Ejercicio numero 69

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La puerta tiene una serie de remaches y algunas partes rasgadas por las orillas, la cerradura es de color plata, ahí un pequeño ojo de pescado en el centro y una serie de matachos hechos con marcador, las otras puertas del recinto tienen el mismo apesto pero no están tan ralladas como esta, toco el pequeño timbre que se encuentra a la derecha un par de veces y siento la mirada de alguien a través del ojo de la puerta.

Afuera llueve a cantaros y estoy completamente mojado, llevo una chaqueta de cuero que perteneció a mi padre, un jean algo gastado y una franela negra que tiene la cara de David Bowie en su etapa de los setenta. Siento como las gotas se pasean por mi frente y se abre la puerta del apartamento, la cara del tipo está completamente agujereada y son pequeños cráteres que recubren sus mejillas y le pregunto:

–          ¿Esta Laura?

El tipo fruñe el entrecejo y agrega con cierta repugnancia:

–          Un momento espere aquí, ya la llamo

El hombre Se desvanece ante mis ojos y decido sacar un cigarrillo, para matar un poco de tiempo mientras la cara de cráter vuelve, enciendo el cigarro dificultosamente y voto el humo lentamente para calentar algo mi cuerpo, el sujeto sale y me invita a pasar, la sala del apartamento tiene las paredes blancas y una mesa en el centro con un cenicero lleno de colillas de cigarrillos, al lado de la mesa ahí un sofá viejo de cuero y un par de sillas de plástico, me siento en el sofá y apago el cigarrillo en el cenicero, luego escucho una puerta cerrarse y unos cuchicheos.

Los pasos de alguien captan mi atención, aparece Laura caminando por el pequeño pasillo que conecta a la sala, es extremadamente blanca y tiene el pelo castaño, su rostro no ha cambiado nada desde la última vez que la vi, sus labios perfectamente dibujados y su pequeña nariz son el placebo perfecto, lleva una gafas transparentes de pasta y logro observar que su miopía no ha cambiado nada, se acerca despacio con una elegancia que no logro describir, me levanto para incorporarme y ella como siempre se acerca me da un abrazo y luego me dice :

–          ¿cómo has estado?

–          No tan bien como tu pero en líneas generales mejor

Me abraza y logro oler su pelo y su piel, así debe sentirse la gracia de dios, ¿si es que existe? Una pausa invade la sala y solo nos miramos e intento cruzar una mirada cómplice pero no logro conseguirla, ella se incomoda un poco y añade:

–          ¿quieres tomar algo, una cerveza o un café?

 

Vacilo un poco antes de responder y recuerdo con nitidez nuestros años de juventud, corrió el año 2009, aun no se había encontrado una cura al sida y habían aires de cierta Confusión para todos los que intentábamos hacer algo con nuestras vidas, éramos jóvenes y rebeldes, con diecisiete y dieciocho años casi perfectos; volví a Laura y solo le dije:

–          Una cerveza no estaría nada mal

–          Bueno yo iré a buscar tu cerveza y yo me preparare un café

Ella se voltea y camina hacia la cocina, y observo sus esplendidas piernas, me siento en el sofá y enciendo otro cigarrillo, vuelve la memoria cargada de imágenes y visiones de los días anteriores y las horas, las frustraciones de la edad y el malvivir constante de esa manía de darle una puta explicación a todo, en esa entonces yo estaba completamente loco por la lectura de Bukowski y me sumergía en mares de alcohol barato y noches eufóricas producidas por la coca.

Los locales eran mi segunda casa, en algunos tantos como yo que perseguían ese sueño de decadencia absoluta éramos los príncipes hasta las dos de la mañana, sin embargo los bares luego de cierto tiempo perdían toda humanidad y su clientela cambia de amantes de la bebida ocasional a borrachos indeseables sin dinero para pagar la cuenta, así como otros personajes de la noche como gibaros, putas y dementes. Cuando conocí a Laura fue una inyección de energía y me aleje de ese mundo por razones obvias, ella era un Ángel guardián que me daba cierta esperanza y me ayudaba sacar mis demonios.

Desde luego mientras recordaba todo esto, ella aparecía con la cerveza y el café para nuestra conversación infinita, después de unos sorbos de mi cerveza y ella de su café, nuestros ojos se unieron en una mirada y me fui acercándome lentamente a su boca con cierto miedo, y la bese con ternura un pequeño juego de labios, mis manos recorrían su cabello mientras las suyas acariciaban mi rostro lentamente. Dos horas después nos unimos en una danza rota, seduciendo a la amargura con ternura en su cama. Y observe su cuerpo pálido y desnudo con varias cicatrices en su espalda que formaban un pequeño rompecabezas con algunas piezas faltantes.

Mientras ella seguía dormida del lado izquierdo de la cama-          No hay nada mejor que un asesinato para poder explicar la vida.

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