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Crónica preelectoral, opinión poselectoral (I)

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Pasé la «fiesta democrática» solo casi todo el tiempo, especialmente la parte final, y siguiéndola en esclusiva por Twitter. La verdadera tensión comenzó a las 6 de la tarde cuando ya los centros empezaban a cerrar y no había vuelta atrás: Se contarían los votos (adiós encuestas y exit-polls), los que realmente cuentan.

Seguí los dos hangouts de @Naky y @LuisCarlos más por compañía que porque pudiesen adelantar algún dato que relajase los nervios. «Yo creo que ganará Capriles por 200.000 votos», «yo creo que por 600.000», opinaban los anfitriones mientras discutían otros temas relacionados con el evento electoral, análisis previos, etc. (En todo caso, aprovecho para decir que el formato es buenísimo, no solo porque puedan soltar un «coño» bien colocado de tanto en tanto, sino porque pueden saltarse la «corrección política» de los medios formales que raya en autocensura.)

La esperanza, ese mal, me hacía considerar el triunfo de la oposición, la inquietud no era solo por ver si ganaba sino también por saber si el oficialismo no le «daría palo a la lámpara» (en Twitter -muy bueno casi todo el tiempo, pero muy malo cuando le toca- se hablaba de movilización de tanques en varios lugares del páis).

Fue en medio del segundo hangout de la noche que pasó: Como entre las 8:30 y las 9:00 el vecino chavista salió gritando «¡Viva Chávez!». Maliciosamente quise creer que lo hacía porque debería tener como dos botellas de whisky entre pecho y espalda. También, lo interpetré como una válvula de escape: créanme, si la oposición se estaba comiendo las uñas anoche, el oficialismo tenía el culo en dos manos.

De allí en adelante todo fue cuesta abajo: @TareckPSUV comenzó a tuitear mensajes nada subliminales que de que había ganado el oficialismo. Incluso lo puse como comentario en el chat del hangout y @LuisCarlos lo leyó incrédulo, más por ser un anuncio de un alto cargo del gobierno que violaba la normativa del CNE, que porque le pareciera cierto (o falso). Después vendrían Bocaranda y otros periodistas con cuenta en Twitter a «confirmar». Aún faltaban como dos horas para el primer boletín oficial.

(Obviamente, el oficialismo estaba tan crispado, que llamaron a su ficha en el CNE y pidieron los resultados disponibles. Al saberlos favorables, comenzaron a divulgarlos a todos los niveles.)

Me fui a ver alguna película por televisión. Cuando salió Tibisay, me enteré por el vecino, creo que yo ya estaba viendo «Kung-Fu Panda». Cambié de canal, allí estaba ella leyendo los resultados parciales, pero yo solo leí el cintillo: Chávez, 54%. Chequeé en internet: Capriles, 43%. Volví a poner «Kung-Fu Panda». El vecino chavista insistía en joderme la película y tuve que subir el volumen. No es el único oficialista de la cuadra, pero nadie más salió, no hubo curiosos, no hubo preguntas, nadie lloró. Obviamente, los opositores llevaban la procesión por dentro, pero la únicas otras manifestaciones fueron dos caravanas que venían de otros lados y los fuegos artificiales lejanos, muy lejanos.

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