¿Por qué no creo en los guapos del teclado?
Fácil, el mío, porque yo fui uno en el pasado, cuando escribía con otro nombre, disparaba a mansalva y me escondía en la comodidad del anonimato.
Así libraba batallas desiguales, donde unos daban la cara y yo me ponía a salvo detrás de mi máscara de vengador de la red.
Yo justificaba la situación de diversas formas.
Era una manera de combatir la censura, de hacer pasar información confidencial sin ser identificado, de hacer un poco de justicia infinita en el mundo. Tenía la ética de un súper héroe, de un vigilante con disfraz de Batman y pensamiento terrorista de Guasón.
Luego cobré conciencia de mi error, al ponderar el verdadero alcance de mis actos, escuchar las críticas y someterme a revisión.
Varios colegas del medio llamaron mi atención, aconsejándome salir del armario e invitándome a seguir en la lucha, pero a cara pelada, a rostro desnudo, sin velo ni corona de falso Robin Hood.
Escuché las recomendaciones y dejé atrás al Señor Cobranza, para firmar como Sergio Monsalve.
De seguro, perdí mucho en el camino, pero gané seguridad en mi mismo, tranquilidad y conciencia de permanecer en la arena de la discusión, ahora por mi cuenta y desarmado de cuchillos de doble filo para mi cuello.
Ya estaba viejo para la gracia y me tocaba quemar etapas.
A la postre, el asunto funcionó y me deparó gratas sorpresas.
En adelante, me hice responsable por mis opiniones, asumiendo las consecuencias de ello.
Salía de una zona de confort, para entrar en un terreno comprometido.
Hoy no reniego de mi pasado y solo lo expongo como parte de una experiencia personal.
Cada quien es libre de adoptar y tomar su propia decisión.
En mi caso, estoy conforme y a gusto con el hecho de evolucionar, de cambiar de actitud, de avanzar, de mudar de piel.
Desde allí puedo reconocer mis pecados, omisiones y faltas, cuando las cometo.
Hago el intento de llevar un mensaje con la transparencia y la modestia del caso. Escribo para dialogar, conversar y vencer el miedo.
Por consiguiente, no como cuento de difamador oculto, ni ataque de resentido frustrado con complejo de hacker, de Julian Assange, de troll, de cyberbully.
Es contigo, Lavadodecerebro, Dieter Perdomo, Rebelado Revelado o como quieras ponerle.
Tampoco creo en José Ovaldía, buscando enlodar la imagen de Fedosy Santaella, con chistes homofóbicos de mal gusto.
Desistan del plan porque no brinda resultados.
Así no van a intimidar o a mellar la autoestima de nadie.
Quedan ustedes en perfecto ridículo, cual inquisidor derrotado, aplaudido y celebrado por sus cómplices.
¿Quién es el ñoño?
Atentamente,
Sergio Monsalve.