Venezuela en una cola

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El hábitat natural del venezolano es la cola. Negarlo es echar al trasto doscientos años de vida republicana  bananera. Siempre hemos estado en una cola, y la razón es sencilla: Quien está en una cola espera por algo.

Venezuela es el país del futuro, y sus ciudadanos habitantes, los habitantes del futuro. Digo esto no por ser esta una tierra de gracia siempre a la vanguardia en sus maneras, sino por su promisorio y siempre por llegar porvenir. Así han trascurrido dos siglos desde la instauración de la Primera República hasta el despropósito que algunos se han atrevido llamar Quinta República.

Siendo pionera en los gritos independentistas en el cono invertido que dibujan geográficamente nuestros países sudamericanos, Venezuela se hizo un nombre como la cuna de “El Libertador de 5 naciones”. Bolívar y Miranda no fueron más que aquellos que llegaron al cartel de cerrado y empezaron a hacer su cola. Pero como en toda cola venezolana un grupo ávido por conversar y ponerse al día se “amuñuñó” en lugar de apegarse al clásico y primermundista “uno detrás de otro”. Y así se fue acumulando la gente detrás: los Páez, los Zamora, los Guzmán Blanco y hasta los compadres que se dan puñaladas por la espalda; todos con sus pequeños grupos, conversadores todos y coleando al que puedan, haciendo la espera más larga y la cola más extensa.

Llegó el siglo XX y ya la cola describía más bien una tenia desnutrida con chichotes por doquier. Y le cayó más mierda al abanico y ya no era sólo poder, sino también oro negro lo que anhelaban los chichotes de la cola. Y todos en el país hacían su cola, y haciendo honor a su historia los que podían coleaban amigos y conocidos: en Venezuela, siempre es bueno conocer a alguien adelantado en la cola.

A veces parecía que avanzaba, pero todo era una ilusión óptica, tan sólo los grupos de conversación se hacían más grandes y acortaban la distancia. Y durante un bojote de años dos grupos se turnaron para tratar de enderezar la ya desordenada fila, pero sólo la volvían más enredada y asfixiante para aquellos que desde atrás trataban de hacerla recta. Y después de ese bojote de años a alguien se le ocurrió dividir la cola en dos toletes, pero aunque se hizo más corta, ya no era una sino DOS COLAS, e igual ninguna avanzaba.

Y así Pedro Pérez se levanta todos los días; y fiel a la tradición republicana, se monta en su carcacha y hace la primera cola del día: un estacionamiento vertical que de vez en cuando se mueve. No se preocupe si usted no tiene suerte como Pedro Pérez, ir “espalda con espalda” en una buseta es también una forma de hacer cola. Y después de una culebrera en el banco para retirar lo que queda de la quincena, se arruina en otra fila para pedir un “McCombo del día” y un sundae sin maní. Pedro Pérez terminará la tarde en la espera por un pote de leche, pero sólo uno, no vaya a ser que las demás personas en la cola se arrechen. Y antes de acostarse, para colmo de males, un dolor de cabeza marital lo obligará a pedir “cola pal cielo”, aunque ahora tenga la palabra cola otro significado. Y usted, ¿Cuántas colas hizo hoy?

Así que ciudadano, haga su cola, procure hacerla de la forma más civilizada posible, no meta a nadie y converse con el de detrás y delante sin mirarle a los ojos. No se apretuje ni lo arrecueste que hace la espera menos llevadera para los demás; y sea paciente, que quizás algún día llegué el funcionario que quite el cartel de “cerrado”, ponga orden y enderece y haga avanzar la cola. Si se le hace muy larga la espera, sálgase de la cola y váyase a otra que avance; hágalo sin mucha alharaca y consciente que le tocará hacerla desde el final. Yo le recomiendo esto último.

4 Comentarios

  1. «y converse con el de detrás y delante sin mirarle a los ojos»
    Que vaina tan terrible esta.
    Le añadiría; «….. y haciendo como que se va o que ha terminado la conversación para luego volver a la cola….»

  2. Y sin hablar de la cola de zapatero que usamos de cuando en cuando para reparar (por un tiempo muy corto) alguna suela suelta de un zapato, por hacer tantas colas.

  3. Si, seamos todos, unos buenos clientes obligados de este sistema, o sea, como decía Uslar: Pendejos. Nota: Aquí los que ganan son los que venden café y alquilan sillas.

  4. El dolor de cabeza marital no obliga a pedir cola p’al cielo, tiene chance todavía, a menos que sea migraña. En ese último caso, quizá tenga que hacer alguna cola para una consulta médica / resonancia magnética (¿para eso también se hace cola?).

    Pero la peor de todas las colas, a mi parecer, es una de esas para pagar nada más.

    ¿Será que en algunos negocios no han estimado la cantidad de plata que «pierden» por unidad de tiempo cada vez que hay cola, es decir, casi siempre?

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