Juan Gelman
Sea Mitt Romney o sea Barack Obama, el tercero y último debate entre ambos candidatos a la presidencia de EE.UU. sobre política exterior ha mostrado que poca o ninguna diferencia hay entre los dos en esta materia: Washington continuará con su política de guerra destinada a dominar el mundo entero y con las políticas internas necesarias para ello.
El encuentro tuvo ciertos matices antibélicos: el presidente señaló que es hora de ocuparse de EE.UU. y no de otras naciones, el candidato republicano empleó la palabra paz o pacífico diez o doce veces, pero del dicho al lecho hay mucho trecho, como le oyeron decir a Casanova. Sucede que los dos leen las estadísticas que llegan a una clara conclusión: el pueblo estadounidense está cansado de las guerras que paga con la pérdida de seres queridos y además de su bolsillo.
Un sondeo del Pew Research Center reveló que el 64 por ciento de los consultados está contra la intervención en el conflicto de Siria, el bombardeo a las tropas leales a su gobierno, como ocurrió en Libia, y el envío de armas y suministros a los opositores de Bashar al Assad. Un 57 por ciento insistió en la retirada de las tropas de Afganistán cuanto antes. El 51 por ciento quiere que EE.UU. se mantenga neutral si Israel atacara a Irán (www.peoplw.org, 15/3/12). Hay que tenerlo en cuenta en los discursos. Estuvieron, en cambio, de acuerdo en que la llamada “guerra antiterrorista” debe continuar.
Romney ofreció dirigirla mejor, pero ninguno de los dos propuso un cambio de la política asentada en las casi mil bases militares que EE.UU. instaló en cien otros países en nombre de su seguridad nacional, ¿De qué se trata, entonces? ¿De dirimir quién será el más apropiado para continuar invadiendo y cambiar regímenes considerados hostiles? Como el ex vice Dick Cheney dijera muy contento, finalmente Obama ha seguido aplicando gran parte de las políticas “antiterroristas” de su antecesor W. Bush (//thehill.com, 17/1/11). Y hasta las ha excedido y no sólo porque ordenó aumentar los ataques con aviones no tripulados (ANT) en Afganistán, Pakistán, Yemen y Somalia que tantas muertes de civiles causan. Preparó algo más, verdaderamente siniestro y aun increíble.
The Washington Post informó que Obama desarrolló secretamente en los últimos dos años un listado de presuntos terroristas de todo el mundo –EE.UU. incluido– a secuestrar y/o ejecutar extrajudicialmente (www.washingtonpost.com, 23/10/12). Ya existía esa práctica y las listas también, pero el actual mandatario estadounidense ha decidido convertirlas en políticas de Estado. El Centro Nacional Antiterrorista (NCTC, por sus siglas en inglés) bajo la dirección de John Brennan, “el sacerdote cuya bendición ya es indispensable para Obama”, se dedica a armonizar las listas de la muerte de la CIA y del Comando Especial de Operaciones Conjuntas (JSOC, por sus siglas en inglés) –el organismo militar de elite que estuvo a cargo de asesinar a Bin Laden– a fin de proceder, incluso cuando el objetivo no es alcanzable por los ANT.
“Hay un amplio consenso entre los funcionarios de mayor jerarquía del gobierno de Obama en torno de que tales operaciones se llevarán a cabo al menos a lo largo de otra década”, informa el Washington Post y cita a uno de ellos: “Es una parte necesaria de lo que hacemos… En diez años no tendremos un mundo en el que todos se tomarán de la mano y dirán ‘amamos a EE.UU.’… lo que sugiere que EE.UU. sólo ha alcanzado el punto medio de lo que alguna vez se llamó guerra global contra el terrorismo”. El artículo subraya “la medida en que Obama ha institucionalizado la práctica muy clasificada de asesinar a un (determinado) blanco, transformando los elementos ad hoc en una infraestructura antiterrorista capaz de sostener una guerra aparentemente interminable”.
Huelga decir que esto viola los tratados y normas internacionales establecidos que condenan las ejecuciones extrajudiciales. Sólo que, como señala el experto Micah Zenko en el blog del Consejo de Relaciones Exteriores, en el grupo pensante de la política exterior del gobierno Obama ha cuajado la idea de que “la rutina por tiempo indefinido de la ejecución de sospechosos de terrorismo y de hombres cercanos a ellos en edad militar es ética, moral, legal y efectiva”.
“He hablado con decenas de funcionarios en los dos gobiernos –añade Zenko– y estoy convencido de que quienes ocuparon cargos bajo el presidente (W.) Bush eran en realidad mucho más conscientes y reflexivos acerca de las consecuencias a largo plazo de estas ejecuciones que sus sucesores bajo Obama.” ¿El período de Obama fue el tercero de W. Bush, pero más avanzado? Si Mitt Romney gana las elecciones presidenciales del próximo martes, debería estarle agradecido al perdedor: le ahorró un montón de trabajo en la tarea de proseguir una guerra sin término.