Bárbula

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Soy un hombre de ciencia. Quizás no soy un buen científico, pero creo en la observación y la experiencia como fundamento de la ciencia. Pero debo confesar que últimamente empiezo a tener serias dudas sobre el poder de la observación. Y todo es gracias a las conversaciones con un viejo conocido seguidor (fanático?) del chavismo.

Y es que las diferencias son tan abismales, que tendrían que ser razón suficiente para que internarán a uno de los dos en el Sanatorio de Bárbula. Porque no puedo entender que dos personas en su sano juicio vean la misma situación de forma tan distinta.

Y es que cuando le menciono los problemas crónicos de Venezuela como desabastecimiento, apagones diarios, una elevada inflación anual, una moneda sobrevaluada, criminalidad rampante, una enorme deuda pública, un sector privado diezmado, la dependencia del petróleo y un largo etcétera, él me insiste en que eso no es así. Y remata preguntándome que si acaso no he visto lo que sucede desde el martes en Caracas, como si en el sepelio del presidente Chávez estuvieran todas las explicaciones necesarias.

Allí están las cifras duras y objetivas: 20-30% de inflación anual, una rata de homicidios de 50 por cada 100 mil habitantes (la de EEUU es diez veces menor), un índice de escasez sobre el 20%, una deuda del sector público y de PDVSA que se ha cuadruplicado, las empresas privadas se han reducido a la mitad y más del 95% del PIB es por el petróleo. Pero esos números al parecer no importan al chavista. Más importante es que más de 8 millones de personas votaron por Chávez. Y que cientos de miles de personas han visto o quieren ir a despedir al Presidente. Los otros numeritos no importan. Esos no existen.

Pero mi realidad la domina otra cifra más mundana: mi salario como docente. Y este simplemente no alcanza. Hoy en día gano la cuarta parte de lo que ganaba hace 10 años gracias a la inflación y a la política educativa del gobierno bolivariano. Y aún si ganará lo que merezco, de que sirve esa plata sino se consigue harina pan, azúcar ni papel toilette? Acaso me alcanzará esa plata para pagar vacuna a los malandros para que no me roben ni me maten?

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Pero no. Allí sigue la realidad y los numeritos. La realidad es terca y no se puede tapar con un dedo. La inflación anual sigue siendo de 20-30%. Más de 18mil personas son asesinadas al año. La escasez y los apagones siguen. Y mi sueldo sigue allí, pírrico, diezmado luego de la devaluación.

No tengo problema con las creencias de otras personas. Si la gente quiere rezarle a las cortes malandras, al negro Felipe o a José Gregorio Hernández, no voy a ser yo quien se los impida. Tampoco voy a impedirles que creen un culto en torno a Hugo Chávez o lo llamen el «Cristo de los Pobres». Pero si creo que como ciudadano venezolano tengo el derecho de preguntarles si este culto personalista que hace las veces de estado es lo mejor para el país.

Acaso el número de fervientes seguidores del Presidente Chávez visto en los últimos días va a resolver nuestos problemas básicos? Acaso el fallecido presidente va a venir del más allá a impedir que nos asalten en Caracas? Va acaso a decretar aumento de sueldos a los profesores y maestros que ganamos una miseria? Va a hacernos el milagro de reducir la inflación a un digito? Porque, caramba, de ser así, entonces ahora mismo empiezo a rezarle…

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