panfletonegro

Qué Detectives: Más Perdido que Moncho Martínez haciendo Cine


Debe ser con justicia la peor película del año, muy por encima de «Er Conde Bond». Al lado de Moncho Martínez, Benjamín Rausseo es Kurosawa. Por algo los créditos son tan extraños. Carlos Daniel Malavé la firma como «director técnico».
Con todo respeto, yo no me atrevería a estamparle mi nombre a semejante disparate. El realizador había progresado con «El Último Cuerpo».
Ahora echa para atrás con una comedia fallida y penosa, donde el humor brilla por su ausencia, mientras una agresiva campaña de publicidad por emplazamiento se devora a su nulo y arbitrario guión, lleno de lugares comunes y giros de aficionado.
Ello sucede por el irrespeto criollo a la profesión. Los productores de un programa de televisión exitoso se sienten con la capacidad de hacer un largometraje. Pero fracasan por su clara ignorancia del oficio. Subestiman al público y sobrevaloran su escaso talento para plasmar un argumento en imágenes.
Humildemente, debieron conformarse con entregar una edición especial de su formato para la pantalla chica, tal como lo conciben los chicos malos de «Jackass».
El personaje de «Qué Locura» apenas da para sostener un sketch de cinco minutos, a punta de frases hechas y situaciones predecibles.
En hora y media, provoca hastío, bostezo y desagrado. La acumulación de estrellas de la farándula, tampoco aporta la menor frescura.
Diosa Canales y compañía figuran para posar con sus cuerpos de narco modelos y muñecas inflables, sin identidad. Hay chistes homofóbicos y machistas por doquier.
El Potro Álvarez y Coquito protagonizan cuñas descaradas de marcas decadentes. La historia se diluye entre la banalidad y el estiramiento de anécdotas remanidas, como la conquista del Kino Tachira, el secuestro de un perro y la pesadilla del final. Tres pretextos de manual. Me pregunto por la viabilidad y el futuro conceptual de dichas propuestas, más allá del comercio y el culto de la personalidad. ¿Necesitamos realmente películas así de sonsas, inanes y políticamente correctas? ¿Cuál es el sentido? ¿No hay otras prioridades económicas y sociales en el país? Preferiría ver el dinero de «Qué Detectives» invertido en la construcción de un centro de salud, un hospital o un fondo de pensión para actores jubilados.
La verdad es distinta. El film constituye el síntoma de una enfermedad de la industria local. Se llama pragmatismo y su apellido es la improvisación. A la postre, la gracia nos costará caro. Por lo pronto, es un bochorno audiovisual.
Yo no pienso justificarlo o defenderlo.
Menos quedarme callado ante su despropósito.
Nos merecemos un cine mejor.
Imposible comparar con la televisión. A lo sumo, cabe la analogía con las piraterías de la explotación tercemundista. El digital abarata presupuestos, al precio de robarnos la calidad.
Preocupante su autocensura y su repercusión en taquilla. Fui al mediodía y solo éramos cuatro en la sala. ¿La audiencia empieza a castigar la mediocridad con el látigo de su indiferencia?
Con razón se la dedican a Hugo Carregal.
El diseño gráfico y la participación de Guaco le proporcionan la guinda a la torta del malvavisco asado.
Último hijo no reconocido de Ed Wood en Venezuela. Una legión en proceso de expansión en tiempos de dictadura boliburguesa.
No entiendo la fotografía, los problemas de sonido, la ausencia de continuidad, la impericia narrativa y los diálogos estancados, desinflados.
Me quedó con el show original. Su conversión en ficción resulta decepcionante.

Salir de la versión móvil