Soy un economista frustrado. La estudié como primera carrera en la UCV pero no pude culiminarla con éxito por mi natural desdén hacia las materias de cálculo. En cambio, obtenía las mejores notas en las asignaciones teóricas. Corrí la arruga por tres años y al final la academia me venció con su estructura ferrea de matemática pura. No había lugar en la facultad para amantes de la vertiente filosófica y humanista de la especialidad. Luego me cambié a Comunicación Social y me gradué en 5 años. Desde allí voy a hablarles sobre el tema del día: la escalada del dólar paralelo. Intentaré explicarme con palabras sencillas, al contrario de mis rebuscados y solemnes maestros(salvo la excepción del brillante Don Julio Planchart).
Para decirlo claro y raspado, la economía nacional del Chavismo es pura ciencia ficción, es un holograma, es un parapeto, es un mentira.
La farsa comienza con la moneda nacional, un papel mojado y una máscarada del dólar, pues el país depende del precio internacional del barril de petróleo y de las importaciones extranjeras. En adelante, todo funciona por un asunto de discurso y de demagogia. Se habla de revolución socialista. En realidad, reina el capitalismo salvaje, donde la nomenclatura juega con la devaluación como en un casino, como en una vende paga de las Mercedes.
Echan a correr un rumor, hacen subir los precios del dólar paralelo, preparan psicólogicamente a la gente y luego tiran el golpe de estado, al anunciar el nuevo precio del dólar regulado. Así, según pronósticos, el dólar Cadivi subirá de 4 a 6 en el mejor de los escenarios. Máximo 7 u 8.
En consecuencia, la ola especulativa se disparó en las últimas semanas. La lechuga verde ya superó la barrera subjetiva de los quince bolívares, con tendencia a alcanzar un pico de 22. Naturalmente, cuando anuncien la devaluación, la cifra se estabilizará al triple del precio real. Es decir, de subir a 6, el paralelo se montará en 18 durante un buen tiempo.
Semejante sistema solo beneficia al gobierno, porque le permite saldar sus deudas e incrementar el gasto en propaganda directa e indirecta por medio de misiones y dádivas.
Por supuesto, la trampa alimenta la corrupción de la insaciable burocracia oficial, convertida en un monstruo de mil cabezas, en un pulpo con tentáculos enormes. Perderá el ingenuo soberano, el ciudadano común, a merced de la inflación y de su correlato en inseguridad.
Nuestro comunismo caviar es así. Empobrece al miserable proletario, condenándolo a sobrevivir con un salario de país africano. Enriquece al boliburgues y al militar, asociado al negocio. A dicho estamento, Aristóteles lo llamaba aristocracia. Los rojos rojitos le dicen «democracia perfecta».
En efecto, es una plutocracia sectaria fundamentada en el control ideológico de la renta pública. La utilizan para ganar elecciones, subir cerro y mantener al rebaño aplacado a través de la televisión, mientras los magnates de Miraflores viajan en avión privado y se frotan las manos a escondidas.
Definitivamente, ser rico no es tan malo. Lo peor es creerse el cuento del hombre nuevo. Paz a sus restos.