Quienes le apostaron al carisma del presidente pueden celebrar en estos momentos una victoria electoral que sin duda esta marcadas por los efectos «encantadores» del candidato a la reelección. Sin embargo, faltan a la verdad quienes atribuyen la fascinación que Chávez ejerce sobre las masas, a un fenómeno casi mágico, e inescrutable que emana de la persona del mismo. Parafraseando a Arthur Miller, en la política al igual que en el teatro, la ilusión del carácter no es el producto exclusivo del talento del actor; pues el fenómeno dramático al igual que el carismático requiere de tres elementos para su consumación: texto, actor, y audiencia.
Cuando vamos al teatro, nos sentamos en la butaca con la convicción de que se nos va a contar una historia, la cual queremos creer, y así impulsados por el deseo de escapar nuestras realidades nos entregamos a los designios del escenario. Si la obra esta bien hecha, todo lo que acontezca en las tablas, con la ayuda de un buena producción, contribuirá a la creación de la ilusión que llegamos buscando.¿Pero que pasaría, si las convenciones teatrales le permitieran a la audiencia interactuar con la obra? es decir, cada vez que no escucharamos, o no entendiéramos algo podríamos levantar la mano, y exigirle a los actores «¿ Un momento! podrías repetir por favor? Esa parte no la entiendo», «epa! mas duro que no se escucha!». O que tal, si llevamos nuestro ejercicio un poco mas lejos, y le damos la libertad a la audiencia de darle otro sentido a la historia, por supuesto no sin arruinar definitivamente la ilusión» Epa Romeo! no seas bobo vale, esa chama Julieta es mucho problema, ¿porque no te vas con la pava aquella? yo que te lo digo» Afortunadamente para el teatro, esto que suena como una buena idea para performance experimental, o como una pesadilla de Shakespeare , no será nunca aceptado como una forma de arte dramático.
Traigo este escenario a colación, porque gracias a la polarización, del entorno político mediático de nuestro país, una situación inversa a la del ejercicio anteriormente sugerido podría estar imponiéndose. Es decir, pareciera que cada vez nuestra escena política se rige mas por las convenciones teatrales tradicionales, que por las normas de la contienda politica convencional. Y es que no hay duda, que existen fuerzas interesadas en hacernos entender el hecho político como un espectáculo que no debemos interrumpir, lo cual ha sido expresado recientemente por una otra frase celebre del presidente de la republica, cuando se vio en medio de una situación compremetedora “el chow debe continuar”.
La polarización de la opinión publica justifica que canales como VTV, la red de medios públicos, expongan a sus audiencias a una lectura de la realidad nacional inconpleta, confiscándole a sus usuarios el legitimo derecho a informarse, comparar, y cuestionar, para a emitir juicios. Muchos argumentan que Globovision igualmente ofrece una lectura sesgada de la realidad, lo cual puede que sea cierto, pero debemos recordar un detalle, VTV es el medio de comunicación del estado, un estado fuerte que tiene como mandato constitucional, y responsabilidad el servir a todos los Venezolanos. No obstante este no es el caso en la practica, VTV sigue una línea editorial que obedece a intereses patrióticos ideológicos, y políticos que con frecuencia entran en conflicto con su funcion de servicio publico . VTV y la red de medios publicos, usan el poder de una infraestructura, y recursos económicos; que en teoría son públicos, que tiene un poder de alcance, y cobertura nada desdeñable, para amplificar el carisma de una persona. Al mismo tiempo, la audiencia de la red de medios públicos tiene por lo menos una década, recibiendo una lectura desequilibrada de los sectores que se ofrecen como alternativa al chavismo.
Cuando se tienen los medios, es relativamente fácil hacer juicios a priori, haciendo que sectores que ofrezcan una posición contrastante con la oficial, sean entendidos gratuitamente como golpistas, apátridas, apolíticos, e inmorales. Cuando se tienen los medios, se es dueño de la casa, y el dueño de la casa puede decir lo que sea como sea. Puede, sin moderación, y mucho menos pudor, decir : » tu no debates conmigo porque tu no tienes ranking», ignorando el ranking que le otorgaron tres millones de ciudadanos al candidato de la otra opción. En este orden, el debate no ha debido ser una opción, ha debido ser la obligación del presidente como servidor publico, ademas de una oportunidad de oro para medir al caudillo fuera de su zona de confort mediático, zona que nunca ha debido existir, por los ya mencionados conflictos de interes. Nuestra realidad comunicacional es orwelianamente desconcertante, y no es demasiado decir que gracias a esta infraestructura, medio país no ve a la otra mitad del país, a través de sus propios ojos, sino mas bien a través de los ojos de un caudillo.
Y así llegamos al 7-O, y ahí está Tibisay Lucena, con sus observadores internacionales, y su mamotreto tecnológico, todos con sus ojos puestos en la línea final. De tantos observadores, me pregunto, cuantos observaron el accidentado terreno donde la contienda tomó lugar: la asimetría en la distribución de exposición publica al electorado, y de otros privilegios en el entorno mediático. ¿Acaso tuvimos los Venezolanos la oportunidad de decidir entre varias opciones? ¿O quizás fue solo una oportunidad para afirmar lo que se le ha dicho una y otra vez, durante mas de una década, y a través de los medios públicos, a un sector de la población?
Después de la «fiesta», en las calles, amontonadas con la basura electoral, quedan las teorías conspirativas de golpes de estado, de no reconocimiento de resultados, de agendas ocultas, y de miedo. Ante esta realidad, no podemos conformarnos con la palmadita en la espalda y el «nada personal, la vida es si, se gana, se pierde». Lo que sucedió no puede ser recordado únicamente como una derrota electoral. Lo que sucedió, sucedió porque hace tiempo que se cerró el debate sobre los medios de comunicación, y las consecuencias han sido, como podemos ver, nocivas. Que la indignación, que el mal sabor que deja la derrota nos ayude a despertar. Hay muchas cosas por hacer, el debate sobre los medios debe ser reabierto, todos debemos participar. De esta experiencia una mas fortalecida cultura política esta surgiendo, una que aspira por un paradigma mediático mas democrático, y equilibrado, uno donde todos los electores estén expuestos a las distintas caras, para poder escoger entre opciones competentes. El actual sistema de parcelas de opinión publica polarizadas, es un obstáculo para el ejercicio de la selección equilibrada y transparente. En la academia, en las escuelas, en las calles, en lo que sea que hacemos para ganarnos la vida, se debe discutir sensatamente sobre esta materia, se debe actuar, es necesario, no podemos esperar seis años mas.