(Primera parte, aquí.)
Quise y esperaba que ganara la oposición. Es decir, no deseaba que ganara el oficialismo, desde 1998 supe hacia dónde iba este «experimento» suicida. Pero junto con la esperanza loca, paralelamente trataba de analizar el asunto electoral. El ascenso totalmente sorpresivo de la oposición era bueno, pero el diablito en el hombro izquierdo me decía que quizá había que esperar, en el mejor escenario, dos cosas: el oficialismo no sacaría los míticos «10 millones de votos», y sacaría menos de 10 puntos porcentuales de ventaja. Por suerte puse esa tesis aquí en Panfleto Negro, un día antes de las elecciones, aunque presentada como el «Plan B» que la oposición debería habar tenido preparado en caso de perder. Dudé en publicarlo porque podía sonar «desestimulante», tal era el ambiente de «ganamos el 7-O o esto se va al carajo»; por otro lado fue bueno hacerlo porque hablar del escenario final (menos de 10 millones de votos, menos de 10 puntos de ventaja) hoy podría parecer una «profecía» a posteriori.
En todo caso en ese artículo está un punto muy importante que mientras más pronto se interiorice, mejor (me perdonan la auto-cita):
La oposición [no solo debería haberse] planteado [un Plan B] sino haberlo dicho en algún momento hace meses. Porque después de estas elecciones presidenciales en diciembre vendrán las regionales para gobernadores y parlamentos federales y en abril de 2013 las municipales para las cuales la MUD debería estar afiladísima para ganarlas.
La importancia de haber preparado por lo menos psicológicamente a la oposición para esas elecciones futuras reside en dos puntos: uno, de ganar el oficialismo, éste no lo hará apabullantemente; y dos, de ganar el oficialismo, y [sin estar preparada la oposición para perder], la depresión post-elecciones tendría que haberse anulado (parcialmente) con el futuro reto de diciembre y abril próximos. Porque una oposición deprimida porque ahora sí llegó el fin de mundo, tardará demasiado tiempo en reaccionar, y para cuando lo haga ya tendremos diciembre encima.
¿Qué pasó ayer? Con el 95% de las actas escrutadas, el oficialismo sacó solo 8% más de votos que en 2006, la oposición sacó un 50% más. Pongámoslo de otra manera: en 2006, el oficialismo le sacó a la oposición 26 puntos de ventaja; ayer le sacó apenas 11.
Con todo el abuso que se quiera denunciar (y que se debe denunciar), con todo el petróleo que le empeñó a los chinos, con todo el oro que vendió, con todas las amenazas a empleados públicos que hizo, y las amenazas de sacar a sus paracos si perdía; todo eso solo le dió 8% más de votos que hace 6 años. Lo que tenemos aquí es algo, llamémoslo descontento, «abstención» castigo, verdadero arraigo de la oposición (ya los politólogos darán con la causa apropiada), algo, repito, que hay que capitalizar para diciembre de este año y abril del próximo. No habían pasado dos milisegundos después que Tibisay había dado el resultado «irreversible» y ya Twitter estaba forrado de «gracias, abstencionista flojo», «la chusma gana de nuevo» y otras perlas por el estilo, para contribuir a la «descapitalización».
Sí, ayer era la «última oportunidad»; sí, la depresión come más que un remordimiento; lo que quieran, pero apuren la fase baja de su bipolaridad y piensen que en diciembre y abril le puede llegar un segundo coñazo al oficialismo (¿acaso piensan que ayer no fue el primero?), que se necesita para seguir esta carrera de fondo.
Buen texto, C. Francamente, me gustó más la parte I.
El único problema de esto, es el plan del gobierno, que contemplaba la creación de un sistema comunal de gobierno. Bajo ese esquema, las gobernaciones son irrelevantes.
La oposición terminaría con 22 Ledezmas en unas gobernaciones sin plata… En fin, supongo es parte del pesimismo, pero sí lo veo como un punto de quiebra, como una última oportunidad.