Viene de El concepto del yo como obstáculo para la felicidad (II)
El concepto de Anatta, no-yo o no-ser, está emparentado con el concepto de libertad (Vimutti). Al haber el concepto erróneo de un yo permanente no hay verdadera libertad, y del concepto errado de yo permanente surgen los hábitos. Al romper los hábitos, surge la Verdadera Libertad.
La definición de hábito en el diccionario es «modo especial de proceder o conducirse adquirido a través de la repetición de actos iguales o semejantes». Por tanto un hábito conlleva una acción. Según el budismo somos nuestras acciones, somos la suma total de nuestros hábitos. Podría decirse incluso que cada uno de nosotros es un hábito -o seguramente un mal hábito.
Romper la traba del hábito es, en esencia, abandonar el hábito de ser un tipo de persona. No hay necesidad de ser como somos. Romper con el hábito implica deshacerse del antiguo yo. Ser una persona en constante creación, destruyendo a cada instante, como el Ave Fénix, nuestro ser anterior para renacer, siendo un nuevo ser a cada instante. De eso se trata el concepto de Anatta, no-yo o no-ser.
No es fácil abandonar nuestros hábitos. En parte se debe a quienes nos rodean. No es sólo que nos acostumbramos a ser de determinado modo, sino que quienes están a nuestro alrededor están habituados a vernos de un modo particular. A esas personas las llamamos «grupo». En este sentido el grupo es enemigo del Individuo Verdadero. El grupo no nos permite emerger, renacer. El grupo insistirá en vernos como solíamos ser en el pasado, es decir alguien que ya no existe.
Romper con la traba del hábito conlleva entonces liberarse de la influencia del grupo que refuerza nuestros hábitos. Esto no quiere decir, desde luego, que es necesario romper con el grupo.
Ciertamente es una habilidad preciosa elegir. Elegir quién se es, en cada momento. Si las puertas de la percepción permanecen abiertas a todas las posibilidades, las expectativas de quienes miran como siendo otros, nos acompañarán como muros de los lamentos, como papeles murales psicodélicos, como pantallas de cine y abismos sin fondo. No obstante, en toda la inmensidad sin límites, consciente del cuerpo que porto y habito, prefiero muchas veces la comodidad de vivir sin oposición. Percibo el rol que el teatro del mundo reserva para este, que llamo yo y todos reconocen, y me río de su ignorancia, porque su ignorancia permite que mi risa les alegre, y así ríen conmigo.
Gracias Joaquín, excelente comentario, una manera poética de explicar la verdad.