A veces pensamos que cuando crezcamos como país, nos libraremos de tal o cual vaina. Pero al echarle un vistazo a esos países que de niños nos enseñaron a admirar sólo vemos que la lucha por un mundo en el que no haya lugar para el absurdo no se acaba nunca. Hay males que al parecer nos perseguirán por siempre. Hay cosas que no se curan con el progreso, la diversificación de la producción ni la prosperidad.
Lo digo porque comienza octubre y además de votar el 7 en nuestras elecciones presidenciales, tengo que votar también una semana mas tarde, el 14, en las elecciones locales belgas, pues ahí resido actualmente. La comparación de los procesos electorales es sorprendente tanto por las similitudes como por las diferencias.
Bélgica no sólo tiene una selección de fútbol que, al igual que la vinotinto, por vez primera (en muchísimo tiempo) comienza a tener una tímida relevancia a nivel internacional; Bélgica es también un país polarizado. Como en muchas otras sociedades Europeas, la crisis no sólo ha acentuado polarizaciones regionales e idiomáticas (como en Cataluña o Flandes), sino también étnicas y religiosas (entre musulmanes y judíos, católicos o ateos), además de un marcado y creciente resentimiento hacia distintos grupos migratorios. Algunas de estas polarizaciones se materializan en el crecimiento de partidos de corte nacionalista que combinan frecuentemente populismo con tendencias liberales. Ese es el caso de Flandes, la región donde vivo. En Grecia, quizás el país más afectado por la crisis, el partido que más está creciendo tiene un perfil prácticamente neo-nazi. Holanda es en este sentido un caso interesante, pues tras un desarrollo similar en los años recientes, los nacional-populistas fueron duramente castigados en las recientes elecciones parlamentarias.
Si bien es discutible que el escenario ideológico venezolano, cuyo argumento central es el patriotismo retorico, incluya un elemento comparable con el actual mini-nacionalismo europeo, la presencia del populismo es bastante parecida, encarnada en servicios más económicos, restricciones migratorias y proteccionismo del mercado nacional, además de un discurso popular que explota y contribuye las polarizaciones antes mencionadas.
Hay diferencias esenciales entre ambos procesos electorales: el voto en Bélgica es obligatorio y el rol político del elemento militar es mínimo. El riesgo de un desenlace violento el 14 de octubre es, en consecuencia, insignificante. Y aunque en la práctica, un poco como en el escenario político Venezolano, la política se resume como un partido contra el resto, ese resto esta dividido en distintas tendencias que representan relativamente bien la diversidad cultural e ideológica de un país en el cual los habitantes tienen más de 150 nacionalidades. Por otro lado, aunque de vez en cuando se amaga un insulto, el uso de un lenguaje bajo, vil, soez y grosero esta tan mal visto en otras latitudes que como por arte de magia escasea en el panorama político. La única razón por la cual HCF y Mario Silva se pueden permitir insultar a quien quieren y como quieren es porque eso les hemos permitido hacer. Tanto sus seguidores y oponentes como nuestras instituciones. Hay que agradecer en todo caso que en medio de la violencia, el venezolano aun juzga más por el carácter que por la religión o el color de la piel, aunque a veces también nos dejemos llevar por fachadas socio-económicas o el color de la franela…
Sin embargo, si hay algo que, al menos para mi, resulta sorprendente, eso es el fuerte rol que juega el culto a la personalidad en las elecciones belgas del 14 de octubre. Antes de Chávez hubo de alguna manera una tendencia en Venezuela a dejar de creer en salvadores y se empezó a entender que el presidente era un funcionario público y que su nombre debía ser menos importante que su trabajo. Esa fugaz evolución me llevo a pensar que nos estábamos convirtiendo en una sociedad adulta que la llegada de Chávez nos había retraído al esquema caudillista. Aun lo pienso así. Y mi admiración por los sistemas políticos en los que ese culto a la personalidad no juega un rol relevante se ha visto constantemente defraudada por un mundo en el que el culto al salvador cada vez es una realidad más palpable. Obama! Putin! Chávez! Merkel! Berlusconi! El tiempo de los ‘hombres fuertes’ nunca estuvo demasiado lejos. Curioso es que estos mesías primer mundistas, a diferencia de nuestro mesías tropical, en general no se pueden dar el lujo de utilizar TODAS LAS INSTANCIAS DEL GOBIERNO como una maquinaria propagandística. Como decía un amigo en las redes sociales “Venezuela es un portarretrato” y si hay un primer paso adelante, ese es deshacernos del culto al hacedor. Olvidarnos de que cuando se tapa un hueco hay que colocar un afiche al lado del hacedor sonriente para recordarnos quien alivió la cola. Dejar atrás los tanques adornados con alabanzas, las oficinas forradas de slogans y las taquillas vigiladas por la sempiterna foto de la (más reciente) toma de gobierno.
Gane quien gane, tenemos que prepararnos para el futuro. Gane quien gane, el camino es cuesta arriba. Y lo importante es avanzar y no perder la perspectiva, porque el día que finalmente se acabe con el delito igual va a llegar alguien a hacernos pensar que en el país no se puede vivir. Salir de abajo, lamentable y comprensiblemente, nos hace olvidar ese marco referencial tan importante que es el haber sobrevivido una crisis real, haber sobrevivido un país en el que se vive a la buena de Dios y esperando el ladrido de los perros, la señal inconfundible de que regresó la luz.