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Entre la tristeza y la furia

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Una respuesta invertebrada

 

Caracas es una de las ciudades más tristes que conozco. La tristeza de Caracas nada tiene que ver con la tristeza de las ciudades europeas. Las ciudades europeas exhiben orgullosamente su tristeza. Caracas, en cambio, la oculta como si de un estigma se tratase. Como si fuera un sentimiento maldito.

 

Los vídeos de Burgueses & Bohemios son una manera de ocultar la tristeza. ¿Quién puede esgrimir un argumento a favor de sus vídeos? Muchos, supongo que muchos; pero, quizá, no quieren publicar sus sesudos argumentos en esta página. O quizá la resaca de vodka y magdalenas radioactivas no les permite escribir con la claridad suficiente.

 

Si algo requiere Caracas es una legión de aguafiestas. En Panfleto Negro, además del todopoderoso Pratt, considero que hay tres: Ulive, Monsalve, Silva. Yo espero que sigan publicando textos incómodos. Que le escupan a la gente que Caracas no es un salón de festejos, sino una funeraria, un cementerio infranqueable. Yo espero que algún día aparezca el escritor que diseccione a Caracas como Fernando Vallejo diseccionó a Medellín. El escritor que mueva los cimientos de la ciudad con una novela a caballo entre la tristeza y la furia.

 

Enrique Santos Discépolo definió el tango como »un pensamiento triste que se baila». La salsa brava también es »un pensamiento triste que se baila». Por supuesto, hay que hurgar detrás del ritmo festivo para encontrar la tristeza. El tango, sin duda, es más directo en ese aspecto. Menciono la salsa brava porque no puedo imaginar a Caracas sin escuchar la voz de Héctor Lavoe agonizando en una esquina.

 

La tristeza nos permite ver el sufrimiento plasmado en todas las cosas que hace el hombre. Nos permite reconciliarnos con la poética de nuestro desastre. No me refiero a la depresión. La depresión, palabra excesivamente empleada, paraliza el cuerpo y el espíritu. Nunca he pretendido una sociedad depresiva. Pretendo una sociedad que, de vez en cuando, asuma sus estados de tristeza. Con naturalidad. Con calma.

 

José Ignacio Cabrujas fue un maestro de la nostalgia. Creo que pocos como él han narrado de una manera tan lúcida el desmoronamiento de Caracas. Sus textos me enseñaron que es imposible no sentir tristeza -prima hermana de la nostalgia- al comprobar que la casa donde crecimos ya no existe. Que es imposible no sentir tristeza recorriendo la Cota Mil mientras la noche acaba devorándonos a todos.

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