Por esas casualidades de la vida, el 23 de diciembre de 2010, cuando habían pasado sólo horas de promulgarse la Ley Resorte que regiría las telecomunicaciones en Venezuela y estábamos a pocas horas de aprobarse una nueva Ley de Universidades, se producía en Argentina una condena a cadena perpetua del ex dictador Videla por delitos de lesa humanidad y me tropecé en youtube con la canción de Rubén Blades “Prohibido olvidar”.
Por esos inexplicables mecanismos que tiene la mente humana, los cuatro hechos se agolparon en mi cabeza. Me taladraron el cerebro, iban apareciendo alternativamente en mi mente. Cada uno iba cogiendo protagonismo mientras los otros tres permanecían de fondo. Luchaban entre ellos por acaparar mi atención hasta dejarme extenuado.
Esa noche volví a ver el video de Blades, lo pausaba, le daba play. Cerraba los ojos y escuchaba sin observar. Miraba de nuevo, y allí estaba la respuesta.
De repente, tuve como una alucinación y en la pantalla del computador, con la misma música de fondo, ya no veía las imágenes del video. Parecía que estaba bajo los efectos de fuertes sicotrópicos y mientras la letra dice “Prohibida la libre prensa y prohibido el opinar”, veía imágenes de Cuba que no había visto anteriormente. Seguía la canción “Prohibieron la inteligencia con un decreto especial” y allí estaba él, el propio Videla de Argentina dándose la mano con el Pinochet de Chile.
“Si tu no usas la cabeza, otro por ti la va a usar. Prohibido olvidar.” Continuaba sonando la canción con su ritmo contagioso que invita a bailar y en la pantalla veía claramente al soviético Stalin que, como en un sueño, se transformaba en el Stroessner de Paraguay y de una niebla aparecía Gregorio Alvarez de Uruguay, quien viaja a Yugoslavia para abrazarse con Slobodan Milosevic y ya cuando, en el colmo de la alucinación, oía al chino Hu Jintao diciéndole “ven a mí que tengo flor” a Mahmud Ahmadineyad en una partida de truco, mientras Somoza les servía un Flor de Caña, me decía: “¡esto no puede ser!”.
Sacudí fuertemente la cabeza, la imagen del fusilamiento de Víctor Jara en Chile me aparecía, en lugar de en el estadio chileno donde lo ejecutó Pinochet, en el paredón de la Fortaleza de la Cabaña, en Cuba. donde tantos cubanos fueron fusilados por los Castro. Unos eran fusilados por llevar el demonio del comunismo adentro, otros por ser hijos del imperio y del capitalismo. Me lavé la cara con agua helada y pensé:
“No hay nada más parecido a una dictadura de derecha, que una dictadura de izquierda. El fascismo es sólo eso, fascismo. Sea que provenga de una ideología de derecha o de una de izquierda, utiliza los mismos métodos, los mismos argumentos y persigue los mismos resultados: someter a los ciudadanos, reducir al máximo su capacidad de reacción, apagar las voces disidentes, anular la inteligencia, silenciar la opinión, convertir al ser humano en un organismo que sólo vive para tratar de cubrir sus necesidades básicas. Todo esto con el fin último de lograr que un caudillo que se piensa indispensable, cumpla su insaciable apetito de poder y de perpetuarse en él”.
Respiré profundo, ví una vez más el video de Rubén Blades para asegurarme que todo había sido producto de mi mente febril. Recuerdé a algunos amigos que se fajaron a pelear contra los abusos de diferentes gobiernos y que ahora se hacen la vista gorda ante lo que pasa y se creen a pies juntillas lo de “para proteger al pueblo” o “para proteger a los niños y a las niñas” o “para preservar el honor y las buenas costumbres” o el bla bla bla bla… con el que siempre, en todos lados, se han pretendido justificar los abusos de poder y la represión y escuché:
“Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad.
Prohibieron las garantías y el fin constitucional.
Prohibieron todas las ciencias excepto la militar,
prohibiendo el derecho a queja,
prohibieron el preguntar.
Hoy te sugiero mi hermano,
pa´que no vuelva a pasar,
prohibido olvidar…”