panfletonegro

Séptima jornada en San Sebastián


Misión cumplida. Hemos concluido la cobertura del certamen de Donostia, después de ver 22 películas, incluyendo todas las de la selección oficial. Luego haremos el balance definitivo y los pronósticos.

Por los momentos, apenas unas líneas para comentar los dos largometrajes disfrutados en la jornada de ayer: “Le Capital” y “Días de Pesca”.

El segundo es el típico trabajo de carretera en la Patagonia, dirigido por Carlos Sorín, quien lleva mucho tiempo haciendo la misma cinta. No se cansa de repetir idas y vueltas con sus personajes desarraigados y dramáticos, rodeados de secundarios entrañables y simpáticos.

El del autor es un neorrealismo rosa, tímido y empaquetado, al gusto del progresismo romántico de la era de Cristina. Una propuesta llena de postales y finales redentores.

Aquí un padre abandona a la hija y a la familia. Después encuentra a la chica, ella lo rechaza y por último lo disculpa. Semejante “chorongada” resulta imposible de defender por nadie sensato. Es un retrato amigable y diplomático de América Latina. No encarna la verdadera independencia y el experimentalismo de la generación de relevo en el país de Lisandro Alonso.

“Días de Pesca” es la antítesis de la estupenda, “El Muerto y el Ser Feliz”, donde un señor viaja también al fondo del universo para no encontrar respuestas a su dolor. De par en par, se le abre un universo oscuro y abstracto gobernado por el absurdo. Por ende, Sorín es el candidato a figurar en el Palmarés, no Rebollo.

En segundo término, nos topamos con la única obra maestra de la semana. De no ganarse la Concha, seremos testigos de un robo a mano armado, de una estafa, de un complot, de un golpe de estado.

“Le Capital” resume la genialidad satírica de su realizador, Costa Gavras.

El film posee el ritmo de “Red Social” y como ella describe el intimidante ascenso de un tiburón de la libre empresa, de un ángel prostituido por su entorno caníbal.

Arquetipo del banquero feroz y cínico de nuestras horas. Para él, los fines justifican los medios. Por consiguiente, adopta el compartimiento de un “America Psycho”, de un esquizofrénico de las finanzas y los bonos basura, encantado de escalar posiciones a costa de las vidas de sus empleados y hombres de confianza.

Lo pusieron en lo alto de la pirámide para quemarlo y ocupar su puesto, pero el descubre la conspiración y se refuerza en el trono como un irónico rey del mercado contemporáneo.

Costa Gavras rehúye de la corrección política y de la solución moral, para dejarnos a merced de la crudeza de un espacio controlado por la avaricia, la corrupción y el juego especulativo, al borde de la implosión por culpa de sinergias, fusiones, absorciones, recortes y reducciones laborales.

Para el zorro viejo, no hay alternativa frente al infierno sino sentarnos a esperar el estallido.

La depresión de hoy, es como un bomba atada a un reloj. Se negocian los despidos masivos para elevar el porcentaje de las acciones. Los criminales de corbata celebran con diputados en la mensa redonda.

El antihéroe viola los principios y alcanza la fama, el triunfo al lado de modelos, espías y lacayos. Es el Robin Hood posmoderno. Roba a los pobres para darle a los ricos.

Para rematar, la pieza se escribe y desarrolla con el vértigo de un thriller de los setenta. Un género dominado por el creador francés.

Gabriel Byrne es su sorpresa escondida. Es el Gordon Gekko del futuro.

Mis respetos.

Salir de la versión móvil