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Carisma se escribe con CH

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Hay miles de lecturas posibles sobre los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela. Decidí compartir la mía porque he visto mucha confusión y frustración en las opiniones expresadas a través de  las redes sociales.  La mayoría no entiende cómo es posible que después de 14 años un gobierno ineficiente con tantos problemas críticos todavía cuente con un respaldo masivo. Si eres de los que creen que Chávez no tiene seguidores y que solo ganó con trampa te recomiendo que dejes de leer y recorras el país, especialmente las ciudades y pueblos más pequeños del interior. Mi análisis es para aquellos que no pueden encontrar una lógica en la decisión que tomaron casi 8 millones de venezolanos.

Primero hay que dejar algo claro para descartarlo: Es cierto que Chávez utilizó todos los recursos monetarios y mediáticos para impulsar su campaña y que tuvo enormes ventajas sobre Capriles. Es cierto que se debió haber depurado el Registro Electoral Permanente antes de aceptar ir a elecciones, y que la oposición cayó en una trampa al permitir que a última hora algunos partidos retiraran el apoyo a Capriles para así aumentar el porcentaje de votos nulos. Es cierto que los resultados están maquillados por distintas irregularidades que incluyen extranjeros cedulados, empleados públicos amenazados, y un largo etcétera. Pero la realidad es que esas irregularidades no decidieron las elecciones y tampoco explican el apoyo a la figura de Chávez.

Max Weber, uno de los pensadores más importantes de la teoría política del siglo XX, explica que existen tres relaciones fundamentales entre los líderes y sus pueblos. No quiero aburrirlos aquí hablando de los dos primeros tipos. El tercero es el que nos interesa: la relación carismática. Lo que la define es su carácter irracional porque no responde a argumentos lógicos e impersonales. Su crecimiento o deterioro depende exclusivamente de la personalidad del líder y de la conexión emocional que éste tenga con la población. Elementos como el heroísmo, la simpatía y la grandeza determinan la fortaleza del vínculo. El asunto no es que el líder sea un héroe o no, sino que la gente lo perciba como tal. Una vez que la relación carismática se ha consolidado es difícil destruirla porque la pasión de las masas es muy intensa.

La relación de Chávez con sus simpatizantes es completamente carismática, nace en la boca del estómago, en las entrañas. En él ven a alguien que los entiende y que les habla en su lenguaje, directamente y sin intermediarios. Cuando nadie los tomaba en cuenta, ni siquiera para mentirles, él les dio algo fundamental: reconocimiento. Recuerden que lo importante no es que sea así realmente sino que sea percibido de ese modo, y eso es lo que el 54% cree, pero sobre todo siente.

La historia nos ha demostrado muchas veces que las emociones y las pasiones son más fuertes que la razón, que la rabia y el resentimiento pueden más que los argumentos. El pueblo alemán, tal vez el más culto del planeta, se dejó arrastrar por Hitler a una fantasía demencial que le costó a Europa 50 millones de muertos. Lo mismo sucedió con Stalin en la Unión Soviética y con Kim Jong en Corea del Norte. Fidel Castro y el Che ejecutaron en dos años el mismo número de personas que murieron durante toda la dictadura de Batista y el primero sigue en el poder. No se puede subestimar el efecto que producen los sentimientos en el comportamiento del ser humano, la devoción de las masas es la mayor garantía de lealtad.

Cuando Chávez dijo durante la campaña que no importaba si estaban descontentos y que hubiera problemas, que lo único que importaba era la patria se refería a eso: lo único que importa es esta conexión, este reconocimiento mutuo. Yo soy su líder y juntos somos invencibles. Si yo no estoy sus voces dejarán de ser escuchadas.  Por algo el slogan fue «Corazón de mi Patria». ¿Apunta a la razón? No, es pura emoción.

Los argumentos de Capriles, sustentados con cifras, estadísticas y lecturas de las promesas incumplidas del gobierno fueron una estrategia inteligente pero poco efectiva. Apela a la parte racional de las preferencias políticas de la gente, precisamente la que no está involucrada con Chávez. El resultado es que la campaña logró convencer y movilizar a muchos indecisos y apáticos que no votaron por Rosales en las elecciones anteriores, pero no al chavismo. El movimiento político oficialista se ha estancado pero no se redujo, de hecho creció un 9% en relación a las votaciones de 2006.

El problema verdadero no son aquellos que no se inscribieron o los que como Oscar D’León no votaron para no ser desleales con ninguno de los bandos. La diferencia no es la abstención, el  80% de participación está muy por encima del promedio de los procesos electorales de casi todos los países democráticos. Pretender que voten todos es absurdo e irreal.  El problema de fondo es que todavía nadie ha logrado desmontar el chavismo en sus propios términos, no se ha conseguido destruir ese vínculo emocional que solo puede romperse con un sentimiento renovado y más fuerte.

El pueblo tiene que SENTIR, no pensar, que hay alguien mejor que Chávez para representarlos y ocuparse de sus problemas, que el Comandante no es su salvador. Es una tarea difícil porque Venezuela tiene una larga historia de amoríos con caudillos militares convertidos en leyenda y Chávez cumple todos los requisitos para encarnar a esa figura. Además, durante estos 14 años las políticas populistas han acostumbrado a las clases más humildes a recibir atenciones y beneficios del gobierno, aunque solo sean paliativos y no soluciones verdaderas. De nuevo, eso no es lo importante.

A largo plazo es posible educar a la gente para que entienda por qué votar por un candidato solo porque habla bien o te parece chévere es el peor error que se puede cometer, pero mientras tanto hay que ganarse a los seguidores de Chávez con pasiones, y ese camino aún nadie lo ha encontrado. El gobierno va a continuar con su estrategia de mantener las condiciones que lo hacen necesario apoyado en el carisma de Chávez, y es una apuesta segura. Ningún gobernante con semejantes recursos, 14 años en el poder y 54% de apoyo electoral va a perder una elección, jamás. Nos guste o no, hay que entenderlo. Para que la situación en Venezuela pueda cambiar es necesario un activismo viral y masivo que logre socavar los cimientos del trono en el que la masa ha colocado al mito de Chávez. Ojalá sea pronto.

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