Para el día de la huelga general, dejaron a una película china y una sobre un director iraní refugiado en el extranjero. El Festival practica una sutil forma de discriminación. La comprendimos ayer en dos vías. Por un lado, proyecta las películas aludidas en un contexto negativo para su promoción. No hubiese pasado lo mismo con una protagonizada por Ben Afleck, por decir algo.
Por el otro, la curaduría nada quiere saber de los problemas nacionales de la agenda ibérica.
En tal sentido existe una doble moral. Procedo a explicarla.
San Sebastián busca fungir de escaparate de las crisis y miserias del mundo, de la globalización, desde la primavera árabe hasta el choque de civilizaciones entre Estados Unidos y la cultura musulmana.
Por el contrario, la muestra no se atreve a respaldar un film español dedicado a estudiar la depresión interna de la madre patria. Ahí falla la curaduría de Rebordinos. Es su talón de Aquiles. Ayer se le vieron todas sus costuras.
La calle respondía con paro, cierre y protesta ante el colapso de la burbuja financiera. En las pantallas del certamen, no sucedía lo mismo. El cine representaba una tapadera o un pote de humo para desviar la atención de los conflictos del país vasco. En lo personal, considero el tema una de las fronteras a superarse en el futuro de la organización. No pueden seguir vendándose los ojos y fingiendo demencia, mientras solo apoyan a la industria castiza de la evasión, del blanco y negro, del silencio, del cómodo retroceso al pasado como “Blancanieves” y “El Artista y la Modelo”.
Entre tanto, contemplamos un melodrama chino, próximo a una telenovela con tópico complejo de por medio. En “All Apologies” el asunto es el control de la natalidad y su efecto en las conciencias del contexto mencionado. Una pareja pierde un niño por culpa de un accidente y obliga a la familia responsable a indemnizarlos con un chico de reemplazo.
Se perfila una crítica a la deshumanización general del colectivo, como producto de una pésima medida tomada por el estado. La tragedia arropa a los personajes y constriñe a la puesta en escena. El enfoque es plano, moroso y proclive al estancamiento. Es un neorrealismo comprometido pero superado, trascendido, demodé.
La moraleja también peca de previsible y redundante.
Lo propio acontece con la pieza personificada por Mónica Belluci, “Rhino Season”, un acercamiento poético al martirio de los poetas exiliados de Irán, condenados a vagar como fantasmas y zombies, después de sufrir los vejámenes del sistema. Es un exorcismo de Bahman Ghobadi, propulsado por Scorsese, en clave de experimento poético y psicoanalítico. Cuenta con imágenes poderosas y sugestivas.
Aun así, el cliché y la lírica gruesa se imponen como registros estéticos, perjudicando el acabado, el libreto y la credibilidad de la empresa. A lo mejor, el director vuelve a conquistar el podio. Para nosotros, su propuesta es puro humo y encarna una replicar inferior de un Kiarostami o un Tarkowski de años atrás.
No nos convenció a pesar de la dureza de su alegato.