacen transporte particular, y etcétera. Se supone que el transporte público y los taxistas tendrán un chip especial que permitirá poner más gasolina, pero la situación con los taxistas está un poco difícil, puesto que aquí existen no solamente muchos taxis «piratas», sino también taxis de líneas, que no tienen la placa debida. Pero, en primer lugar, los han dejado circular por años, y ahora tienen este problema. Esta clase de cosas son las que han generado un descontento en la población marabina.

Hablando claro, el chip es un sistema de racionamiento. Hay un límite de consumo. Y el racionamiento solamente genera más contrabando. Al menos en este país donde las autoridades no son eficientes y son demasiado corruptibles, es así. ¿Quieren un ejemplo? Nos vamos pues nada más y nada menos que al rubro de los alimentos. El gobierno nacional hace unos años decidió regular los precios de los alimentos de la canasta básica para que fueran accesibles a la población. ¿Qué pasó? Los productos desaparecieron de los supermercados, por un lado por la falta de rentabilidad, y por otro lado por casos de acaparamiento. Y cuando llegan los productos, la gente corre como loca a comprarlos antes de que se terminen, lo cual ocasionó, que solo se permitiera vender cierta cantidad del producto a cada persona (ejemplo: dos litros de leche por persona), entonces acabamos en una situación de racionamiento indirecto. Así pues, los comerciantes informales vieron una gran oportunidad, y cuando llegan los productos corren la voz y abarrotan los supermercados para llevarse toda la mercancía (y se va la familia completa para poder llevarse los productos de dos en dos), y luego que la acaban, la venden a sobreprecio en la calle, al doble y a veces al triple. ¡Otro negocio redondo! ¿Y dónde está la guardia? ¿Y el Indepabis? Nadie sabe, porque lo cierto es que los buhoneros venden la leche, el aceite, el café y el azúcar a plena luz del día, incluso al lado de los supermercados, y nadie les hace nada.

¿Quién me dice que no va a pasar lo mismo con la gasolina? Como lo dije por Twitter, el chip será la apertura de un nuevo mercado: el contrabando interno. Porque quien necesite un tercer tanque de gasolina ¿ustedes qué creen que va a hacer? A buscarlo por otro lado. Y estoy segura de que los vendedores ilegales no van a faltar.

Se supone que las bombas que surtan por el sistema chip, no abastecerán gasolina al vehículo que no lo tenga, y esto será automatizado. Pero hay un punto débil. ¿Dónde surtirán gasolina las personas que vengan de otras ciudades y no tengan el chip? (Creo que no lo había mencionado, es un plan solo para zonas fronterizas). Ya se ha dicho por ahí que van a quedar ciertos puntos donde no haga falta el chip. Es necesario. ¿Y quién nos garantiza que los «bachaqueros» no aprovecharán esos puntos?

¿Y entonces qué hacemos? En mi opinión, hasta que no haya una lucha real en contra de la corrupción fronteriza, y hasta que no se haga nada por desarticular a las mafias, no habrá nunca un control del contrabando. Y sí, es injusto que al ciudadano común se le racione el combustible por culpa de los contrabandistas.

Otro punto importante es el precio de la gasolina. Yo creo que hay que aumentarla. El problema es que ese es un tema tabú en Venezuela. Apenas asoman la medida, todo el mundo empieza a quejarse. Yo misma he comprobado que muchísima gente defiende irracionalmente que el precio de la gasolina debe mantenerse. La realidad es que el precio de la gasolina es tan irrisoriamente bajo, que no afecta significativamente al sector transporte. En serio. Ni siquiera con un aumento del mil por ciento. Ya puse el ejemplo del pasaje de bus. Un tanque (no un litro) en promedio cuesta entre 3 y 4 bolívares. Una carrera mínima de taxi cuesta 25 bolívares; un kilo de leche en polvo (regulada) cuesta más de 26 bolívares; un litro de agua mineral (regulado) cuesta casi 9 bolívares. Y todavía la gente habla de que no se aumente la gasolina, cuando representa un costo altísimo para el gobierno, que se pudiera invertir en otras cosas, y de paso ha ocasionado que su contrabando sea uno de los más grandes negocios.

Hablando de la implementación del chip en sí, los problemas no se han hecho esperar. Este país se carateriza por la falta de planificación, sin importar el color de la autoridad. Para la instalación del mismo los ciudadanos acuden a un cuartel militar donde tienen que hacer largas colas, y han denunciado que tienen que amanecer para que les den número. Por supuesto, ya hay cuentos (y tengo algunos de primera mano), de que están vendiendo puestos en la cola, o dejan pasar a los conocidos de los militares: pura idiosincracia venezolana. Aparte de esto, ya hay bombas funcionando con este sistema, y están al borde de la quiebra, puesto que solo un porcentaje mínimo de la población posee ya el chip. A esto hay que agregar que las ventas por sí mismas pueden bajar luego que el sistema esté bien implementado. Ok sí, por lo menos es bueno para el medio ambiente, pero ya de por sí «regalar» la gasolina no lo es. Aparte de todo esto, el sector transporte público no está muy contento con la medida, lo cual puede llevar eventualmente a paros y conflictos que afectarán a los usuarios. Hay tanto descontento, que incluso hay rumores de suspensión del plan.

Por supuesto nunca faltan los oportunistas de la tolda oficialista diciendo que quienes rechazan el chip apoyan el contrabando, y cosas por el estilo; y hasta han sacado unas calcomanías por ahí que dicen «sí al chip, no al contrabando», sugiriendo que una cosa lleva a la otra y que quien dice «no al chip» diría entonces «sí al contrabando». Con esas sutilezas poco a poco van convenciendo a la gente de que esta es una estrategia necesaria. Pero esto va más allá de un problema político. El problema del contrabando de gasolina en Venezuela es un problema serio, y el chip no es una solución eficiente, y acabará afectando la calidad de vida de todos los ciudadanos.

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También publicado en mi blog personal.

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