Desde hace años hay una guerra interminable entre Israel y el pueblo palestino. ¿Cuál es la salida?
Hubo planes e incluso acuerdos de paz. Pero naufragaron uno tras otro.
Esos planes se basaban en la idea teórica de marchar a dos Estados separados: Israel y Palestina. Yasser Arafat, dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), aceptó esta idea y firmó con Israel el tratado de Oslo en 1992. Arafat reconoció a Israel y sólo pidió un Estado palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, sólo un 22% de la Palestina histórica. Israel aceptó una administración autónoma, sin soberanía, sobre una porción de Gaza y Cisjordania, que se convertiría en el futuro Estado. Gran parte del pueblo palestino aceptaba este acuerdo tan desventajoso porque pensaba que así habría por fin paz.
Pero en la práctica, el Estado de Israel jamás aceptó ningún derecho palestino a un Estado propio, ni siquiera en esos pequeños territorios. Después de ese acuerdo, envió a 400.000 colonos a Gaza y Cisjordania, ocupando las mejores tierras y quedándose con el 95% de las fuentes de agua, adueñándose también de Jerusalén Este. Erigió un muro que está recortando los territorios habitados por los palestinos quitándoles el 48% del escaso territorio que les quedaba. Por si esto no bastara, periódicamente Israel les destruye sus fuentes de agua, le tala los olivos, bombardea centrales eléctricas y universidades, entre otros atropellos.
Sionismo: colonialismo imperialista
El sionismo nació como un movimiento de extrema derecha judío a fines del siglo XIX. Era muy minoritario entre los judíos. Pero llegó a un acuerdo con el imperialismo inglés para colonizar Palestina. Fue el imperialismo angloyanqui, y el genocidio nazi, lo que le dio respaldo para concretar su objetivo colonialista. Centenares de miles de judíos europeos sobrevivientes del holocausto fueron utilizados como carne de cañón para dominar Medio Oriente aplastando al nacionalismo árabe. Se propuso desde su origen expulsar a los palestinos. En 1948, el acto fundacional del Estado de Israel fue la expulsión de casi un millón de palestinos con métodos terroristas a cargo del Irgún, la organización paramilitar sionista.
Actuando como gendarme de los imperialistas, en 1956, los israelíes, con apoyo de Inglaterra y Francia, atacaron Egipto, que había nacionalizado el canal de Suez, y se apoderaron de parte de la península de Sinaí. En 1967 desataron la llamada Guerra de los Seis Días y terminaron de ocupar todo el Sinaí, Gaza, Cisjordania y las Alturas del Golán; en Siria expulsaron a otros 500.000 palestinos a los países vecinos.
En 1973 Israel atacó de nuevo, en la llamada Guerra de Iom Kipur. En 1978 invadió el sur del Líbano. En 1981 los aviones israelíes bombardearon reactores nucleares iraquíes y también atacaron Beirut. En 1982 perpetró las masacres de los campamentos de refugiados palestinos en Líbano (Sabra y Chatila).
Israel es un enclave imperialista en Medio Oriente, como lo fue el Estado del apartheid sudafricano para Africa. Su propia economía es artificial, basada por un lado en el despojo permanente a los árabes y en la enorme ayuda económica y militar norteamericana. Israel se desmoronaría en meses sin el sostén de los yanquis.
Estado terrorista y racista
Israel es un Estado con legislación racista y métodos terroristas para expulsar una y otra vez a los palestinos más y más lejos de su tierra original. E incluso ocupar partes de países vecinos, como ya lo ha hecho.
Como lo expresa Danielle Bleitrach, profesora universitaria francesa de origen judío, “la única solución es suprimir el Estado de Israel, la entidad estatal que tan dañina está resultando para todos, para los palestinos, para Oriente Próximo, para los judíos de la región y los de todo el mundo. Ese Estado, pura creación colonial, mediante el cual, desde sus orígenes hasta hoy, los europeos y los occidentales hacen pagar el genocidio nazi a unos pueblos de Oriente Próximo que no tienen absolutamente nada que ver, es una monstruosidad moral y política” (www.rebelion.org).
Sólo puede haber paz con la destrucción de ese Estado (como se destruyó el Estado sudafricano racista blanco del apartheid) para formar en todo el antiguo territorio palestino – lo que incluye al territorio que Israel actual considera suyo más Gaza, Cisjordania y Jerusalén- lo que reclamaba el programa histórico de la OLP hasta los acuerdos de Oslo: una Palestina laica, democrática y no racista, con derecho al retorno de millones de refugiados palestinos, con devolución de sus tierras, casas robadas por Israel y plena ciudadanía. Esto significa un Estado en el que no exista supremacía racial ni religiosa, adonde ateos, judíos, cristianos, islámicos y otros credos, convivan en igualdad de derechos culturales y políticos, adonde sean castigados los militares y políticos genocidas de Israel. Los palestinos, incluyendo a los de Gaza y Cisjordania, más los que retornen, serían legítima mayoría.