Sacha Baron Cohen regresa al formato de la ficción, donde cosechó fama y fortuna con el personaje del rapero Ali G.
Su vuelta al origen es considerada una declaración de principios ante el agotamiento de su modelo y visión del falso documental en largometrajes como “Borat” y “Bruno”.
Técnicamente, es solo un cambio de metodología de trabajo, pues el trasfondo del autor permanece incólume, desde su programa de deconstrucción del género, la política y la cultura popular.
Ya no hay cámaras al hombro, barridos toscos e imágenes de baja definición en la puesta en escena del creador, quien hizo poesía con los formatos innobles del cine.
De tal modo, recogía el espíritu de su época, de su tiempo de las redes sociales. Parte de su estética miraba hacia youtube y el espectro alternativo de la generación 2.0.
“El Dictador” escoge renunciar y abandonar dicha propuesta, por los momentos, para decantarse por una dirección menos experimental, transgresora e incómoda a la vista del espectador común.
Ello le resta fuerza, espontaneidad, naturalidad y densidad semiótica al humor negro del actor, antes liberado a sus anchas dentro del encuadre para seguir sus tropelías en la calle, ahora obligado a encorsetarse en las tomas diseñadas para sacar a relucir la escenografía del plató.
Era divertido disfrutar de la intervención y de la profanación del espacio real, según la óptica y la palabra del bufón dispuesto a quitarle las máscaras a la sociedad occidental.
Apenas el gesto de soltar una gallina en el Metro de Nueva York, encendía la mecha de la carcajada frente al espectáculo de la subversión del contexto de solemnidad y monotonía.
El sueño americano recibía la visita de un extranjero, de un auténtico “otro” capaz de develar imposturas con su presencia.
El mencionado sistema se mantiene en la reivindicación de las alteridades y los absurdos del choque de civilizaciones en plena era de los temores del once de septiembre.
Pero el acabado y el resultado sufren una depuración industrial, condenada a domesticar a la bestia del espigado mutante.
Hoy sus planos son rutinarios y convencionales como los de cualquier serie de televisión o cinta de comedia. Ahí comienzan los problemas de la pieza, urgida de un conductor con la inteligencia y la gracia de un Chaplin, de un Búster Keaton. Al respecto, cabe una comparación.
“El Dictador” de Charlot trascendía del mero esquema literario y narrativo, gracias a la poderosa carga de sus metáforas y secuencias líricas. Es el caso del baile con el planeta tierra, secundado por el explícito y elocuente discurso del cierre.
En ambos términos, “El Dictador” de Baron Cohen lleva las de perder. A su planificación chata corresponde una denuncia superficial y predecible, pasada por agua.
Aun así, le reconocemos el mérito de meter el dedo en la llaga, delante de las narices de la ONU y el progresismo de la izquierda boba( burguesa y bohemia).
Es un gesto simpático el hecho de recuperar a la hermosa y autoconsciente Anna Faris en el papel de una ingenua ecologista, devenida en la pareja del arquetipo de los sátrapas caídos de la primavera árabe.
Brillante la reflexión del subtexto sobre el vínculo de sus estados con los principales imperios del mundo, gobernados por igual con puño de hierro en detrimento del soberano.
“El Dictador” funciona por sus equivalencias y analogías disparatadas, aunque ciertas.
El culto a la personalidad y el robo a la democracia, subyacen en el alma de tirios y troyanos, de redentores y represores. De allí el sarcasmo del happy ending, al calor de la doble moral y el amor por la bomba atómica.
“El Dictador” se atornilla en su puesto, casado con la chica de “Green Peace”, después de maquillar y remozar su estampa. Modifica la constitución y convoca a elecciones limpias, en el compromiso de respetar los derechos humanos.
Al final, se imponen los tanques y la maquinaría. Gana la perpetuación de la demagogia barbárica.
Mutatis mutandis, “El Dictador” cuenta indirectamente el fraude institucional de nuestro 7 de octubre, idéntico al perpetrado en Irán.
Los invito a contemplarla en el entorno de la revolución bonita. Notable diferencia con los proyectos censurados de la Villa.
La risa también es un arma de resistencia.
Es triste como la politica a inundado toda la vida del venezolano, ahora no se puede hablar de peliculas, musica, etc, sin que salga el tipico comentario de chavez, fraude, o sus derivados
Lo del tema nacional es inevitable en una película como El Dictador. De paso es un comentario que hago al final. Antes vino una reflexión sobre la obra del autor y su puesta en escena.
Tu no lo viste.
No me voy a abstener de hacer las comparaciones del caso. Menos a censurarme.
La política siempre inunda el análisis de lo audivisual. La película se presta para ello.
Primero no pretendía ofenderte. La crítica en si me gusto (si bien no estoy de acuerdo con que haya perdido fuerza por seguir un estilo menos experimental como el de Borat), lo que si no me gusto (y esto ya es desde mi apreciación personal de alguien que va pasando por PN y ve una crítica/reseña de una película) es que algo sacado del contexto de la obra original se use como paralelismo para dar una opinión política.
De nuevo repito no lo tomes como un ataque solo que la critica (a mi parecer) habría quedado mas redonda sin la acotación a la política nacional y es algo que ya he visto en varias reseñas aquí en PN y simplemente ahora quise comentarlo.
Al final tienes razon en que no debes abstenerte en hacer comparaciones pues es tu escrito.
Lo entiendo perfectamente. Pero es válido hacer reflexión política a partir de un texto. Más cuando se trata de cuestiones tan nuestras y presentes en la actualidad.
Mi pregunta sería. Por qué no crees conveniente la comparación de «El Dictador» con el caso de Venezuela?
Ojo, nunca sentí tu comentario como una ofensa.
No me gusto por el hecho de que era una crítica a una obra (para mi debería limitarse a la obra en sí y a lo mucho al entorno en el que fue creada, historia del director, influencias, etc) pero sin embargo al ser un texto tuyo es válido.
Ahora ya entrando en la comparación en sí, no creo en fraude en el 7 de octubre (como sería el caso de la película donde al final mueven la cola de votantes con un tanque y la nueva constitución es solo para calmar a la comunidad internacional) lo que paso en las últimas elecciones fue más triste fue la demostración de una gran parte de la sociedad de conformidad con el régimen actual, sea por miedo (al perder un empleo o beneficio), por autentica creencia o simplemente por no ver otra alternativas (Hay sectores donde el mensaje de Capriles no calo) por eso no me parece apropiada la comparación.
La vi creyendo que me iba a reír con el humor al estilo de borat y bruno… (que fueron regularmente aceptables) pero nada que ver, full decepcionante. Ni me hubiese molestado en escribir ninguna crítica al respecto… ni vale la pena tomarla como comparación seria con ninguna realidad social. Quieren ver una buena mofa de dictadores? el dictador de chaplin, por ahí hay otra de cantinflas que no me acuerdo donde su personaje es un político, y amarcord de fellini, que es toda una sátira a la italia fascista.
Nada de acuerdo, Elio. Cualquier película merece una crítica en serio. Más cuando se trata de la obra de un actor y autor con una filmografía de varias películas dentro del género. Es normal dedicarle un trabajo de análisis. De hecho, comparo su puesta en escena con la de Chaplin. Ustedes son un poco restrictivos.
Lo de los tanques es una metáfora. Y sí lo ves entre líneas, le encuentras la conexión. No en balde, el chavismo movió a su gente con ayuda de la Guardia Nacional, a la luz de la operación remolque. Hubo un ventajismo grosero y no fue una elección limpia, equilibrada. Tu teoría de la subida de cerro se queda corta.
ve amarcord de fellini y disfrutarás mucho con todas las analogías que puedes hacer con la Venezuela del siglo xxi
Esta película parece interesante,Supe de este Film mediante la recomendación de un famoso youtuber que decía que esta película era como una «crítica en forma de comedia hacia los tipos de gobernantes de republiqueta bananera y caudillos.»
Elio, ya vi Amarcord. No estás hablando con un muchacho.
Si crees que el único cine que merece una crítica o un análisis, es el de Fellini y Chaplin, estás equivocado.
Acepto que no fue una campaña equilibrada ni justa pero igual la metáfora de los tanques (en comparación con nuestro 7º) me parece desproporcionada.
Para Elio si bien la película no es un clásico instantáneo (y muchas veces recurre al chiste fácil) no está mal hacerle un análisis. A ninguna obra se le puede negar su derecho de ser apreciada así a la ligera, se le puede juzgar por su puesta en escena, por su historia o otras cosas, te puede gustar mas o menos pero no puedes censurarla ni tachar de basura tan fácil con decir que no te gusta (y si quieres explicar por que) es suficiente.
«Cámara al hombro» no tiene sentido… es cámara en mano…
Las péliculas que hoy consideramos clásicos, seguramente no las vieron así en su estreno. Tuvieron detractores también. Las de George Meliés eran consideradas casi que desechables y hoy son de culto. Todo es relativo.