En los ochenta, los grandes estudios descubren el potencial económico del cine independiente y proceden a empaquetarlo al vacío. En cuestión de años, la meca absorbe al pequeño foco de disidencia y lo instrumentaliza como parte de su oferta. Disney compra a Miramax y Sundace deviene en el filtro políticamente correcto de la cultura alternativa.
Pronto la ilusión del movimiento se desvanece en el aire. Los presupuestos abultados y la sobrecarga de estrellas aniquilan el impulso de la resistencia.
Entonces surge la gran división dentro del grupo. Nace la generación del mumblecore, encabezada por los niños terribles delunderground. Hasta hoy, ellos brillan por su ausencia en la cartelera nacional. Por defecto, debemos conformarnos con la proyección del esquema superado, el de los insurgentes domesticados por Hollywood. Así llega la edición 2012 del Festival USA, cuando el academicismo y el perfil clásico le roban el protagonismo al espíritu moderno.
Sin embargo y más allá de las etiquetas, la selección oficial de la muestra contiene material de interés para propios y extraños. Del ciclo queremos rescatar la dimensión humana de El Camino, estelarizada por el veterano Martin Sheen, de regreso de sus andanzas por el infierno de El Corazón de las Tinieblas.
Grosso modo, la pieza dirigida por Emilio Estévez supone una fresca e inesperada antítesis de Apocalipsis Now. El conflicto edípico se invierte. El padre, ícono del orgullo americano, ya no emprende el viaje a territorio extranjero para destruir a la máxima otredad. Ahora el personaje aprende una lección de su hijo y encuentra la redención en el contacto con la diferencia. El mensaje evoca la conclusión de El Éxotico Hotel Marigold. El futuro de la globalización radica en el respeto de las singularidades.
Verbigracia, es la misma tesis de las subestimadas, De Roma Con Amor y El Conspirador. Aunque usted no lo crea, la segunda es una obra maestra y fue concebido por un Robert Redford en estado de gracia.
Describe la cacería de brujas desarrollada contra una pobre víctima, una mujer inocente, acusada por el delito cometido por los autores del magnicidio de Lincoln. Dos mártires resultan siendo dignificados por el autor: la condenada a la horca y el joven abogado defensor. Entre ambos se establece una relación como la de Capote con sus testigos de A Sangre Fría.
El proceso de la Juana de Arco funge de crítica feminista al tema de la pena de muerte. El relato del héroe vencido por la injusticia en tiempos de guerra, constituye un alegato a favor del derecho constitucional, abolido por el acta patriótica. De igual manera, se trata de recordar el origen del redactor fundador del Washington Post.
El realizador sigue abogando por la institución del cuarto poder. La película sería la precuela de Todos los Hombres del Presidente. Por su lado, Woody Allen vuelve a salirse con la suya, a pesar de las irregularidades de su odisea por Italia. Retorna con piloto automático al espacio deLa Dolce Vita y Celebrity. Erige una replica menor y turística de un monumento de Fellini. Pero nos gusta su grado de autoconsciencia. No se toma demasiado en serio al punto de llamarse imbécil. Los auténticos genios rompen fronteras y logran trascender al encasillamiento de las clasificaciones arbitrarias.
Publicado originalmente en «La Ventana Indiscreta» de «El Nacional».