Venezuela, más de 50 años comprando ilusiones

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Historia tragicómica, la de la Venezuela Republicana. Comenzó con una gesta comandada por los hijos de españoles que se rebelaron ante el poder de sus ancestros y decidieron que podían manejar el país ellos solitos sin la tutela de la Madre Patria. Después de una guerra fraticida (ya que los soldados eran reclutados a la fuerza tanto por realistas como por patriotas) que duró alrededor de 10 años, se logra consolidar la independencia, y poco tiempo después nos separamos de la Gran Colombia, sueño de Bolívar, para emprender en solo la administración de ese pedazo de terreno de 912.050 Km2 (como me lo enseñaron en el colegio, no sé por donde andarán las medidas hoy en día).

Durante los primeros 150 años de ese proceso, el venezolano de a pié poco o nada tuvo que ver con las decisiones que se tomaban, salvo en muy contados momentos en los cuales se tuvo la oportunidad de participar en unas elecciones directas, como la de Rómulo Gallegos (quien fuera luego defenestrado aparatosamente por sus antiguos aliados de golpe). Pero a partir de 1958 cae el último dictador (o más bien decide que ya está bueno y se larga a disfrutar de un merecido retiro en España) y el venezolano vota. Así comienza la compra de ilusiones, alternadas: 10 años adeca, 5 años copeyana, otros 5 adeca, y así hasta llegar a la ilusión chiripera, de 1993.

Pero llega 1998, y aparece una nueva clase de ilusión, aderezada con aromas socialistas y ofrecida por un habilidoso ilusionista. Parece que esta es la clase de ilusión que mejor le acomoda al venezolano, pues lleva 14 años consumiéndola y acaba de reelegirla por 6 años más, para llegar a unos fastuosos 20 años de lo mismo. No podemos dejar de admirar la capacidad hipnótica del individuo, quien dice con gran desparpajo que no importa que se ande desnudo, ni que se pase hambre, con tal de que se consolide su acto. Parece que con cada estropicio que comete su troupe, crece su prestigio. Como resulta de este poder de encantamiento vimos casos sorprendentes en esta última preventa: el del municipio Judibana, adyacente a Amuay, en donde el encantador obtiene el 60 por ciento de la taquilla, a escasas 4 o 5 semanas del accidente más grave en refinería alguna en los últimos 50 años, con saldo de decenas de víctimas, por falta de mantenimiento o lo que viene siendo lo mismo, negligencia. O el del estado Zulia, castigado con la colocación de un infame chip para regular la venta de gasolina, cosa que implica asumir que todos los zulianos son contrabandistas. Pero en general todo el país manifestó su intención de seguir observando el mismo acto que lleva 14 años en cartelera, con pocas atracciones nuevas. Se ve que al venezolano le gustan las repeticiones.

En democracia la mayoría gana. Los que somos minoría tenemos tres alternativas: sumarnos a la comparsa haciendo de tripas corazón y montarnos en el carrousel de misiones, a la espera de la generosa dávida; marcharnos hacia un destino que nos parezca más coherente con nuestra manera de pensar; o quedarnos haciendo contrapeso, en procura de que eventualmente el ilusionista pierda su encanto, las masas lo abandonen y aparezca un nuevo acto. Ninguna de las tres opciones es fácil de tomar,pero no avizoro ninguna otra; si alguno de ustedes la ve, le agradezco me ilumine.

1 Comentario

  1. Buenos Días!

    Gracias a estas elecciones tuve la oportunidad de conocer mejor el pensamiento de la gente que adversa este gobierno y, por extensión, de la izquierda. Lo hice a través de internet y encontré esta página.
    Yo quisiera aprovechar la oportunidad extender un tanto sus comentarios porque me parece interesante ver el mundo ilusamente como usted.
    Digo como usted porque basa su opinión en el hecho de que vivimos de ilusiones como se aprecia cuando dice que llega el año ’98 y «comenzó una nueva clase de ilusión», vale decir, todo el relato anterior está compuesto de ilusiones, de otro cuño, de otra botija.
    Pienso que el ser humano tiene de iluso bastante y desde mucho antes de existir nuestra nación y, gracias a ello, ha logrado miles de cosas, una cotidianidad, una excepcionalidad.
    La cuestión es pensar a qué tanta ilusión, de dónde sale… a mi parecer todas las experiencias de los ilusos surgen de la interpretación de «la realidad». Así, cuando los españolitos del siglo XIX se lanzaron por la ilusoria independencia fue porque veían a la Madre Patria caída en desgracia por la capitulación de sus reyes bajo la bota de los napoleónicos y, en especial, porque los dueños del poder político local tenían unas relativas restricciones a hacer billete como les diese la real gana, es decir, tenían sueños eróticos con lo crematístico (igual que los conquistadores) y les encantaba la pujanza de los ingleses y hasta los gringos y ilusionaban una sociedad como aquellas.
    La ilusión de la democracia representativa a través del voto surge porque existía una base popular que buscó con denuedo desde la segunda década del siglo XX la ilusión de realizar actividades políticas, es decir, ser soberanos y los que detentaban el poder estaban ilusionados con una sociedad que podía manipularse como si fuera un reloj, es decir bajo el influjo ilusorio del positivismo decimonónico que apuntaba que conociendo las leyes ya se podrían arreglar los dispositivos por parte de un ilusionista mayor. Una vez en el poder, las ilusiones positivistas y las capitalistas criollas refrenaron de diversas maneras, violentas y sutiles, la ilusión democrática aludiendo que con votar bastaba la ilusión. Sólo cuando se les acabó el billete en 1983 iniciaron una discusión mayor conocida como la ilusa Reforma del Estado que 6 años después la lanzaron al traste para desembocar en el espejismo neoliberal aplicado a sangre y fuego, robo y saqueo, que en concreto dejó un estado nacional famélico, una sociedad venezolana terriblemente pesimista y sin estructura (fruslerías de ilusos izquierdistas), cuyas secuelas se aprecian aún en el presente, a pesar de la ilusión chavista.
    La ilusión chavista llega precisamente por los resultados de los ilusos de ayer. Dice la nueva que el espejismo de la democracia representativa y la mentira mayor y postmoderna, el neoliberalismo, han demostrado su incapacidad fehacientemente y que debemos transitar por la ilusión de una democracia total.
    En el 2002, la oposición violenta a esa esperanza ilusa le vendió a millones de venezolanos y venezolanas la ilusión de que Chávez es el violento, porque les espetaba que eran unos vampiros, especuladores (ilusionistas financieros)… a través del mago de a cara de vidrio y una cultura ilusoria como la devenida por el capitalismo venezolano. El resultado fue una marcha que ilusionada fue a decirle al presidente que se vaya y después… las balas matando a diestra y siniestra. Esos días se propalaron las ilusiones por la televisión de una manera inusitada, quizás fueron los actos ilusionistas más publicados de este país, de lejos.
    La ilusión de la derecha con eso del orden, seguridad y bla-bla-bla, mientras en lo concreto se dedica a ver cómo le roban dinero a la gente para decir después que todo está muy caro, ha promovido uno de los actos ilusivos más despanpanantes de los últimos tiempos. Ante eso, la ilusión socialista se ha desplegado y al día de hoy vemos que tiene mayor atención por parte de los electores.
    La lucha de las ilusiones continuará..a pesar de la depresión de aquellos que ven sus ilusiones quedadas en deseos.
    Mientras tanto los que aceptan las ilusiones como una parte de la vida personal y social, seguiremos riendo y poniéndole el pecho y la creatividad a los logros y errores de una ilusión muy sencilla que se esparce y ha dejado su semilla.

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