“Hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes, eso sí es estar loco.” Albert Einstein.
No me llamen pesimista pero ya casi puedo escuchar a Tibisay Lucena en cadena de radio y TV cerca de la medianoche del 14-A: “…con una tendencia irreversible: el candidato Nicolás Maduro Moros 8.401.031 votos para un 54,28% de los votos válidos, Henrique Capriles Radonsky, 6.892.939 votos para 44,54% de los votos válidos, Reina Sequera… el nuevo presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela para completar el período constitucional 2012-2018 es el ciudadano Nicolás Maduro Moros”. Pocos minutos después escucharemos al candidato de la oposición con algo así: “esta vez tampoco se pudo pero seguiremos en la lucha” o quizás podría emular al líder eterno “los objetivos que nos planteamos no fueron alcanzados por ahora” para darle una sensación más mística a la derrota y mitigar ese sinsabor al cual nos han acostumbrado estos políticos de oposición.
Salvo que algo realmente importante ocurra en Venezuela en los próximos 30 días Maduro ganará (con la ayuda de todos los poderes públicos, el CNE, la FANB, la chequera de PDVSA y el espíritu del fallecido líder) las elecciones presidenciales, eso es casi un hecho, pero no gobernará, y no lo hará por una razón muy sencilla, no está capacitado para hacerlo, y no nos referimos acá a instrucción académica o experiencia para el cargo cuando hablamos de capacidad, hablamos del carácter para controlar el nido de alacranes famélicos de poder y dinero que es el gobierno del chavismo sin Chávez. Si Maduro hubiera estudiado no habría llegado ni a delegado de curso; es un segundón, un pusilánime, una marioneta, justamente lo que necesitaban los Castro en Venezuela, por eso lo eligieron pasando por encima de Cabello y Jaua, el primero con algún liderazgo propio dentro del chavismo, el segundo fungía como vicepresidente a finales de 2012 y fue sustituido por el sindicalista, reposero del Metro cuando Cuba conocía el desenlace fatal que se aproximaba inexorablemente. La realidad es que Maduro no es el heredero (candidato) de Chávez, sino de los hermanos Castro en el país.
Dicho lo anterior, y aunque parezca contradictorio, puede que Maduro incluso culmine su período (por allá hacia inicios del 2019) gracias al aparato de inteligencia que controla todo lo relevante que ocurre en este país: la oposición quedará absolutamente desmoralizada después del 14-A, el reto será contener el descontento dentro de las propias filas del chavismo de base.
Creo que la estrategia de Capriles de no exigir unas condiciones mínimas de parte del CNE por miedo a generar abstención opositora es errónea. El ventajismo que le da el CNE rojo al candidato del gobierno es cada vez mayor. Esto va a empeorar al punto que Maduro hará varias cadenas todos los días mientras ni siquiera exigimos depuración del REP, conteo manual de todos los votos, eliminación de la maquina del SAI con la cual se chantajearán a miles de venezolanos (pues el gobierno podrá saber perfectamente por quién vota cada elector) y observación internacional independiente. Volveremos a ver los toldos rojos con propaganda chavista el 14-A, veremos que una vez más la tinta indeleble en los centros chavistas se cae fácilmente al aplicar cloro, apreciaremos operación tortuga en los centros donde tradicionalmente gana la oposición, etc.
Para desgracia de esta oposición, dividida, atomizada, mal informada y muy propensa a actuar como tonta útil de bolas y rumores que la desacreditan a mediano plazo, el fraude electoral no está en la totalización de los votos, ni en un supuesto cable que manda la información a Cuba o a Fuerte Tiuna. Pura paja. Ni Fuerte Tiuna maquilla cifras ni Cuba tiene fibra óptica. La única forma de defraudar la intención popular (votos) durante el escrutinio es conociendo de antemano qué urnas serán auditadas y escrutadas, esto requiere cuando menos complicidad (o mucha estupidez) de parte de los testigos de oposición que saben que el sorteo de las urnas a escrutar se realiza luego de concluido el proceso electoral, impreso el llamado “chorizo de resultados” y enviados los datos al CNE. Si existe complicidad (o esa estupidez en grado superlativo) es poco probable que un conteo del 100% de los votos haga alguna diferencia en el resultado.
El fraude, entonces, no está en las urnas, más bien se encuentra en un REP sin auditar lleno de electores sin dirección física verificable, en la tinta indeleble que se cae con cloro, en el chantaje y la compra de voluntades, en el uso y abuso de recursos públicos para la campaña del gobierno, en la operación tortuga en los centros donde no gana el gobierno, en los puntos de propaganda roja el día de la elección, en unos observadores internacionales escogidos a dedo por el gobierno y, según algunas denuncias que se recibieron el 7-O en la compra y amedrentamiento de testigos de la oposición en centros de votación rurales para que se fueran para su casa antes del cierre de los centros.
¿Está la oposición y en especial Henrique Capriles preparado para todo esto? ¿Seguiremos jugando a mecanismos democráticos con un gobierno que no es demócrata? El 15-A lo sabremos.