Paco Plaza no es el mismo sin su compadre, Jaume Balaguero, con quien labró su fama en el circuito alternativo del cine de terror, inspirado en el gore y el trash de los clásicos del género zombie. La luna de miel culminó, como la de Memo con el Negro, y ambos abrieron su tienda aparte. Pero la separación tuvo su efecto negativo a corto plazo. La principal víctima del divorcio es la hija y la niña mimada de los dos. Me refiero a la serie “Rec”, progresivamente degrada al calor de las continuaciones.
De hecho, con la tercera toca fondo, amén del nulo trabajo por separado del ahora realizador ibérico independiente. Lo preferíamos acompañado de su carnal, de su cuate.
“Génesis” aflora las debilidades del proyecto y las espurias justificaciones por postergar su racha en un precuela infumable, donde se comete una oscura traición de calado estético, al sustituir el programa paradocumental de la cámara en mano por el plan de rodaje de un comercial de televisión.
La fotografía adopta un enfoque de publicidad acartonada, perdiendo la fuerza de la óptica descentrada y demoníaca de la no ficción de guerrilla. De seguro se pensó en el agotamiento del recurso. No en balde, al principio volvemos a la puesta en escena filmada y grabada con equipos caseros. A la mitad, los infectados atacan y matan a los operadores del sistema improvisado de registro audiovisual. Acto seguido, cambia el tono y el director toma la mala decisión de buscar su propio derrotero conceptual, fuera del esquema acostumbrado de la franquicia. Al respecto, existen problemas graves.
Su visión peca de trillada y tradicional. No logra dotarla de singularidad e identidad. Parece un bodrio montado por cualquier advenedizo del parque español, con ínfulas de autor. Por último, le ocurre lo mismo de los chicos de “El Proyecto de la Bruja de Blair” con su derivado fallido, abucheado por los fanáticos por su diferencia del original. También se pusieron académicos y con aires de narradores clásicos. La audiencia los rebotó.
Salvando las distancias, allí reside el talón de Aquiles de la pésima, “Rec 3”. Para finalizar, el guión tampoco responde a las expectativas sembradas en la audiencia. Se nos cuenta el cliché de un matrimonio conservador asolado por el contagio de una plaga. Máximo rescatamos los destellos de humor negro de la comedia y el desenlace trágico, en oposición al happy ending almibarado de las historias casamenteras.
Aun así, todo huele a rancio, a plagio sonso, a irreverencia diseñada con piloto automático. Incluso, las secuencias de acción son terribles.
Solo en un instante, el creador se acuerda de la poesía y de la oportunidad de esculpir el tiempo o la idea en la mente del espectador.
Un plano evidencia la desolación de un rito convertido en porno tortura. Las mesas quedan vacías y la atmósfera se cubre de la melancolía de Von Trier.
Por desgracia, la reflexión sosegada del encuadre se olvida pronto y regresamos a una replica deficiente de “Terror Planet”, protagonizada por la hermana castiza de la novia vengativa de Tarantino.
La música ibérica intenta aportar su dosis de costumbrismo sarcástico a la usanza de Alex de La Iglesia. En paralelo, un cura lee pasajes bíblicos y consigue contener a los poseídos por la enfermedad expresionista. Lamentablemente, no se profundiza en nada y el amago de incorrección política se diluye.
“El Día de la Bestia” era superior en su estudio de la locura ordinaria de los descendientes de la pesadilla, de la crisis de la madre patria.
En “Rec 3”, la indignación se percibe por cuenta gotas y se administra como un relato gótico prefabricado para sacar dinero de la taquilla en la época de la depresión.
Nos gustan los baños de sangre en homenaje a “Carrie” y “La Matanza de Texas”. Sería la despiadada desacralización del cine de bodas ensoñadas.
Sin embargo, el saldo es negativo por la cantidad de fórmulas extinguidas.
Los nietos de George Romero lucen saturados y faltos de imaginación.
Ojalá encuentren la brújula a futuro.
Por ahora, se muerden la cola.