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A propósito de nuestras elecciones de Abril: El «No» de Pablo Larraín…

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Vistas las circunstancias actuales de nuestro país, y más especificamente la elección (otra vez) que se nos viene encima, no podría pensar en una película más adecuada para ver en estos momentos que «NO» (2012). Este trabajo de Pedro Larraín, con aire (y sentimiento) de documental (y grabado al parecer en el viejo formato U-matic) nos traslada al Chile de 1988, en los días previos al plebiscito que buscaba legitimar la estadía de Augusto Pinochet en el poder.

En «NO» conoceremos a René Saavedra, publicista chileno que suponemos (la película no lo aclara) ha estado un tiempo fuera de su país, y cuyo padre fue posiblemente alguien perseguido por la dictadura militar («con tus antecedentes familiares, no he debido contratarte» le dice su jefe, «Lucho» Guzmán, un partidario de Pinochet).

René es exitoso en lo que hace, y por lo general logra convencer a sus clientes con ideas muy bien planteadas. La coalición de partidos que busca impulsar la campaña del «No» en el plebiscito («sí» para renovar el mandato de Pinochet, «no» para revocárselo) lo sabe, y por eso quiere su consejo. Pero al ser confrontado con los anuncios que piensan poner al aire los dirigentes del «No» (llenos de denuncias e imágenes de los innumerables crímenes de la dictadura pinochetista), el publicista no puede hacer otra cosa que hablarles con la verdad: Lo que ellos proponen, sencillamente «no vende».

A partir de allí es que toma vuelo la película, y se desarrollan las situaciones que permitirán entender al espectador, el reto que tiene René por delante: El acoso de su jefe, que no tolera que su subordinado trabaje para los «comunistas» del «No», la persecución constante y nada disimulada del aparato estatal, el desconcierto de compañeros de trabajo y familiares, algunos horrorizados ante la idea de que René trabaje para la campaña contra Pinochet, otros muy preocupados ante la expectativa de lo que la mayoría da por sentado, pasará el día del referéndum. Ninguno de ellos ve como posible una victoria del «No». «Dejémonos de huevadas» dice de hecho, con arrogante confianza, uno de los asesores del General «el presidente va a ganar igual«.

Un sentimiento de absoluta derrota se observa en los partidarios del «No». Una sensación de saberse vencidos aún antes de empezar, de que el sistema está arreglado en su contra, de que no hay forma posible de ganar. La ex-exposa de René, Verónica, que le increpa por lo que ella considera su postura ingenua respecto al plebiscito, es una de sus representantes en la cinta.  Ella es activista de izquierda, y sabe de primera mano de lo que es capaz la dictadura (lo podemos comprobar en más de una ocasión). Lógicamente, considera el referéndum y la campaña publicitaria concedida a la coalición de partidos de centro e izquierda como una pantomima, una farsa del pinochetismo.

¿Cómo superar todo eso? Lo que Saavedra propone como alternativa es hacer del «No» algo positivo: En lugar de ponerse a machacar ad infinitum todo lo que alguna vez hizo (y continua haciendo) la dictadura chilena, la campaña se concentra en el futuro que vendrá una vez que Pinochet no esté más en el Palacio de la Moneda. Un futuro brillante, feliz, de gente bailando, y disfrutando de la vida en libertad plena, diciendo y haciendo lo que quiere. Con bromas, chanzas y risas (e imágenes de mimos) les hace olvidar (por un momento) todo lo que les aqueja, y les muestra en cambio todo lo que les espera. En caso de ganar el «No».

(Tanto éxito tiene sus estrategia, que la campaña del «Sí» termina copiándola)

Obviamente, hay más en la historia del plebiscito chileno de 1988 de lo que muestra la película de Larraín (y el final, ya todos lo sabemos). Sin embargo, «NO» resulta un paseo interesante, por los temas que encontramos afines con nuestra realidad, la de la Venezuela de 2013. Uno de ellos es el de la sociedad dividida en dos mitades que difícilmente se encuentran, o se reconocen. En el Chile dividido entre pinochetistas y anti-pinochetistas podemos reconocer a la Venezuela dividida agriamente entre chavistas y opositores.  En los partidarios del «No», dudosos de obtener algún tipo de éxito, apesadumbrados por lo que parece un partido arreglado, abrumados por el ventajismo oficial que apenas les concede 15 minutos de propaganda electoral al día, vemos (con algunas diferencias significativas) a los opositores venezolanos. En los partidarios del «Sí», a los seguidores del oficialismo chavista.

Claro está: Ni Venezuela es una dictadura (todavía) ni nuestro proceso político es un calco del proceso chileno. Y este no es un plebiscito. Pero a modo de sugerencia, pienso: Mal no harían los dirigentes de oposición en ver esta película, y sacar unas cuantas reflexiones al respecto.

Mucho les convendría hacerlo. A ellos y a nosotros.

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