(Es el prologo de una especie de novela que estoy escribiendo como hobby, digo especie pues a veces no se en que se esta convirtiendo)
La luna adornaba el cielo como un gran cuadro. Un cuadro de esos que roban la atención de los demás adornos en la sala. Era una luna de película, de esas que suelen marcar los momentos especiales del filme y que han presenciado incontables encuentros de amantes.
En la tierra un farol mal iluminaba el banco en que se encontraba Albert. De contextura media y con un denso cabello negro que parecía absorber la luz, recorría con su mirada la urbanización, una mirada que es típica de las personas cuya mente va abandonado poco a poco el lugar en el que se encuentran.
Es en este punto en donde (determinado arbitrariamente por mí, pues yo soy el que les permite observar a Albert así que decido donde comenzamos) comenzaremos su historia.
Saben como en las películas el joven enamorado en un intento de sortear las dificultades, le hace llegar un mensaje a su amada acordando un lugar, en el cual se encontraran y tendrán esa intensa conversación que definirá su relación… Bien en la vida real esta situación muy pocas veces tendrá un buen final. El problema es que la vida tiene una tendencia (que roza el punto de ser una ley) de ser impredecible, existen demasiadas cosas que pueden ir mal en este plan. Ella puede no recibir el mensaje, puede no importarle, puede importarle tanto que el miedo no la deje ir, puede… en definitiva pueden ocurrir muchas cosas.
Habían pasado exactamente 30 minutos desde que lo habían corrido de la casa de su ¿novia? Bueno digamos que era la mujer que ocupaba gran parte de su pensamiento últimamente y con la cual llevaba algo muy cercano a una relación. Y habían pasado 15 minutos desde que había enviado el mensaje en donde le pedía que se reunieran en el parque de su urbanización. Era ahora que la duda comenzaba a ganar fuerza dentro de el, se preguntaba que desgraciado instinto o emoción le había hecho quedarse y mandar el mensaje, se preguntaba por qué tardaba tanto en salir, se preguntaba por qué sentía ansiedad (para ser exactos no se preguntaba por qué sentía ansiedad, le intrigaban era que procesos estaba teniendo lugar en su cuerpo y como podría dominarlos) fue en algunas de estas preguntas que su tren de pensamientos se descarrilo.
Solemos vivir la vida como si fuera un cuento, todo tiene una causa y un propósito, ya sea que crean en dios (o dioses), en el karma o en la crencia-explicaciondeluniversoylavida de su preferencia, todo forma parte de un gran esquema… Pero cuando se analiza la vida más allá de nuestro ombligo descubrimos un universo enorme y en el que las cosas parecen ser caóticas (la ciencia lleva siglos intentando poner algo de orden pero el universo se empeña en no ser entendido) todo esto fue para ilustrar lo que pasaba por la cabeza de Albert y es que en este momento el había salido de su propio cuento, comenzaba a filosofar y cuestionar desde la conducta humana hasta el cómo y por que el farol le iluminaba (y de paso por que habían elegido un farol tan feo que de paso no iluminaba bien).
Sin Albert darse cuenta una figura se acercaba. El sumido en su pensamiento no noto como a pocos metros Helena resbalo y casi callo, tampoco noto el nervio e intriga en su cara (y con todo esto habría sido demasiado pedirle que notara que lo había estado observando desde que lo viera sentado hace unos 300 metros).
-Hola-dijo tímidamente al acercase (existe una distancia en la cual es obligatorio un saludo, normalmente solemos evitar a la gente que no recordamos pero sabemos que ellos nos recuerdan por esta distancia)
-Ahh.. hola Helena- Por un momento se desconcertó, que hacia ella ahí? Que hacia el ahí? Pero tras unos segundos de desconcierto recordó todo y comenzó a reír.
-Disculpa de verdad disculpa, llevo media hora aquí y me había perdido en mis pensamientos… sabes las cosas nunca son como en las películas
-Que.. quieres decir?
-Ya sabes en las películas el chico tira piedras a la ventana de la chica o manda un mensaje o lo que sea pero la situación siempre es romántica… en la vida real no pasa así…- Un perro que pasaba por el fondo comenzó a orinar y por alguna razón Albert comenzó a sentirse estúpido, no solo por reírse si no por lo que acaba de decir.
-Esto… De verdad te quiero Helena… no se que pienses pero creo que podemos solucionar las cosas.
-…Albert… yo también te quiero…- Saben la mirada a medio camino entre la pena y angustia bien esa era la de Helena.
-Una pregunta ¿qué piensas de mi?- Esta pregunta agarro desprevenida a Helena cuya mirada paso al desconcierto
-Pienso que eres una gran persona y no quiero perderte… y cosas como estas me recuerdan que no eres normal…- Albert comenzó a reír de nuevo, no lo hacía con malicia simplemente nunca había aprendido a retener sus impulsos.
-Helena tranquila, de verdad entiendo sé que no es tu culpa y sé que podremos solucionarlo, ¿me acompañas a la salida?-
-¿Te vas tan rápido?-
-Es que ya son las 10 y quisiera mantener mi record de no haber sido robado… y ya logre lo que quería-
-¿Qué querías?-
-Solo verte y saber que todo iba a estar bien- Helena se sonrojo un poco, a partir de ahí las cosas fueron como la seda hablaron un rato (si por rato entendemos 40 minutos) y luego ella lo acompaño a la salida de la urbanización en donde lo despidió con un beso que haría enorgullecer a una vieja puritana de lo recatado que fue.
Albert emprendió el camino pensando en las promesas que habían hecho, pensó en la probabilidad de que pudieran cumplirla y como se dio cuenta de que no sabía calcular probabilidades, decidió que serian del 50%. Poco podía imaginar sobre lo que pasaría los siguientes días y de que en el futuro extra; aria los días en que su mayor problema era de naturaleza amorosa.