Supongo que nuestra respuesta primitiva a cualquier ataque es defendernos, correr o atacar también. Pensando en lo primitivo me pregunto en qué momento el ser humano comenzó a reclamarle a otro lo que consideraba un abuso o atropello a su persona y cuál era la reacción de este abusador ante el reclamo. Acaso se atacaba al atropellado o existía alguna manera “primitiva de pedir disculpas por la falta de respeto. Existiría el respeto ante la propiedad ajena o a la opinión del otro en esos tiempos?.
Busco respuestas en lo primitivo ante un hecho actual que es tan común que se ha vuelto costumbre entre ciertos venezolanos porque no conozco a otro país ni a otros ciudadanos.
Reclamarle a otro un error cometido ha dejado de servir pues lo más seguro es que, sin importar el tono que se use la respuesta siempre será: “a mí no me hables en ese tono”.
Es posible que el otro se haya estacionado frente a tu puesto de estacionamiento y has tenido que esperarlo por 10 minutos hasta que apareciera. Cuando se hace el respectivo reclamo, porque es un abuso, una actitud egoísta a todas luces, el otro responde “a mí no me hables en ese tono”. Aquí es cuando todos nos preguntamos: y en que tono debo reclamar el uso abusivo de mi espacio? Nos acostumbramos entonces a no reclamar. Es posible que el otro quiera caerte a golpes o darte un par de tiros porque no importa si faltó el respeto o no, lo importante en Venezuela es “que no te hablen en ese tono”.
Lo mismo ocurre cuando osas reclamarle una falta a un empleado que, abusando de la confianza roba o hace lo que la da la gana (esto incluye estar echado con los pies sobre el escritorio y bostezando), éste responderá “a mi no me hable de esa manera” y en eso se queda pegado cual CD rayado “si, pero no es la manera. Si, pero no es la manera x 100.000.000” Yo me pregunto: Cuál es la manera?.
No hay maneras, no hay tono. Tampoco hay disculpas por faltarte el respeto o lamento haberme equivocado. Lo común es voltearle la tortilla al agraviado, lanzarle a la cara que ese no es el tono ni la manera y esperar la reacción del otro a ver si lo caemos a coñazos o le damos un par de tiros.
Avergonzarse es algo de lo que mucha gente no adolece. No importa el tamaño del agravio, lo importante es el tono y la manera o en todo caso mejor no me digas nada porque no vas a cambiar nada con reclamar.
Mi psicóloga me dice que no debo quedarme con mis sentimientos encerrados. Debo expresarlos para que no se transformen en una bola de odio que en cualquier momento chocara y se llevara a todos por delante. Lo malo es que quizás una de las personas a las que le vas a expresar tus sentimientos de frustración porque te falta el respeto puede estar armada y de una vez terminar con todas tus frustraciones y bolas de odio.
Si pudiera terminar éste «desahogo» con una solución podría decir “creo que lo mejor es cargar en el carro un bate de aluminio y no perder el tiempo reclamando sino partirle los vidrios del carro al abusador o como hace un amigo mío, rayarle todo el carro, incluso una vez mi amigo quemó un camión. O quizá arriesgarte y comprarte un “hierro” y esperar al abusador y caerle a tiros, sin mucho análisis de tonos ni maneras” Esto es lo que imagina mi «yo» aún lleno de ira.
La verdad es que contra la cultura de ciertas personas no hay nada que hacer y no queda de otra para poder salvar nuestra vida que, ser unos “cagados”, y pagar par de horas semanales en la psicóloga para liberar así toda la arrechera que se te acumula. A mí dos años después no me ha servido de mucho, pero supongo que en algo habrá ayudado a no caerle a batazos a un empleado inepto o a estar preso por asesino de abusadores.