El 23 de enero fue una fecha histórica, posteriormente celebrada como un triunfo de la sociedad civili organizada y los partidos políticos en contra de una dictadura militar.
Lo vimos en la película de Oteyza.
Hoy el gobierno, en su permanente manipulación del calendario patriótico, pretende utilizar el día para consolidar a una ilegítima junta de uniformados bolivarianos en el poder.
La revolución convocará a otra de sus marchas y tomas de Caracas, con el único objetivo de hacer campaña adelantada, afianzar al electorado del PSUV, enviarle un saludo al comadante enfermo y evitar cualquier conato de repetición de la gesta heroica de 1958.
En el fondo, ellos tienen mucho miedo de perder el coroto como Marcos Pérez Jiménez.
Por ende, los invito a no caer en las confusiones sembradas por la propaganda roja.
Ayer, para mayor inri, le pegaron unos puñetazos a Julio Borges en la Asamblea, mientras Diosdado alardeaba de su condición de guapo y apoyado delante de Ismael García, casi al punto de citarlo a la salida, como en la escuelita del Chavo.
Vaya forma rastrera de faltarle el respeto a los venezolanos en la víspera de la conmemoración de la huída del tirano. Yo estoy plenamente confiado, porque el tiro les explotará por la culata.
En sus manos, guardan un papa caliente y no saben cómo enfriarla. Se montaron en una olla de presión. El futuro les pasará factura.
Es un momento para elevar banderas como la resistencia, la disidencia y el derecho a la libertad de expresión. El chavismo debería inhibirse de armar relajo y soltar a sus presos políticos, en un acto de buena voluntad. Por supuesto, fingirán demencia con su disfraz republicano y constitucional.
Pronto recuperaremos la democracia acorralada por caudillos resentidos.
Son eventos cíclicos.
