Estadísticamente hablando y sin intención de sonar sexista, este personaje podría estar representado por las féminas; turgentes dieciochoañeras, MILF’s interesantongas y sonrientes doñitas que claman que la lucha democrática necesita de ovarios, porque aquí los militares y los hombres no tienen bolas de hacer valer su derecho a la desobediencia civil y aplicar el artículo “tresincuenta” (intended typo) de la constitución.
Así se manifiestan cuando hacen su clicktivismo y hasta escriben en foros intelectuales como noticierodigital (JAJAJA foros intelectuajajajajaJAJA), la patilla (ídem), feisbuk, tuiter (se pronuncia tuirer, ignorante).
La persona tresincuenta presenta un cuadro psicológico ciclotímico, que no termina de llegar a la bipolaridad y que puede observarse en un patrón de conducta que permite entender su ciclo.
La Orquistesia
La orquiostesia (f. de las raíces griegas orquios y tesia que significan testículos y faltante) también conocida como ovotitis (hinchazón de ovarios), es la etapa donde la lengua virulenta y mordaz de “tresincuenta” se encuentra en plena efervescencia: “Aquí los militares solo sirven pa’ llevar uniforme”, “es que los hombres de este país no tienen bolas”, “hay que exigir el voto manual, el cne hace trampa en los conteos”, “nos van a quitar nuestros hijos para adoctrinarlos en campos de re educación castrocomunistas”, “el líder tenía muerto meses, solo que ahora es cuando lo anunciaron”.
Lo hacen, como se dijo, a través de las redes sociales y es tanto su nivel de desestabilización y activismo es tan fuerte que puede que incluso las autoridades tengan que tomar medidas al respecto.
No todo es estar sentado frente a una pantalla. De vez en cuando deciden hacer una marcha o protesta pacífica, para hacer valer sus derechos y luchar contra el castrocomunismo pidiendo… pidiendo que coño, ¡exigiendo! al gobierno que rectifique, bananeros por favor, ya es hora que abramos losojos.
La marcha, una imitación de bailoterapia, donde organizadores se arman de megáfonos y mostrando su compromiso y seriedad con la democracia, gritan frases que superan la fortaleza y visión de grandes oradores como Luther King o a Churchill, con el objetivo de generar conciencia y dirigir la indignación de las masas para mandar un mensaje al gobierno:
«¡Agacha’ita, agacha’ita, el que no se agache no quiere la democracia!», «¡Todos los que estén aquí para defender sus derechos hagan una bullaaaaaa!», «¡Si te gusta la libertad pega un brinquitoooooo!», «¡Faltan días u horas para que se vaya el tirano!», “A mí no me pagaron, yo vine porque quise”. (Todas estas frases las he escuchado personalmente en las dos únicas marchas a las que asistí. Una vez me acusaron de infiltrado por negarme a hacer una hacer la bulla por la democracia o hacer la agacha’ita por la libertad. Nunca volví a ejercer mi derecho a la dezovediensia sibil)
Y después de tanto trajinar y luchar por la democracia, tresincuenta se va a descansar con una sonrisa de satisfacción en la boca, porque su gesta por la libertad es una causa noble y justa, por sus hijos y sus nietos, no como esos chaburros que lo único que les gusta es que les regalen las cosas y que van a concentraciones porque les dan plata. Después de este trabajo social tan arduo, estas formas infalibles de ganar votos vienen elecciones y se pasa a la siguiente etapa del ciclo.
El duelo emectoral
Emectoral (de emos y electoral, donde emos entiéndase aquí como la tribu urbana de niños deprimidos, ladillas y pendejos), es la etapa de depresión y angustia, donde tresincuenta no encuentra razones para lo que está sucediendo y expresa su inconformidad con un berrinche.
Marcharon y marcharon hasta que se cansaron y cancelaron compromisos importantes como la cita con la peluquera, la salida al cine, ir a ver a la vinotinto, ir a la discoteca con los panas. Y aún así se perdió la presidencia, gobernación, alcaldía, asamblea, referendo, consejo comunal, junta de vecino y el derecho a decidir de qué lado de la cama acostarse.
Después de hacer todo lo necesario, como el juego de «Simón Dice» en la marcha, no se puede entender por qué perdieron, porque coño, este año es el año en que tenía que caer, porque la gente está arrecha y ya esto está que no se aguanta.
Empiezan las cinco etapas del duelo «tresincuenta»:
1) Negación: Yo no me creo esa vaina, hay que exigir auditorías en los centros de votación, que el pueblo salga a defender los votos, la MUD se vendió y no pidió voto manual.
2) Ira: ¡Fraude, esto fue fraude!, ¡¿Dónde están los militares que deben proteger la constitución!, ¡Nos roban la democracia!, ¡Hitler era de pinga!, ¡No volveré a votar jamás con el CNE vendido ese!.
3) Negociación: Bueno pero con la cantidad de votos que sacamos, el gobierno al menos se va a tener que sentar a conversar, se va a tener que ir por lo bajito.
4) Depresión: El castrocomunismo se va a instaurar, no hay nada que hacer, este país se fue pa’ la mierda, ¿por qué no despiertan?
5) Aceptación: El tiempo de dios es perfecto.
Aquí tresincuenta empieza a resignarse y pensar que de repente en las marchas no está la solución, se tranquiliza un poco y se empieza a adentrar en una nueva etapa.
La Marchopausa
Empieza la marchopausa (de marcho y pausa), donde tresincuenta se resigna y decide no darse mala vida, decide no ver televisión por un tiempo, decide alejarse de la política, y se hace afirmaciones del estilo, “Ya que, la harina sigue faltando”, “La política es sucia”, “hay que tener fe”. Y por un breve momento, tresincuenta tiene la oportunidad de ver las cosas en contexto, de analizar un poco, de entender que marchar es tan inútil como cenicero en moto. Pero la oportunidad pasa de largo, porque tresincuenta está mirando el televisor, le llegó un mensaje al PIN donde avisan que el gobierno está intentando aprobar dos leyes que van a cambiarle su modo de vida.
La primera ley, es una ley que obligaría a todos los venezolanos a usar todos los días por media hora ropa interior con la estampa del líder. Para comprobar que esto es así, se establecería la obligatoriedad de usarla por encima del pantalón esa media hora mientras gritan ¡Uh, ah! y se establecerían comandos de registro con listas donde anoten a las personas que no cumplan. El castigo sería escuchar “un grano de maíz“, narrado por Soto Rojas durante cinco minutos como parte de formación ideológica.
La otra es una ley para reorganizar las regiones electorales, que permitiría que en comicios regionales, los trincheritos tengan ventaja y pueden ganar más escaños con menos votos.
La sangre empieza a hervir, la indignación es grande y con su gran capacidad de separar el trigo de la paja, tresincuenta decide organizar una marcha para oponerse a una de las leyes.
“¡Aquí yo me pongo la ropa interior que me dé la gana!”, “¡Con mi ropa interior no te metas!”, “¡Seguro los militares tienen puesta ropa interior Louis Vuitton!”
Y el ciclo empieza otra vez.
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Los otros personsajes: El alpargato – El suidadano – El trincherito
Las ilustraciones y todo el concepto de los personajes fue hecho por mi amigo William Trabacilo y pueden mirar más de sus ilustraciones en deviantArt