El chavismo es Schadenfreude

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Schadenfreude. O el placer morboso que algunos obtienen al ver las desgracias de otros. Ciertamente, un tipo de ¿conducta? ¿emoción? que no resulta nada nueva. Los romanos, que no sólo se deleitaban con el regular (y muy común, para ellos) espectáculo de sangre y sudor en la arena del coliseo (el ludus gladiatorius), adoraban las ejecuciones públicas (Circenses), donde podían observar sin ningún tipo de censura o restricción a hombres o mujeres siendo destrozados y/o comidos vivos por bestias salvajes, peleas de espadas entre mancos, enanos o ciegos (una manera «jocosa» de darle un giro friki al combate de gladiadores, utilizando a cuanto pobre desgraciado tuvieran a la mano) y representaciones teatrales de la mitología griega y romana (donde podían presenciar, por ejemplo, la escenificación del rapto de Europa, o lo que venía siendo lo mismo, la violación de una mujer por un toro)

II

Debemos tomar en cuenta, claro está, que los cánones de moralidad, y las sensibilidades de la sociedad romana (una sociedad de más de dos mil años de antiguedad) eran bien diferentes a las nuestras. Los romanos, al igual que muchas sociedades del mundo antiguo, consideraban lícito (e incluso, bastante lógico y práctico) el infanticidio, o la nada edificante costumbre de abandonar a su suerte a los recién nacidos que resultasen físicamente poco aptos, o «de carácter enfermizo». Tampoco miraban con malos ojos la práctica de la pederastia (vale notar que esta «iniciación» en el mundo de los adultos, era más griega que romana).

Pensemos un poco en el siguiente ejemplo, que nos ayudará a entender lo que nos separa de los romanos (que no es sólo la pila de años de por medio): ¿Cómo eran tratadas (hasta bien entrada la década de 1960) las mujeres que decidían (bien fuera por accidente, o voluntariamente) ser madres, y parir solteras? ¿Eran recibidas por todo lo alto dentro de su círculo social, o eran más bien escondidas, desterradas de la esfera pública? Recordemos por un momento la tragedia de Libertad Lamarque en «El pecado de una madre«.

III

Pareciera que, si bien estamos bastante lejos (en cuanto a moralidad) de esas sociedades del mundo antiguo, hay algunos rasgos de ese denominado placer morboso que todavía compartimos con ellos. Alejandro Amenábar se planteaba esa interrogante en Tesis (1996), película que trataba con particular genio el tema de las cintas snuff, y que dejaba como interrogante (y «punta» al espectador) el cuadro o escena final: La protagonista (con ojos expectantes) a la espera de su horrible final… (¿Y ahora, que pasa? ¡Yo también quería ver!)

IV

Lo que nos lleva al presente, a nuestro ahora y nuestro ya, donde una ex-juez (la Dra. Afiuni) personaje que lleva tensión a la relación chavismo-oposición, cuenta a los medios de comunicación venezolanos su odisea en el INOF, donde fue violada y embarazada (presumiblemente, por un guardia nacional) golpeada, desatendida médicamente durante meses, y humillada en todas las formas y maneras posibles. Esos medios publican la sensacional noticia en las redes sociales, y la reacción es casi inmediata: Los partidarios de oposición, indignados. Los chavistas, dudosos, desafiantes y sarcásticos. Más que sarcásticos: Con satisfacción morbosa (casi inmisericorde) en sus comentarios.

V

Más allá de la duda que puedan tener esos partidarios del oficialismo acerca de: a) la inocencia o culpabilidad de la Dra. Afiuni, b) el papel de Hugo Chávez en su condena, o c) la veracidad de sus declaraciones… ¿Que puede mover a una persona a postear en un foro público como Facebook o Twitter (o la sección de comentarios de Últimas Noticias)«¿Y ahora inventa que la violaron? ¿Quien va a querer cojerse a esa vieja mantecúa? ¡Prefiero hacerme la paja!«. Definitivamente, no creo que sea empatía…

Lo que pareciera moverlos, más bien, es puro Shadenfreude. Pura y simple satisfacción malsana de ver como alguien la pasa mal. De palpar como a alguien le joroban la existencia. De comprobar como a alguien lo joden (en todos los sentidos). Sin importar que poco (o que tanto) la propia existencia de estos individuos este también jodida, lo importante para ellos es que alguien la tiene más jodida. Me robaron en el Metro, no me pagaron el aumento, me tuve que calar tres horas de cola y el sueldo no me alcanza. No importa. A esa escuálida la jodieron. Y la jodieron más de lo que me han jodido a mí  (inserte aquí risa maligna).

Como diría el personaje de Jack Nicholson en As Good as It Gets («Mejor Imposible», 1997): Lo que te lo hace difícil no es lo mal que te haya ido, sino lo molesto que estás porque a otros les haya ido bien.

VI

El Schadenfreude está bien presente, y no es exclusivo de nuestra disfuncional y muy dividida sociedad venezolana. Lo podemos observar a través de nuestras pantallas de TV, en ese colorido mamotreto que algunos llaman Reality TV, donde cientos de personas (alrededor del mundo) se prestan para un ritual semanal de «humillación televisada» (ritual que otros cientos de miles esperan cada semana con ansia). Nada más hay que recordar el terrible (Dios, ¡Que terrible!) programa dirigido por el magnate de la construcción Donald Trump, cuya catching phrase, utilizada para la promoción del show (y de Trump) era: ¡ESTÁS DESPEDIDO!

Pero nuestro Reality es más ácido. Y más preocupante. Es el Reality de una sociedad profundamente enferma. Es el Reality que semana tras semana, muestra a un colectivo que se regodea una y otra vez en la desgracia ajena, y con lo que cree que otros merecen tener como castigo. Es el Reality de una sociedad donde se ha extinguido definitivamente el perdón. Donde la convivencia es más escasa que el azúcar (o el Mazeite)

Y es que el chavismo, señores, no puede alimentarse de otra cosa que no sea Schadenfreude.

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