No (gay) kissing! – Anécdota homofóbica en el Aeropuerto de Stansted, Londres

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Hace dos días, un amigo irlandés estaba despidiéndose de otro viejo amigo suyo en el aeropuerto de Stansted en Londres.
Fue una despedida muy emocional porque casi nunca se ven, y por situaciones laborales estaban conscientes que no volverían a encontrarse por lo menos en un par de años.

Su amigo tenía ya que tomar su vuelo, se abrazaron antes del primer punto de control y se dieron un beso corto en los labios. De inmediato apareció una señora pequeña que, indignada, lo tomó por el brazo y le indicó que no podía estar haciendo «eso» allí. Que habían niños.
Mi amigo sorprendido le preguntó que a qué se refería. La mujer le dijo «eso, eso, estar besándose en público». Él le respondió que a los niños eran los que menos les importaba eso.
Lo que esta señora no sabía es que aunque no había ninguna intención romántica en esa muestra de afecto, mi amigo coincidencialmente es homosexual, y últimamente su paciencia con la intolerancia se había venido agotando.

La volvió a mirar con cuidado, y se dio cuenta que por el uniforme la mujer era una empleada del aeropuerto. Entró en un estado de shock por unos segundos, y casi toma la decisión (como suele pasar en estos casos) de quedarse tranquilo y obedecer.

En vez de eso, le preguntó a la mujer que cuál era su nombre, y que quería hablar con las autoridades del aeropuerto.
La agente inmediatamente se tapó el nombre con la chaqueta y le preguntó que para qué quería eso, que no, que él no tenía ningún derecho. Él le contesto que ella estaba quebrantando la ley, que lo estaba discriminando, y que como empleada ella estaba en la obligación de darle su nombre.
La agente no colaboró, mi amigo desafortunadamente empezó a elevar la voz, a temblar y a perder el control.
En pocos segundos llegaron oficiales del aeropuerto preguntando qué había sucedido. En principio la agente negó haberle dicho que no podían besarse en público, pero luego cuando los llevaron a una habitación para cuestionarlos, lo admitió.

La mujer fue removida del cuarto. Al poco tiempo llegó nada menos que el presidente del aeropuerto de Standsted para disculparse en nombre de todo el equipo.
«Esto es lo que va a pasar. La señora va a ser suspendida inmediatamente de su trabajo, se le entregara una amonestación o primera advertencia oficial y no se le va a permitir regresar a su puesto hasta que complete un curso de una semana de tolerancia y diversidad. Si usted lo desea,  también puede con cargos legales ante la policía»

Él no consideró necesario darle más problema a la agente , y se dio por satisfecho con lo que decidió el presidente. Creo que no había escuchado una historia de tanta justicia inmediata en un caso de discriminación.

Recordé aquella leyenda de la azafata que le pidió a un pasajero negro/católico/musulmán sentarse en primera clase para evitar estar al lado de otro pasajero racista que se quejaba de su presencia. Esto nunca pasó.
Pero la historia de mi amigo es real, y es asombrosa no sólo porque da prueba de ciertos cambios en sistemas europeos que ojalá se expandan a otros continentes, sino también de que para que esto se de necesitamos participación activa de la victima. Requiere coraje, iniciativa y arrechera.
Bravo!
La única intolerancia que nos debemos permitir es la intolerancia a la intolerancia.

1 Comentario

  1. Meterse en líos con la autoridades cuando hacen cosas así, sea en un aeropuerto o en un callejón oscuro anónimo, siempre tiene potencial de doler mucho, bastatnte en el momento, de muchas formas.

    Sin embargo, lo que más duele es evitar ese dolor… Ese se queda a la larga, y cada vez va subiendo má el precio que tienes que pagar para justificarte ante tí mismo.

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