Una de las primeras cosas que me llamó la atención cuando empecé a leer cuentos zen era que cuando el discípulo le hacía una pregunta al maestro, éste, en vez de darle una disertación filosófica, le propinaba sendo bastonazo que dejaba perplejo al pobre discípulo.
Según cuenta la historia, el Buda estaba reunido con varios de sus discípulos, todos esperaban que hablara pero en vez de ello levantó un flor y Mahakashyapa, uno de sus discípulos, sonrió. Así se origina el zen. El Buda no necesitó decir nada, sino con un gesto el discípulo entendió.
Los clásicos bastonazos de los monjes budistas en sus cuentos son otra manera, algo sorpresiva y quizá violenta, del gesto de levantar la flor. No fueron necesarias las palabras que, para el Buda, son la manera más burda de comunicarse.
Solemos, como occidentales, hablar mucho, mucha carreta, mucho gamelote, creemos que estamos dando una idea genial venida de nuestros más profundos estudios de temas a grandes volúmenes, y más bien estamos haciendo el ridículo.
Nos hace falta un buen bastonazo a nuestros conceptos lógico cartesianos, a ver si despertamos.
Encantador, los cuentos zen (y otros orientales) son muy interesantes, tienen esa particularidad de dejar algo que a veces por mas simple que se lea, puede dejar una marca significativa en la psiquis…