El filósofo más conocedor del capitalismo “se ha levantado de la tumba”, según dos economistas del sistema. No se puede preservar al capital abaratando los costos del trabajo sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Por eso, llegado a cierto punto, el capitalismo puede destruirse a sí mismo, dice Nouriel Roubini, el “gurú” del sistema que se hizo famoso prediciendo la crisis de 2008. Para entender la crisis actual hay que estudiar la obra de Marx, recomienda el economista jefe del banco suizo USB.
En una entrevista con el Wall Street Journal en agosto de 2011, el profesor de economía de la New York University Nouriel Roubini dijo que en los últimos dos o tres años se ha experimentado un genuino empeoramiento de la economía y un crecimiento de las desigualdades de ingresos. (1)
El economista explicó que se asiste a una radical redistribución del ingreso desde el trabajo hacia el capital y desde los salarios hacia los beneficios; y la propensión marginal al gasto de un hogar es mayor que la propensión marginal de una empresa, porque, si comparamos empresas con hogares, éstos últimos tienen más propensión al ahorro. De modo que la redistribución del ingreso y de la riqueza empeora el problema de la inadecuada demanda agregada.
Según Roubini, se pensaba que los mercados funcionaban, pero no están funcionando. Las empresas, para sobrevivir y salir adelante, pueden abaratar más y más los costes del trabajo, pero éstos son los ingresos y el consumo de algún otro. Por eso es un proceso autodestructivo. No se puede perseverar al capital en el desplazamiento de ingresos del trabajo sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y eso es lo que ha ocurrido. Karl Marx llevaba razón: llegado a cierto punto, el capitalismo puede destruirse a sí mismo, afirmó Roubini.
Días después, el economista jefe del banco suizo USBGeorge Magnus recomendó en un artículo publicado en el periódico económico Bloomberg: “Los responsables políticos que luchan por comprender la avalancha de pánico financiero, las protestas y otros males que afligen al mundo harían bien en estudiar la obra de un economista muerto hace mucho tiempo: Karl Marx”. (2)
“El espíritu de Marx, que está enterrado en un cementerio cerca de donde vivo en el norte de Londres, se ha levantado de la tumba debido a la crisis financiera y la recesión económica posterior. El profundo análisis del filósofo más conocedor del capitalismo tiene un montón de defectos, pero la economía global actual presenta muchas misteriosas semejanzas con las condiciones que él había previsto”, expuso Magnus.
“Consideremos, por ejemplo, la predicción de Marx de que el conflicto inherente entre el capital y el trabajo se manifestaría. Como escribió en Das Kapital, la búsqueda de las empresas de los beneficios y la productividad, naturalmente, les lleva a necesitar cada vez menos trabajadores, lo que lleva a la creación de un ‘ejército industrial de reserva’ de los pobres y los desempleados: ‘La acumulación de riqueza en un polo es, por tanto, al mismo tiempo acumulación de miseria’”, rememoró Magnus.
El proceso que Marx describe es visible en todo el mundo desarrollado, particularmente en los esfuerzos de las compañías de EE.UU. para reducir costos y evitar la contratación de EE.UU. han aumentado las ganancias corporativas como parte de la producción económica total de más alto nivel en más de seis décadas, mientras que la tasa de desempleo se sitúa en el 9,1% y los salarios reales están estancados. Por otro lado, la desigualdad de ingresos en Estados Unidos ha llegado a su nivel más alto desde la década de 1920.
Continuó Magnus: “Marx también señaló la paradoja de un exceso de producción y de bajo consumo: cuanto más trabajadores se queden relegados a la pobreza, menos serán capaces de consumir todos los bienes y servicios que las empresas producen. Cuando una empresa reduce los costos para aumentar los ingresos, es inteligente al maximizar beneficios, pero cuando lo hacen todas las empresas al mismo tiempo, socavan la distribución del ingreso y la demanda efectiva de los que dependen de los ingresos y beneficios”.
Notas:
1. Alternet.org transcribió el fragmento que luego fue traducido al castellano por Miguel de Puñoenrostro y reproducido por la revista electrónica www.sinpermiso.info el11 de septiembre de 2011.
2. El artículo de Magnus fue traducido al castellano por Jaque Al Neoliberalismo
«Habrá que recordar que no todas las escuelas económicas han fracasado en la predicción de la crisis. Como ya advirtiera el Banco Internacional de Pagos hace dos años, la escuela austriaca, los seguidores de Menger, Mises y Hayek, pronosticaron durante los años dulces de la pasada expansión que este sistema de dinero fiduciario con una estructura de préstamos asentada en la banca con coeficiente de reserva fraccionaria estaba distorsionando toda la estructura productiva y financiera y provocaría una gran crisis.
Según estos teóricos las inversiones hay que financiarlas con ahorro real a largo plazo y no hay panaceas que puedan eludir esa máxima. No se puede crear capital por edicto gubernamental con dinero de nueva creación sin respaldo real ofrecido a tipos de interés negativos en términos reales, ni tampoco haciendo que los picos de tesorería para atender pagos en esta o la próxima temporada sirvan como sustitutos del ahorro para las inversiones de la economía. Bien harían los fracasados expertos en revisar las políticas de inspiración keynesiana que, durante décadas, han destruido el ahorro cuando ahora vagan buscando ahorro verdadero que recapitalice a todos esos cadáveres o intentan convertir en accionistas y prestamistas forzosos a contribuyentes, sus hijos y hasta sus nietos».
http://ow.ly/eEue4
Curioso, como el marxismo viene anunciando el colapso del capitalismo desde hace más de un siglo y el sistema sigue alli, duro. Creo que el fulano Sr. Roubini debería olvidarse de Marx y leer algo más contemporáneo, como Capitalismo, socialismo y democracia (1942) de J. Schumpeter.
Lo que ocurrió en 2008 pasó antes y volverá a pasar. Schumpeter lo llamó destrucción creativa, según la cual en una economía de mercado los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocio.