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Maracaibo 2012: Crónica Negra y Roja de una Ciudad con un Lago Verde


De regreso de Maracaibo, una de las ciudades más eclécticas, neobarrocas, posmodernas, distópicas, caóticas, peligrosas y apocalípticas del país, tanto como Caracas pero con el triple de calor e intensidad solar.
Puede ser uno de los mejores lugares de Venezuela para filmar en hora mágica.
Sus atardeceres son épicos, impresionistas, pictóricos y hermosos.
Cuando cae la noche, el paisaje adquiere tonos de película negra de ciencia ficción, bajo el fondo petrolero del Tablazo, pequeña y gran antesala al infierno al estilo de «Blade Runner».
Siguiendo con las analogías, la capital del Zulia parece una proyección tercermundista de Los Ángeles, según la óptica de Robert Altman en «Vidas Cruzadas».
No hay simetría y orden estético entre calle y calle. Ello significa uno de los atributos y debilidades del contexto.
Por un lado, le concede una extraña personalidad de urbe cosmopolita de la franja BRIC en perpetua mutación, a la forma de Sao Paulo o Mumbay, con sus enormes contradicciones y desigualdades sociales.
Por el otro, le confiere un aspecto irregular, carente de identidad, donde el comercio y el control político definen la agenda de la fachada.
En un municipio, descubres una plaza tomada por hipster, jóvenes y parejas de clase media. Alrededor hay restaurantes con precios de comedero de lujo.
Luego adelantas cien metros y te consigues con un vertedero de basura, rodeado por indigentes, zamuros y niños desnutridos.
Volteas la mirada y contemplas la decadencia del Lago, consumido por la lenteja verde y la contaminación.
Imagino la ocasión de ver una secuela de «Godzilla», protagonizada por una iguana capáz de destruir el puente, como castigo bíblico del cine de catástrofe.
Nuevas especies radioactivas habitan en su seno, como los peces de Springfield y «Diarios de Chernóbyl».
Por fortuna, la gente redime a Maracaibo con su afán de permanecer y resistir a merced de las adversidades del entorno.
Conocimos a colegas increíbles y a individuos especiales. La creatividad florece y cunde.
Los taxistas son de partirse de la risa.
Tuvimos problemas con los encargados de prestar servicio, de mesoneros para arriba. Algunos no superan el pique mutuo.
Constantamos el grado de penetración del chavismo en zonas castigadas por la crisis. Lástima porque la presencia del gobierno, no redunda en depurar las condiciones de existencia de los locales.
No hicimos turismo fashion. Apenas nos alcanzó el tiempo de visitar el impresionante Centro de Arte, Lía Bermúdez. Dios lo tenga en la gloria junto con la Chinita.
Pocos de su categoría en el mundo. Confieso: varias lágrimas se me salieron en su interior, conmovido por su belleza.
Sin embargo, el grueso de la aventura, la vivimos en uno de los barrios duros y apartados del centro. Compartimos la precariedad y la falta de servicios públicos, a pesar de los gastos en misiones y propaganda.
Aun así, aprendimos lecciones de humilidad, dignidad, madurez y emprendimiento. Ante la ausencia de las autoridades incompetentes, los maracuchos responden y resuelven.
Partí de allí con la convicción de regresar para seguir nutriéndome de su cultura y su afecto.
Gracias Maracaibo por tu hospitalidad.
PD: pierden demasiados cobres en publicidad. Pablo Pérez imita a Hugo Rafael, Arias Cárdenas imprime sonrisas falsas y los burócratas de PDVSA caminan con pose de guapetones de esquina. Encarnan los peores vicios y estereotipos de lo maracucho. Constituyen la enfermedad, no el remedio.
En paralelo, el materialismo histérico amenaza con devorar la humanidad de la mayoría. Una tragedia colectiva y nacional. La apariencia, la codicia y la ignorancia nos llevan locos. Creamos una nación de iletrados arrogantes y bonchones, fáciles de manipular y corromper.
Preocupante.

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