El concepto del yo como obstáculo para la felicidad (II)

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Viene de El concepto del yo como obstáculo para la felicidad.

En el budismo existe el concepto de Anitya, en el que expresa que toda existencia está sujeta al cambio, es decir, todo es impermanente, transitorio, incluso el yo, que carece de una sustancialidad perdurable de un instante a otro. Al aferrarse a algo o a alguien, por tener esta naturaleza transitoria conduce al sufrimiento, o dukkha.

El concepto de un “yo” sólido y continuo no proviene de la realidad, sino que es una idea que imponemos a nuestra experiencia fundamental de transitoriedad y discontinuidad. Las ansias de existir, continuar, obtener poder y control, permanecer, nunca morir, son las que hace que nos aferremos a la existencia de un “yo”. Al haber una oposición entre nuestro afán de querer ver un “yo” sólido y el hecho real de que éste no existe es lo que produce el sufrimiento (dukkha) continuo de la existencia humana. Al haber mayor negación de lo que experimentamos, más intenso es el dukkha.

El concepto del yo es una idea que renace a cada instante, surgiendo y desapareciendo repetidamente, teniendo una apariencia de que el yo es una entidad substancial y continua. Cada momento de ilusión condiciona y da lugar al siguiente momento de ilusión, que tendrá la misma estructura.

El budismo tibetano pone como ejemplo una vela en una habitación cerrada. La llama de la vela es aparentemente una sola, permanente, pero sabemos que esa llama surge a cada instante, gracias al oxígeno y el material combustible de la vela. Afirmar que la llama de la vela es continua y permanente sería un error, igual sucede con el yo.

Anatta, o el no-yo, no significa la aniquilación de la personalidad ni el nihilismo, ni quiere decir la inexistencia del ente, de la persona, sino la inexistencia de una sustancia, esencia, o entidad intrínseca duradera en la persona. Este concepto no es una convención de fe, sino que nace de la experiencia, que supedita al razonamiento.

Los conceptos de yo, me y mi se toman como convenciones e ideas necesarias para poder operar en la vida diaria. Es decir, una verdad convencional en contraposición a una verdad última o absoluta. Ambas coexisten en la realidad, no obstante sólo vivimos una de ellas a causa de la ignorancia sobre ello.

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Mido un metro setenta y cinco. Tengo una docena de libros. En mi cuarto hay un altarcito con un Buda. Me gusta el color azul. A veces me despierto alunado. Prefiero los gatos a los perros, porque no existen gatos policías. Soy de acuario, pelo negro. No colecciono nada, guardo la ropa ordenada. Me aburro en las fiestas y soy de pocos amigos. Tengo los ojos color café tostao. Dicen que soy bueno, aunque no sea bautizado, y aún no me llevan las brujas. Nací a las siete y media de la mañana. No creo en ovnis ni en zombies (pero de que vuelan, vuelan). Uso prendas talla "m". Prefiero quedarme en silencio. Duermo del lado derecho y con franela si hace frío. De la vida yo me río, porque no saldré vivo de ella. No uso saco ni corbata, ni me gusta el protocolo. Estoy en buena compañía, pero sé cuidarme solo. No me complico mucho, no me estanco, el que quiera celeste, que mezcle azul y blanco. No tengo adicciones, mas que de leer y estar solo. Antes creía que no tenía miedos, hasta que vi la muerte a milímetros. No me creo ningún macho y soy abstemio, aunque si hay una buena compañía y un vinito se me olvida esto último. Prefiero más a los animales que a la gente. No tengo abolengo y dudo mucho que tendré herencia. Tengo una rodilla que a veces me fastidia. Tengo cosquillas, no las diré hasta que las descubras. No traiciono a mis principios, que son cinco. Me gusta ser muy sincero, por eso no hablo mucho. (Inspirado en una canción del Cuarteto de Nos)

3 Comentarios

  1. Esas ideas encuentran una resonancia en otros planteamientos de escuelas filosoficas occidentales, como el estoicismo grecoromano. Uno de los mas destacados representantes de esa escuela, Epicteto, decia con mucha razon:

    “Hemos de saber que no es fácil que una opinión acompañe al hombre a menos que uno la diga y la oiga cada día y, al tiempo, se sirva de ella en su vida” (Fragmentos, XVI).

    Tal ocurre con la noción de yo. La experiencia del yo, es simplemente el fruto de un constante adoctrinamiento, una de una creencia sostenida a lo largo del tiempo en la existencia del yo, de una entidad con ciertos atributos, una esencia perenne que se mantendria del nacimiento a la muerte. Una ilusion de continuidad sostenida por la mente ante la discontinuidad del devenir real. Esa forma de enfocar la personalidad en esta carcel del yo, es ta vinculada a esencialismo platonico mal interpretado en la cultura occidental, el cual lo desvincula del ámbito del mundo ideatico y transpone al mundo caotico (y natural) de los fenómenos. Resultando en la experiencia del dolor, que se constata al observar el contraste de las emanaciones del mundo ideatico y las características del mundo fenoménico. Lo cual nos recuerda ademas, el carácter aproximado, falible de las representaciones del mundo fenoménico y el porque es negativo apoyarse dogmaticamente en las representaciones para experimentar el mundo.

    Otro autores, mas del ámbito de la sociología como P. Bourdieu, y en clave de recomendaciones metodologica para quienes hacen historias de vida (biografias), han alertado de la llamada «ilusión biografica», o de la practica de los sujetos de construirse un relato de su vida, a la que adscriben un proposito o una esencia que conectaria eventos e interpretaciones de eventos tan diversos como contradictorios, lo cual es el efecto del sostenimiento de la idea del yo, o esencia o sujeto esencializado. La ilusion de adscribir coherencia (teolologia) al devenir de la experiencia incoherente y discontinua. El estudio de los relatos biograficos devela eso, existencias discontinuas, rupturas, vueltos y giros temporales.

  2. Gracias Juan Carlos, no sabía todos esos datos. Es un tema que por lo visto también tiene repercusiones en el pensamiento occidental, y no sólo el oriental.

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