Brave: ¿Felices para siempre?

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Pixar ya no es la misma después de su integración con Disney. Su matrimonio trajo aparejada una luna de miel en lo económico y una de hiel según el enfoque de lo conceptual. El interés mutuo había provocado la emergencia de la fusión, pero a un costo muy alto de lado y lado.
Al ratón Mickey le convenía la jugada maestra para inyectarle una dosis de sangre fresca a su infraestructura anquilosada en el tiempo, a imagen y semejanza de su fundador criogenizado. Atrás quedaba la última etapa dorada de la empresa, cuando en los noventa reconquistó el podio de la taquilla, gracias un puñado de cintas logradas: La Sirenita y El Rey León.
A continuación, como era de esperarse, sobrevino el descenso y la burbuja estalló en mil pedazos, por culpa de una serie de descalabros audiovisuales.
Aprovechando el momento de crisis del estudio, la generación de relevo asume el protagonismo y el control del negocio, bajo la óptica de la técnica 3D. Entonces los responsables de Buscando a Nemo destronan a la competencia y descubren la senda de la fortuna, al acaparar el mercado y las nominaciones de los premios Óscar, durante el tercer milenio.
Todo marchaba de maravillas y nadie se atrevía a fungir de pájaro de mal aguero.
Sin embargo, la buena racha llegó a su desenlace de manera predecible, tras la sinergia con los promotores del legado del Pato Donald. Lo demás es historia.
Cars 2 se estrelló antes de salir a la pista y constituyó el primer aviso del futuro incierto por venir. Pisaba el acelerador en retroceso y anticipaba el declive de la modernidad en la fábrica de ilusiones de John Lasseter. Ahora Brave confirma la sospecha al decepcionar a propios y extraños.
En efecto, Valiente no le hace la menor justicia a su título y se revela como un encargo de trámite, carente de personalidad y realizado para complacer el orgullo herido de los descendientes del viejo Walt.
A fin de cuentas, propone la típica revisión del mito de la princesa reprimida por su entorno monárquico y posteriormente liberada a medias, luego de vivir una experiencia límite en los márgenes del reino.
De hecho, la protagonista reivindicará la supuesta esencia de su condición femenina en el contacto con las armas y la conjura de las amenazas del bosque. Discutible forma de abogar por los derechos de la mujer en función de las estrategias bélicas heredadas de su tribu feudal, cual hija de Asterix y Obelix.
En el camino se topará con otros dos estereotipos: la madre castradora a la usanza de Tangled y la anciana bruja fotocopiada de Blanca Nieves en versión clásica. Cero afecto por la tercera edad en la tradición de Up. También enfrentará la invasión de unos osos mutantes, entre la evocación del fiasco de Brother Bear y el humor ingenuo de Yogui.
La adolescente se ganará el reconocimiento de los suyos, a punta de arco y flecha. Ojalá fuese con la garra de la chica de Hunger Games.
El color local de la región se plasmará como un calco de las viñetas épicas de La Bella y La Bestia al ritmo de coreografías y canciones olvidables de Broadway.
El formato de tercera dimensión intentará propinarle un toque de originalidad expresiva al trabajo mancomunado de adaptación, aunque el esfuerzo será en vano. Esperamos por la pronta recuperación de la casa productora de Wall-E.
*Publicado originalmente en la columna «La Ventana Indiscreta» de «El Nacional».

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