El texto en cuestión, Tan cerca como a ‘1 Click’, no es escrito por Rea sino por Josh McDowell, un evangelista estadounidense. Es un panfleto sobre los peligros de la pornografía en la era digital. O al menos en principio eso es lo que es. Lo que encontré fue una colección de prejuicios, posturas reaccionarias e historias atroces.
El escrito comienza denunciado un “intruso”, cuyo objetivo es torcer la moral y destruir la fe de los hijos de padres cristianos. De entrada, el autor hace uso de uno de los recursos más usados (y efectivos) de los evangelistas: el miedo.
Lo que voy a presentar aquí seguramente llenará su corazón de temor … y debe asustarlo.”
¿Quién, según el autor, es el culpable de tanta perversión? Aquí la primera gran sorpresa: “Los estudios han mostrado que el principal temor entre los padres y líderes cristianos es que el punto de vista secular y la inmoralidad sexual atrape los corazones y mentes de sus hijos.”… ¿El punto de vista secular? Este rasgo de confundir (deliberadamente o por ignorancia) secularismo, ateísmo y liberalismo, parece ser común entre predicadores de todo el mundo. El secularismo no es más que una convención de que los asuntos públicos deben manejarse desprendidos de sesgos religiosos. Evita que las personas sean discriminadas u oprimidas por su decisión de practicar o no alguna religión, y que una posición religiosa (cualquiera) pueda ser impuesta a otros. Declarar la guerra al secularismo es contradecir los principios que deben regir los sistemas democráticos. El secularismo realmente no abarca una opinión sobre muchos asuntos morales; a lo más es una posición sobre la igualdad y la libertad. Ni siquiera el ateísmo es realmente una declaración de principios morales. Apenas los liberales pueden formular puntos de vistas liberales sobre educación sexual, aborto y otros asuntos por el estilo. Pero se nos confunde y se nos acusa a todos por igual de todos los males que los predicadores perciben en el mundo.
Tergiverzaciones de este estilo plagan Tan cerca como a ‘1 Click’, que más adelante desarrollará e intensificará sus acusaciones. Antes, se dedica a citar un montón de estadísticas para probar un punto deducible a simple vista: la masificación del uso del Internet, especialmente entre jóvenes, y la edad cada vez más baja a la cual los niños son introducidos a los medios electrónicos. El despliegue de las monstruosas cifras supongo que tienen como objetivo contribuir al tono alarmista del escrito. Luego, el artículo se tira un retraso de unos 200 años en cuanto a tolerancia y moralidad:
Hace unos diez años los ateos y los agnósticos tenían poco acceso a nuestros hijos. Si ellos escribían un libro, pocos lo leían. Si daban charlas, casi nadie las escuchaba. Básicamente era hasta que nuestros jóvenes cristianos iban a la universidad, que eran expuestos a un punto de vista secular. ¡Pero ya no! Ahora está tan cerca como a 1 CLICK DE DISTANCIA. La revolución de los medios sociales ha emparejado el campo de juego, lo cual ha hecho que la cultura se extienda a lo que yo llamo inmoralidad intrusa y destructiva, apuntando directamente hacia nuestros hijos.”
Ah, ¿ven? Si algún hijo de cristianos realiza un acto “inmoral” o “indecente” es a causa de lo fácil que es meterse a panfletonegro y leer las inmoralidades que escriben los descreídos perniciosos que por allí merodean. ¿Esto es lo que le enseñan a los piadosos en las congregaciones, esta intolerancia retorcida? La idea de que exponer a tus hijos a ideas diferentes resultará en perversión, y que por ende la respuesta lógica es intentar aislarlos hasta de las personas que poseen tales ideas es retrógrada y en mi opinión repugnante. Todo esto que he dicho no empieza a abarcar la sordidez del párrafo citado.
Luego nos disponemos a seguir con esta visión de la inmoralidad intrusa. Otra tanda de estadísticas alarmante sobre la cantidad de pornografía disponible en línea, seguida de una supuesta argumentación de los efectos destructivos del consumo de pornografía. Acá vale acotar que soy lo más lejano a un especialista en sexualidad, psicología y los efectos de la pornografía, y por ende no soy verdaderamente apto para rebatir las afirmaciones en Tan cerca como a ‘1 Click’. No soy tan ingenuo como para concederle la razón a un escrito con un par de citas sobre el tema y mucho prejuicio como el de McDowell, cosa que probablemente muchos padres asustados al leer tal panfleto sí harán. Me remitiré a hacer un par de observaciones sobre la forma.
Lo que resalta sin duda es la visión extremista, sin medias tintas, que se da en el tratamiento del asunto. Los niños no sienten simple curiosidad por la pornografía, son adictos. La pornografía se presenta como un problema, y no uno menor: la gente lucha contra la pornografía.
Dr. McDowell, por favor ¿puede orar por mí? He estado luchando con la pornografía por tres años y ¡me está destruyendo!”
Esta visión que asumen varios movimientos religiosos de las personas como agentes desamparados ante sus propios impulsos siempre me ha perturbado. Es la filosofía de Alcohólicos Anónimos de que para poder librarse de la adicción, primero hay que admitir que uno es impotente ante la adicción. Paso seguido, uno debe entregarse a un poder superior, externo. Dudo que esta metodología de desvalijar a los individuos de su propia voluntad sea el mejor acercamiento para el tratamiento de conductas indeseadas, pero sin duda es una excelente opción para los pastores: justamente, así podrán conseguir borregos.
Lo que resta ahora son más cifras alarmantes, más moralidad retrógrada en blanco y negro, y más expiación de todos los males a los inmorales que somos todos nosotros los no cristianos. En todo caso, esto no se puede tildar de “investigación”, como lo anuncia José Rea. No hay un verdadero esfuerzo por indagar en la naturaleza del asunto tratado, sólo se hace gala de una visión arcaica de las cosas. Es propaganda, burda, retorcida y repugnante.
Coda: En el pasaje más impactante, el autor cuenta la anécdota que a su vez le relató una feligresa, que sostuvo en su casa una fiesta con niños de 11 años de edad, todos de padres cristianos. Cuenta que en un punto de la fiesta se ausentó por un momento, y al regresar vió para su sorpresa que todos los niños estaban en fila con los pantalones abajo, y todas las niñas, incluida su hija, estaban practicándoles sexo oral. Yo no se si peco de cándido, pero al leer esto lo encontré tan insólito. ¿A ninguno de estos niños sus padres les dijeron “hijo/a, el pipí/la totona es puro pa’ miar”? ¿Ninguno de estos niños sintió vergüenza alguna de hacer tal cosa sin siquiera, aparentemente, esforzarse por mantenerlo en secreto? De ser cierta esta historia (espero que no, espero que sea sólo otro recurso alarmista del autor), me parece que ha podido ser tan fácil de evitar, y que demuestra las consecuencias negativas de una crianza ultraconservadora donde no se habla con franqueza a los niños y adolescentes sobre sexualidad.