Jared Diamond es uno de los divulgadores científicos que más aprecio. Sin entrar en el ateísmo fanático de un Richard Dawkins ni en las elucubraciones indemostrables (empíricamente) de un Hawking, los libros de Jared tienen un gran impacto en la mente porque si bien miran en el pasado remoto, las consecuencias de lo que nos devela se sienten como una bofetada en el presente.
“Guns, Germs and Steel” es un libro fantástico porque demuestra dos cosas fundamentales a mi parecer, la primera es que el éxito o no de las civilizaciones no tiene nada que ver con la raza o la etnicidad. Para algunos esto sonará obvio pero por ahí afuera todavía hay mucho racista con pretensiones científicas y esta mezcla de ciencia y raza ha causado enorme daño a la humanidad como quien conozca un poco de la historia europea del primer tercio del siglo pasado estará de acuerdo. Lo segundo que demuestra vía desmonte epistemológico de lo anterior es que sí hay determinismo geográfico, no solo a nivel de latitud sino de altitud, cuando de explicar la suerte de las civilizaciones se trata.
Empiezo hablando de este señor no porque quiera resaltar lo jodido que lo tenemos para salir de este subdesarrollo dadas nuestras coordenadas geográficas, sino mas bien por los paralelismos que he encontrado entre la Isla de Pascua y Venezuela.
Jared ha empleado parte de su carrera estudiando pueblos ancestrales como los de Nueva Guinea pero también otras culturas como la de los Rapa Nui quienes supuestamente fueron los primeros pobladores de esta Isla.
Es bien conocida y documentada la historia de estas gentes. Polinesios en su origen tenían una estructura de clases rígida con su cacique llamado ariki que dominaba a otros clanes con sus respectivos jefes. Su mayor manifestación cultural y que es lo que ha sobrevivido hasta estos días son los famosos Moais para los cuales no escatimaron ni esfuerzos ni recursos en erigirlos. Jared sugiere que hasta el canibalismo surgió en la isla después del periodo Moai debido a la degradación ambiental y la extrema deforestación que sufrieron. Recordemos que para transportar a estas moles de vanidad se requerían cientos de troncos que solo podían venir de los bosques de esta isla. Sin árboles no podían construir botes para pescar. Sin pesca no comían. El resto es historia. Hoy en día es una isla totalmente árida lo cual resulta paradójico considerando que la mayor palma del mundo para la época, la Paschalococos, prosperaba en la isla.
Lo anterior es una historia muy larga hecha corta. Más allá del daño infligido al medio ambiente los que peor lo pasaron fueron los humanos. La población decreció vertiginosamente luego de hambrunas, explosiones sociales y guerras. Los Moais en si mismo eran como especies de tótems de la guerra, tal cual como las marchas que de uno u otro lado asolan estas calles. En 1888 Chile se anexa la isla.
Lo que sucedió en esas islas fue un cataclismo ecológico. Un apocalipsis contenido cuyos únicos testigos fueron estas moles de piedras que ante tanto horror hasta los ojos perdieron.
¿Y que con Venezuela? Si bien de esta isla se pueden extraer lecciones para el mundo que tenemos en general, es Venezuela lo que me atañe. Aquí acabamos de terminar de esculpir uno, el más grande de un tiempo hacia acá y en donde empleamos todos los recursos y todas las energías habidas y por haber. Nos quedo bien chévere, tanto que han venido caciques de todos los rincones a verlo. Pero hay Moais mas viejos y que por lo mismo se han enterrados más en la mente de los habitantes de este territorio por lo cual pasan desapercibidos. Porque solo se les ve una parte creemos que son pequeños pero en verdad son gigantescos. La gasolina gratis es un Moai del tamaño de un iceberg. La pretensión de que Venezuela debe ser una potencia a juro es otra. La igualdad ante todo (igualdad no es lo mismo que justicia) es otro más. Pudiera seguir pero el punto es que muchos recursos y tiempo se llevan perdiendo en cosas que no son sostenibles y que no aportan nada. De Moais no vive el hombre.
Es cierto que en la Isla de Pascua habían ciertos desequilibrios ecológicos mucho antes de que sus habitantes empezaran con los Moais. Al fin y al cabo era (es) una isla en el medio de la nada y sin duda que los Moais fueron la estocada final para esta pobre isla. Traigo a relucir esto para los que piensan que “Venezuela aguanta que jode. Es un país muy rico y noble”. Si no nos incluimos bien, de seguro habrá Tepuyes cuando el último humano haya dado el último suspiro en este rincón del Universo, pero si nos incluimos como parte del medio ambiente, como parte de la ecología de este territorio, como debe ser en verdad, entonces no estoy seguro que “Venezuela aguante que jode”. Estamos en un punto de inflexión, tenemos grandes desequilibrios como sociedad a pesar de 14 años de Socialismo del s. XXI y quizás ya cierto daño sea irreversible. Vivo en un país lleno de Moais y lo que menos quisiera es tener que acostumbrarme al sabor de la carne humana.
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