Vamos a asumir una onda un poco más positiva. Hoy, por ejemplo, es viernes. Acabo de llegar y puse el itunes mientras revisaba el correo y tal. Entre la lista de canciones recientemente añadidas me tropecé con este pequeño EP que he estado escuchando desde hace aproximadamente un mes:
El grupo se llama TLX, algunos lo pronuncian «telex», yo siempre les he dicho te-ele-equis. Son de Maracaibo, comparten disquera virtual con Ulises Hadjis (uno de los mejores cantautores con los que cuenta el país en estos momentos) y de hecho regalan sus discos.
Tengo tiempo siguiéndolos, desde el primer disco, titulado 33 minutos y en auto. Me gustó porque tiene un aire retro ochentoso bastante auténtico. No sé de dónde habrán sacado esos chamos esas influencias.
Tuve la oportunidad de escucharlos el pasado 4 de julio en el concierto de lanzamiento del número 22 de la revista La Dosis, y si no hubiera sido por Gerry Weil creo que el de TLX hubiera sido el show de la noche (sin menospreciar a Okills, que le ponen mucha energía, tal vez demasiada para mi gusto). Sus referencias techno-ochenteras se han intensificado, reciclando imágenes de La Generación Halley, aquella casposa película con la «Reina del Rock», Melissa, en un video titulado Cayayo:
Por cierto que la primera noticia que tuve de ellos fue a través de Las Reseñas de La Nonna, quienes colgaron el video de Verte Llegar. En ese momento me sonaron como una especie de Aditus clásico (en el buen sentido, si es que hay alguno). De hecho, uno de los cronistas de ese sitio web opina que son la mejor banda nacional de este momento. Acabo de descubrir ese artículo, pero creo que tiene razón.
La próxima vez que estos muchachos pasen por tu ciudad, ve a verlos. No te vas a arrepentir. Te vas a sentir arrastrado un cuarto de siglo al pasado, cuando tal vez no habías nacido, pero cuando el rock nacional resurgía con una frescura y una originalidad hasta ese momento inéditas. Paradójicamente, no dejan de sonar actuales.