Frank Coraci debe ser uno de los cineastas más subestimados de su tiempo. Solo lo aprecian y valoran en ciertos ámbitos. Pero la academia lo ignora. Podría competir en el apartado de comedia de los Globos de Oro.
Sin embargo, no hace el tipo de cine defendido por los ortodoxos miembros de la prensa extranjera. Alcanzó la fama por trabajar con Adam Sandler en “The Wedding Singer” y “The Waterboy”, dos diamantes en bruto celebrados por los incondicionales del dueto.
Ahora ambos regresan a la pantalla con “El Maestro Luchador”, una de las sorpresas de la temporada, cuando el Óscar acapara la cartelera.
Es de agradecer el estreno de una cinta así de honesta y divertida en tiempos donde la solemnidad y el melodrama nublan la percepción del espectador. La gente termina identificando al buen cine con la tragedia y la épica histórica de biografías como “Lincoln”.
Nadie le quita lo bailado a Steven o le desconoce méritos a su corriente. A pesar de ello, es un equívoco tomarlo como filtro para descartar otras piezas de un origen distinto. Es el caso de “Here Comes the Boom”, título original del film de marras protagonizado y escrito por Kevin James, bajo el respaldo del binomio de oro antes mencionado.
Básicamente, el largometraje transpira humanidad, dignidad y sentido del humor por los cuatro costados, al narrar la historia de un profesor mediocre y apático, quien recupera su autoestima a punta de golpes, para evitar el cierre del curso de música de un colega de la escuela, interpretado por el querido Henry Winkler, una leyenda viviente cuyo personaje recupera lo mejor de su arte escénico en el rol de un instructor de una orquesta infantil. Interesante la comparación con el Sistema de Abreu, receptor de un presupuesto envidiable y a la vez discutible por la desatención de otros espacios de la cultura.
Por el contrario, un colegio en estado de crisis, afectado por la depresión, emprende una serie de recortes para salir del atolladero económico. Una de las víctimas es el semillero de compositores y conductores, del dueño de la batuta. Entonces, la solidaridad del héroe entra en acción. La estrella de “King of Queens” se pone las mallas y entra en una liga de luchadores de mala muerte, con el propósito de reunir dinero y ayudar al amigo.
El argumento sería una versión absurda y chistosa de “The Warrior”, con un mensaje similar de superación de la adversidad, a base de exponer el cuerpo a un calvario, a falta de respuesta del estado. El individuo, ante la ausencia de gobierno, debe responder como puede y no dejarse arrebatar su futuro. Es un relato conocido y explotado desde “Rocky”.
También evocaría el esfuerzo solitario y ascendente de “Real Stell”, amén de las coreografías simpáticas del gladiador bizarro.
Pero lo curioso es la singular química surgida entre los caracteres, a la búsqueda de su pedazo robado e hipotecado del sueño americano.
Detalles como el final almibarado y el romance forzado con Salma Hayek, son predecibles y prescindibles. Parte del contrato para obtener la validación de los inversionistas.
Lo interesante radica en el contrabando del subtexto, siempre enaltecido por un desempeño audiovisual impecable.
El rodaje de las secuencias de pelea, merece estudiarse con lupa, por el uso de planos subjetivos y encuadres virados, idealmente ensamblados por el montaje de choque.
La cámara sabe emplazarse en el lugar correcto para describir con agilidad la trama del guión.
Por último llega el apreciado compromiso de la moraleja: al país solo lo salva la unidad al margen de barreras raciales, políticas y financieras. ¿Les suena a cliché? En “Norman Rae” ocurría lo propio en un entorno sindical y nadie se molestaba.
Por tanto, le compro el derecho a Kevin James de abogar por banderas como la tolerancia, la inclusión y el respeto por las minorías desamparadas.
Los miserables toman la palabra en el Hollywood posmoderno. ¿Una trampa de la demagogia?
Lo prefiero a la evasión criolla, si me permiten la relación incómoda. Acá optamos por vendarnos los ojos frente a la realidad. El Conde es la prueba.
Buena opción para el día del maestro. Funcionó en mi. Salí inspirado de la sala y con ganas de compartirla con mis alumnos.
El rollo de la educación tiene solución, si todos ponemos de nuestra parte.
Los profesores necesitan recobrar la comunicación con sus estudiantes.
Sea como sea, no tiremos la toalla y continúemos en la pelea.
A Claudia le gustó su parentesco con «Fight Club».
Clase de antropología y biología a mamporros.