Me da igual lo que la gente piense, no creo que un Concurso pueda afirmar que tal o cual persona tiene méritos literarios, lo digo desde la perspectiva de alguien que no le ha ido del todo mal. Alguien que participando por primera vez en un concurso quedó finalista (Sacven, 2011), alguien que también ha perdido, alguien que no por eso piensa retirarse. Los concursos no sé que son, exactamente, y no me importa. Participo porque sé que “importan” (afuera, a la gente, a las editoriales, al mundillo, a los lectores), igual que trabajo porque tengo que pagar las cuentas, porque debo.
Soy una obrera, una esclava humilde, no de la literatura, de la vida, asumo que hay cosas que hay que hacer si quieres obtener otras, los concursos son un mal necesario, por ahora, como patear calle de editorial en editorial, como el marketing, como exponerse. No que te lean, solo eso de ir “presentándote” y “buscando chamba”, cuando muchas veces sabes que la gente que está en ciertos puestos lo está por motivos no necesariamente relacionados a su “talento”… pero ese es otro tema.
Afortunadamente, me he dado cuenta que mi autoestima no se merma cuando pierdo un concurso, tampoco se ensancha cuando gano (el cuento finalista del Sacven incluso ya me parece malo, regular, nada del otro mundo), creo que escribir se trata de otra cosa, y modestamente a veces me parece (muchas veces) que en Venezuela, tan superficial, donde lo que más importa son las apariencias, muchos viven del “prestigio” de un membrete: escritor, no importa que sea un titulo hueco: que tu obra no la conozca nadie, que te lean tus amigos y tu gueto particular. No, no importa, lo que importa es “justificar tu existencia” con algo de ego, ese que vive de lo que se ve por fuera.
Insisto, creo que escribir se trata de otra cosa, se trata del placer y la impotencia de querer contar algo y no saber cómo, de la terquedad de pasar horas con una página que nadie te ha pedido, se trata de las ganas de querer mostrarle a otros eso que te apasiona. A veces –muchas- siento que en Venezuela, se escribe poco para eso (compartir, mostrar) más bien para lo contrario: resaltar entre el resto por lo críptico de un discurso autocomplaciente.
¿Cuánta gente valiosa queda por fuera de un concurso? ¿Cuánta gente publica y jamás participó en ningún concurso? ¿Cuántas novelas conectan con un sinnúmero de lectores y jamás han sido ganadoras de nada? Yo prefiero ser autora de Crepúsculo y comunicar, conectar, (no vender… que es lo de menos, aunque les duela a muchos: Stephenie Meyer, con calidad o no tiene lectores reales) que ser “escritora” de un grupo críptico y autoproclamado como canon, como arte. Dime quien te lee y te diré quien eres.
Por ahora, lo de los concursos es un mero trámite, algo que hay que hacer, en el fondo somos (o soy) como los vendedores ambulantes de autobús, me monto en muchos y repito un discurso ofreciendo unos caramelos, una y otra y otra vez, con esa paciencia que parece irreal, con esa demencia tranquila del perseverante.
Por ahora, tal vez cambie de opinión, al final estoy de acuerdo con que » la incapacidad para el amor es lo que los impulsa a buscar el consuelo del poder»* y eso jode la vida de muchos, so… pienso en aquello que cantó Héctor Lavoe «¿Y total para qué?»
* GGMárquez.
Luisa Ugueto