Tercera Jornada en San Sebastián

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Se rompió la ecuación diseñada hasta ahora por la curaduría. Ayer fue un día donde el presente le robó el protagonismo al pasado. Las tres películas destacadas hablaban de la realidad actual, aunque desde un punto de vista abstracto y metalinguístico.

Aparte, «Savages», «El Muerto y el Ser Feliz» y «Dans la maison» giraban en torno a los mismos planteamientos de forma y fondo: empleo de la voz en off, una locución irónica, unos personajes fantasmales y la decisión compartida de cerrar con diferentes finales alternativos. Todas reflexionaban sobre su propio dispositivo de puesta en escena, salvando las distancias.

En «Savages», Oliver Stone se sumerge en el mundo del narcotráfico entre al sur y el norte de la frontera con Estados Unidos. La crítica se extiende al territorio global por entero. El gran problema estriba en la necesidad de quedar bien con dios y el diablo. Para ello, el realizador culmina con dos conclusiones, a cual más disparatada.

Por ratos, nos sentimos en un remake de «El Mariachi» de alto presupuesto en la tradición de «U Turn». Las actuaciones de los emblemas mejicanos echan a perder la credibilidad de la cinta. Nunca Salma Hayek y Benicio del Toro se vieron tan estereotipados. La historia deviene en la típica expresión de la doble moral del creador de «Pelotón», quien no termina de definirse. Amenaza con erigir un panfleto a favor de la legalización de la marihuana. Por último, opta por narrar un melodrama telenovelero al uso y al gusto de las ligas de la decencia. Su corrección política espanta. Los drogadictos acaban en el infierno, como en la época de la prohibición del alcohol. De paso, no hay el menor afecto por los caracteres de origen latino. Se les pinta a la vieja usanza de los aztecas desalmados de Mel Gibson.

Fase superior de la crisis de Oliver Stone, pero con aires de tratado posmoderno. Ya no es vanguardia sino retaguardia.

Por su parte, «El Muerto y el Ser Feliz» y «Dans la maison» rescataron a la selección oficial y la mantienen en un alto nivel. Las dos no suponen una ruptura con el trabajo de sus promotores creativos. Profundizan en sus hallazgos e investigaciones explotadas a la lo largo de sus respectivas carreras. Evocan el aura deconstructiva de las piezas mayores de la nueva ola francesa.

«El Muerto y el Ser Feliz» bebe del aura del Godard de «Sin Aliento» con su viaje al interior del abismo de la existencia y la construcción dramática.

El guión lo encarna un curioso asesino al borde de la extinción. Se evidencia un sentido del humor frío y seco, como el de Kaurismaki. Aquí la droga no redime o castiga al héroe. Le permite seguir adelante en su aventura de caballería quijotesca y cervantina.

De igual modo, «Dans la maison» juega con los preceptos de la literatura desnuda y autoconsciente a la manera de Chabrol, Truffaut y Rohmmer. Incluso, palpamos ecos de Pasolini, Fassbinder y Polanski, por la carga erótica, descentrada y polifónica del argumento. El plot se escribe y se redacta en vivo, según la óptica de un profesor y su estudiante. El desenlace hermana su apego por Flaubert, los clásicos y los defensores de la cultura implosiva.

El largometraje acierta en dinamitar los resortes del canon habitual.

La fuente de inspiración es la familia disfuncional de clase media y sus rituales de encasillamiento social, alrededor del arte, la escuela y las instituciones.

El optimismo es una quimera. Las utopías dogmáticas se demuelen. «Dans la maison» nos invita a creer en la fuerza de la palabra alterada y modificada en el curso o el camino del desarrollo. Por obligación, nada termina y menos de forma idealista.

Esta crónica continuará.

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