Hay cosas que son tan horribles que uno tiende a olvidarlas, que no son concebibles y pronto caen en el olvido, fenómenos extraños en una situación más o menos normal. Así como uno se despierta horrorizado de una pesadilla horrenda y poco a poco recupera la compostura, así, hay episodios que poco se recuerdan, o a los que les quitamos hierro para poder seguir viviendo y no apreciar la dimensión real de la situación que estamos viviendo.
El episodio de Andrés Izarra cagado de la risa en CNN mientras escuchaba las cifras de muertos por violencia pertenece a esa clase. De otro modo no se explica que nadie lo traiga a colación en estos momentos, cuando miles de chavistas llenos de pura indignación moral critican y hasta se cagan en las almas de esos malvados escuálidos que se burlan del estado de salud del Presidente. Apátridas, víboras sin compasión que son incapaces de respetar el dolor ajeno. Muy bien, señores. Lástima que ninguno de ustedes se indignó tanto cuando Andrés Izarra, sirviente público pagado con mi plata y la de los deudos de tanto muerto, se carcajeó a mandíbula batiente en TV de nuestros muertos. No sólo era grave que un ser tan carente de empatía y sin un mínimo de decencia ni tacto hubiese llegado a donde estaba Izarra, sino que no fue despedido, se le permitió seguir en su puesto y luego fue recompensado con cargos aún mejores. Las plañideras de Chávez hoy se dan golpes de pecho, pero antes daban la callada por respuesta, un silencio cómplice y vergonzoso, cuando no se reían socarronamente junto a Izarra, con excusas inverosímiles como que se reía del bigote de Briceño León, ignorando el problema real, que hoy es aún más grave que en aquel entonces.
Vienen estos seres hoy, a pedirnos respeto y decoro por el responsable de un gobierno que permitió que hoy 21000 hijos, hermanas, madres, padres, amigos no estén entre nosotros y que se burló de nuestro dolor, que se río en público de nuestros muertos (imagínense lo que dicen en privado). A que el respeto que ellos no tuvieron por 150.000 lo sintamos nosotros por 1. Verdugo no pide clemencia. Si mataron a hierro, ahora mueran a hierro y cálensela. Lleve.
¿Qué no les gusta? Que les sirva de lección, que nada es eterno en esta vida y que a quienes pisaron para subir nos van a encontrar de bajada. En 20 días o en 20 años.
Ríanse, pues.
Eso sí, dejen el drama barato de andar pidiendo respeto cuando el mismo enfermo no tuvo respeto por su enfermedad y decidió afrontar una campaña enfermo de cáncer y diciendo mentiras antes que ceder el poder.