¿Qué será de la vida del «Plan B»?

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Plan B
«El mundo no acaba el 7 de octubre». Es difícil tomar en cuenta esa frase pero hay que hacerlo: hay que esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor (sí, este artículo estará lleno de clichés, refranes y citas. Escribo muy poco en PN y por ello me autoasigno el derecho a citar y hasta plagiar).

No sé si la oposición está poniendo todos los huevos en la misma canasta (¡se los dije!), no sigo tan de cerca todas las declaraciones de la MUD o de sus miembros, así que no sé si han pensado en un «Plan B». Tan solo hablar de un plan B implica aceptar la posibilidad de no ganar (o, peor aún -y no es pequeña la diferencia-, de perder). De hecho, ni siquiera el oficialismo lo ha planteado; en 2006 el candidato Chávez si habló de un plan B que consistiría en prepararse para las siguientes elecciones, pero este año, no. En cambio la oposición sí debería no solo habérselo planteado sino haberlo dicho en algún momento hace meses. Porque después de estas elecciones presidenciales en diciembre vendrán las regionales para gobernadores y parlamentos federales y en abril de 2013 las municipales para las cuales la MUD debería estar afiladísima para ganarlas.

La importancia de haber preparado por lo menos psicológicamente a la oposición para esas elecciones futuras reside en dos puntos: uno, de ganar el oficialismo, éste no lo hará apabullantemente por lo cual el «portaaviones» presidencial volará (más) abollado, aumentando las posibilidades de la oposición; y dos, de ganar el oficialismo, y contando la oposición con ganar, la depresión post-elecciones tendría que haberse anulado (parcialmente) con el futuro reto de diciembre y abril próximos. Porque una oposición deprimida porque ahora sí llegó el fin de mundo, tardará demasiado tiempo en reaccionar, y para cuando lo haga ya tendremos diciembre encima.

El oficialismo ha pasado por malos ratos electorales: perder el referendo de 2007, ganar el referendo constitucional de 2009 con menos de 10 puntos de ventaja, ganar las parlamentarias de 2010 pero con menos votos que la oposición. En estas elecciones presidenciales, si gana el oficialismo no será con 10 millones de votos y, con mucha probabilidad, será con menos de 10 puntos porcentuales de ventaja. Este escenario, no es un lecho de rosas para el oficialismo; como nunca estarán dependientes del núcleo duro de sus electores y del núcleo duro de sus propagandistas para las elecciones por venir lo cual no es garantía de nada y para este escenario debería estar preparada la oposición. ¿Lo está?

Sin embargo no hay que subestimar esos propagandistas resteados. No son solo los Mario Silva o los Pérez Pirela de los mainstream media oficiales (y pseudo extraoficiales). Los hay a niveles inferiores de la escala y que hasta creen sinceramente en lo que defienden, lo malo es que son los equivalentes en el oficialismo de los «escuálidos», fieles a toda prueba. Muchos creen a pies juntillas (!) que sacarán 10 millones de votos, porque están convencidos que la táctica del «1 x 10» será (fue) efectiva; que la oposición entregará el país al imperialismo y que, agárrense bien, eliminará las pensiones, etc., etc., etc. Todo aquel que no haya tenido oportunidad de hablar con un escuálido anti-chavista, que procure hacerlo con un escuálido oficialista y se le abrirán los ojos, no solo por la iluminación sino por la incredulidad ante lo que están oyendo. Son personas que, al igual que sus contrapartes de la oposición, no solo tienen bloqueados los medios de comunicación que no son del gobierno (excepto para ver alguna telenovela de Venevisión), sino que están impermeabilizados ante los hechos y a llegar a la conclusión lógica de cualquier argumento que usan contra la oposición: por poner un solo ejemplo, si la oposición entregará al país al imperio, que el oficialismo esté entregado a China y a Rusia, no es lo mismo, y así por el estilo. Si quien los escucha no puede morderse la lengua y osa decirles que exactamente lo que ellos ven en la oposición es lo que la oposición ve en el oficialismo, que Dios lo agarre confesado. La mejor parte es que estos propagandistas «socialismo o muerte» suelen ser burgueses o, poniendo de lado el lenguaje oficialista, clase media (media media y media alta) que les gusta el estilo de vida burgués. No es algo sorprendente, porque el socialismo ha nacido y renacido en y de la burguesía.

Por lo tanto cualquier revés electoral será velado por estos milicianos o, más bien, cruzados de la «contrainformación» que convertirían cualquier triunfo electoral por 50.000 votos en una «aplastante» victoria o cualquier revés en las elecciones en un polvorín. Cosas como ésta o las planteadas más arriba son las que deberían haberse planteado en un «Plan B» hasta ahora inexistente y muy tardío de exponer a estas alturas.

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