Se abre oficialmente la casa de apuestas para la próxima elección en Venezuela, donde cada bando tiene su candidato elegido. ¿Cuál será el resultado? Nadie lo sabe, pero de acuerdo a la tendencia de las últimas elecciones, resulta factible hacer un ejercicio de predicción. A ello nos abocaremos a partir de ahora. Tres son los posibles escenarios del 14 de abril.
1) Maduro arrasa montado sobre el colchón, la ola, el tsunami rojo, la maquinaría de la muerte de Chávez, un respaldo de peso. Sería una victoria para Hugo, de costa a costa. Aunque no se trataría de la primera en su ausencia. Ya lo hizo en las regionales y obtuvo un triunfo arrollador, bajo la sombra de su eficiente sistema de propaganda y el discurso populista de siempre, a favor de la reivindicación de los más pobres, quienes compran el cuento de las misiones. Maduro se dedicaría a posar y reconfirmar la idea de la cadena de sucesión. Él es el elegido por el padre de la revolución, y como hijo del rey, le toca sentarse en la silla presidencial. Moverán la misma maquinaría del 7 de octubre, con todo y operación remate, a efecto de garantizar la perpetuación en el poder. Es una historia predecible, ajustada al guión de “todo once, tiene su trece y su catorce”. Tibisay Lucena amparará dicho teatro con la señal de costumbre. Nada cambia.
2) La oposición se lanza por no dejar. Mete el paro. Aguarda por su derrota cantada y empieza a activar su estrategia de pasividad a la ofensiva. Según los cálculos, Maduro se verá obligado a tomar medidas económicas. Por tanto, el paquetazo lo desbordará en cuestión de meses. Los recortes acabarán con la panacea del sueño chavista. La nomenclatura bolivariana conocerá de su peor fracaso y revés histórico, al afrontar las demandas de colectivos y militantes enfurecidos. El estallido social alcanzará a la distopía de la pesadilla roja rojita. Se impondrá un clima de ingobernabilidad, acrecentado por la inexperiencia del Zar Nicolás. En resumen, una revolución dentro de la revolución, lo derrocará y depondrá, a la manera de la Primavera Árabe. Cuidado si antes no le tiran un golpe de estado.
3) Capriles gana contra todo pronóstico, pues Maduro es un desastre de candidato y desarrolla una campaña lastimosa, ridícula. No en balde, Nicolás perdió el primer round. El discurso de Capriles del domingo fue superior al de Maduro, en cada segundo. Henrique habló con la verdad y dijo las cosas por su nombre. Maduro, como un muchacho de mandado, se escondió en las faldas del amado y extrañado líder, sin ofrecer ideas frescas o inteligentes. Para el chavismo políticamente incorrecto, Maduro es motivo de burla, subestimación y crítica. Lo consideran un tipo gris carente de sentido del humor, de gracia, de inteligencia, de brillo. Su falta de carisma preocupa a los organizadores de la propaganda del PSUV. Capriles le lleva una ventaja, una morena en términos de preparación, de cara a una elección presidencial. Los izquierdistas de base votarán por Maduro debido al compromiso adquirido con el comandante. Aun así, el destino del hombre con el bigote, les da perfectamente igual. Para ellos es el monigote, el títere, el mal menor a consagrar. Lo manipularán como una marioneta desde Caracas hasta la Habana. En consecuencia, de cometer el mínimo error, Capriles lo hará morder el polvo.
Por consiguiente, el futuro es incierto. Cualquiera podría ganar. Ambos saben las debilidades y fortalezas del otro. Los dos se enfrentan en un terreno común, estudiado por sus respectivos comandos. Ninguno debería confiarse.
Apuesto por el hundimiento del proyecto hegemónico.
La oposición merece la oportunidad.