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El sutil arte de hablar pistoladas

Una amiga holandesa que estuvo de visita por acá unos días, me dijo en cierta ocasión que los venezolanos hablábamos demasiado.

Es verdad.

Quizá en zonas como la andina, en donde sus habitantes suelen ser parcos al hablar y en ocasiones uno siente que hablan entre dientes y es muy difícil de entender, mas en las zonas centrales, los llanos, la costa y el Zulia, se suele ver que quienes son de esas zonas son, por lo general muy habladores, mucho más de la cuenta.

Un tío que se crió en los llanos era muy famoso por sus historias, de niño y adolescente siempre le pedía que me contara sus «hechos reales en su vida», luego descubrí, de grande, que la inmensa mayoría de sus historias eran ficción. Como mi tío, muchos, pero muchos andan por ahí.

Nuestros políticos son por lo general, sino todos, unos expertos en hablar pistoladas, tienen un don bien administrado, ya que «tener discurso político» no es más que saber hilvanar con precisión las frases previamente acordadas en el partido.

Dudo mucho que yo pueda ser un político, ya que mis explicaciones, o disertaciones, son algo así como: «A es como B». Para un político, dependiendo de su tendencia, su explicación o disertación pudiera ser algo como esto:

Es obvio señalar que A es el inicio de la acción general que exige la precisión y la determinación de B del modelo de desarrollo. Los superiores principios ideológicos, condicionan que C implique el proceso de reestructuración y de modernización para llegar a D.

Aunque tenemos políticos que son más «populares», por no decir populacheros (Tal es como tú), y tenemos uno, que no nombraré por lo obvio, que en medio de su «discurso» inserta canciones y cuentos que repite a la n+1, que se ha ganado a sus seguidores por su forma campechana de conducirse. Aunque debo confesar que al menos me resulta más divertido que los discursos del presidente anterior (Caldera), que eran realmente soporíferos.

Para algunos el discurso de Capriles es nulo, pero para ser franco lo prefiero así, que hable 15 minutos y no 8 horas continuas, repitiéndome el mismísimo cuento hasta el cansancio, con sus insertos de canciones y de «ideología política», que es copia al carbón del discurso ñángara de los 60’s.

De verdad, menos cháchara y más acción. Y esto va con todos, ¿eh?, conmigo inclusive.

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