Hace unos años, Europa fue sacudida por la publicación de una serie de caricaturas sobre el profeta Mahoma y el Islam. Primero, el diario danés Jyllands Posten publicó los dibujos, lo cual despertó la ira del mundo musulmán, llegando a saquear y quemar embajadas. Otros diarios se solidarizaron con los daneses, publicando los mismos dibujos; entre ellos estaba el diario francés Charlie Hebdo (las caricaturas en cuestión las pueden ver acá).
Este año, la aparición de la película «Innocence of Muslims» en internet, ha dado pie a una nueva ola de manifestaciones, saqueos y linchamientos. Supongo que es el estricto control de la red en esos países, lo que los lleva a pensar que todo lo que se cuelga en internet ha sido avalado y certificado por el gobierno y la población entera.
En Francia, el mismo periódico que se hizo eco de las caricaturas del Posten ha aprovechado para publicar otras caricaturas, echando más leña al fuego, dirán algunos.
La reacción ha sido variada en el espectro político francés, sobre el cual cuelga un tufillo preocupante de «auto-censura» o llamados a «contextualizar» nuestras publicaciones. En ese sentido, no puedo estar más de acuerdo con el editorial del diario Libération, cuando afirma:
«Transformar un periódico en búnker, dibujar, como fue el caso para el equipo de Charlie Hebdo, bajo la protección de nuestros planes antiterroristas, son experiencias aberrantes en una democracia, que nos permiten ver cuán frágil es nuestra libertad de prensa. Hacer un llamado al sentido de «responsabilidad» de los caricaturistas, pedirles que reflexionen varias veces antes de publicar, exhortarlos a tomar en cuenta el contexto geopolítico como si fueran representantes del gobierno, es dar un paso en una dirección que comienza por la autocensura y termina por la capitulación. Entre una y otra, el camino es increíblemente corto, y no tiene retorno. En la democracia, cada quien es libre de escoger su línea editorial, cada lector es libre de leer o no un contenido, cada persona ofendida es libre de pedir reparación ante los tribunales, el único arma legal. Esperemos que, bajo otros regímenes, no sean otras armas las que se utilicen».
A esto agregó el Ministro de la Educación: «Tenemos que ser intransigentes con esto. Si no, estaremos dando el primer paso hacia el autoritarismo. En una sociedad democrática, la gente no debería preocuparse de las consecuencias de su uso de la libertad de expresión».
Ahora bien, hay quienes puedan pensar que las nuevas caricaturas de Charlie Hebdo son de mal gusto u ofensivas. Pero me pregunto en qué mundo vivimos cuando un caricaturista en París es la causa de que un gobierno tenga que reforzar sus Embajadas, Colegios y Centros de Expatriados en el Exterior, ya que los intolerantes religiosos prometen «ríos de sangre con los infieles».
Porque siempre parece que somos nosotros los que tenemos todo que perder, o los que tenemos que hacer concesiones. Mientras en la sociedad occidental se hacen esfuerzos para entender que cada quien es libre de escoger su credo y que debemos tolerar todo tipo de prácticas (por más estrafalarias que nos parezcan), del otro lado del espectro existen aún demasiados fundamentalistas para quienes somos «perros» e «infieles» que merecemos morir. Y en esos términos, no puede existir discusión alguna.