“nada puede ser más absurdo que algo es sin que exista
absolutamente ninguna razón por la que deba ser en lugar de no ser”.
a. c. clarke.
En estos primeros años del nuevo milenio muchas personas han dejado de creer en las religiones tradicionales, o por lo menos las ponen en entredicho, debido, principalmente, a su bancarrota moral y a los errores que han cometido por siglos; pero no por ello las personas han perdido su fe o el sentimiento místico ha disminuido. Por el contrario, la tecnología y la ciencia han introducido nuevos conceptos e instrumentos y ha generado en todos un sentimiento de futilidad, además de la sensación, típica del escepticismo de estos tiempos, de que la verdad de ayer es posiblemente una mentira. Estos cambios continuos nos han obligado a buscar la estabilidad en “algo”, y ese “algo” suele tomar la forma de creencias en cosas inmanentes. Las religiones tradicionales parecen no tener respuestas a esas necesidades; para mantenerse, algunas de estas religiones han recurrido a templar a sus seguidores a través del fundamentalismo, lo cual evita que sus seguidores pongan en duda sus dogmas. Por ejemplo, el actual fundamentalismo islámico, con la destrucción de estatuas, no se diferencia del catolicismo del siglo XVI cuando los españoles destruyeron ciudades enteras en América para imponer su fe. Ante esta barbarie han aparecido los nuevos cultos. En realidad no son un fenómeno tan reciente: desde 1960 han estado apareciendo, primero como una manera de regresar al edén prístino en el cual creyeron que vivía la humanidad al inicio de la agricultura, hace unos diez mil años; luego buscando la conquista del llamado espacio interior, para ello se han utilizado drogas alucinógenas y misticismos del Asia oriental.
A través de los años estas creencias se han ido refinando, han resuelto algunas contradicciones internas y han sintetizado sus basamentos filosóficos. Para ello han recurrido al lenguaje de la ciencia, ya que esta con sus innegables logros adquirió un prestigio difícilmente superable. Con la utilización de ese lenguaje se intenta darle respetabilidad a esas creencias, lográndolo en parte y permitiéndoles ganar más adeptos.
Algunas de las sectas que más han utilizado el lenguaje científico son aquellas relacionadas con los seres de otros planetas. Estas han tenido un crecimiento sostenido en los últimos tiempos y cada día cuentan con más adeptos. Estas sectas también han sufrido una metamorfosis a lo largo de los años, que tiene que ver con los cambios de actitud que ha tenido la gente con respecto a la posible existencia de seres de otros planetas.
En el imaginario colectivo se ha pasado de seres que secuestraban a las personas para realizar bizarras pruebas médicas a consultores espirituales, los cuales enseñan una extraña mezcla de misticismo oriental con creencias de ángeles del medioevo, al menos cuando se creía que ellos tenían el poder de curar, a eso se agrega el lenguaje de la ciencia y aspectos mal digeridos de la teoría quántica.
Aunque parezca extraño, estos relatos logran cierta coherencia que pudiera convencer a personas que sufren enfermedades incurables, a personas decepcionadas de la ciencia médica que no ha podido darles respuesta, o también a personas que tienen el sentimiento del desarraigo y sienten sus vidas vacías y sin sentido en medio de un mundo cada vez más competitivo, complejo e incierto; pero, sobre todo, a las personas que ignoran los hechos básicos que la ciencia aporta a la comprensión de la vida, no sólo en la tierra, sino también en otros lugares.
Presumiendo esa ignorancia, es que esos gurúes de la nueva era medran y realizan sus negocios, comercializando el legítimo sentimiento que existe en cada ser humano de que la vida no puede ser tan vacía y tan llena de desesperación.
Un síntoma visible de esto es la cantidad de libros de autoayuda que se publican y se venden en casi todo el mundo, así como los dedicados a temas místicos, que demuestran una enorme inclinación de las personas a lo fantástico, opuesto a lo prosaico de la vida cotidiana, como si fuera una respuesta a la decepción de ejercer trabajos que no llenan sus expectativas intelectuales y necesidades espirituales, satisfaciendo apenas sus necesidades económicas.
A lo anterior se le tienen que sumar los avances de la ciencia, que con su gran velocidad para cambiar los paradigmas que creíamos inamovibles, ha creado la impresión de que todo es posible, y ha minado en las personas la estabilidad emocional necesaria para enfrentar el mundo. En pocos años se ha pasado de la clonación de anfibios a la de mamíferos, y quizás, en un futuro no muy lejano, la de personas, que aunque no se ha llevado a cabo (al menos que sepa públicamente con total certeza) será inevitable en el marco de una economía de mercado; al igual que la posibilidad de escoger ciertas características genéticas en nuestros hijos. Todo esto hace que muchas personas busquen algo que no cambie, algo que se mantenga en medio de ese caos, y como las religiones tradicionales no responden a sus angustias han aparecido nuevas maneras de mantener el sentimiento místico, en forma de nuevos cultos y movimientos.
Además, la creencia de naves espaciales provenientes de otros planetas es algo que existe en nuestra cultura y en la imaginería popular; primero por los relatos de ciencia-ficción, género que tiene una larga tradición que proviene desde la Grecia antigua, y que además ha sido ampliamente explotado por el cine, generando en los espectadores la falsa expectativa de que en cualquier momento aparecerán ante nosotros unos seres superiores con una tecnología inimaginable para nosotros, capaz de resolver todos nuestros problemas, desde los ambientales hasta los metafísicos; esperando que esos “otros” resuelvan los problemas que hemos creado, lo que, además, satisface el deseo que en el fondo tenemos las personas de poder evadir nuestra responsabilidad en la creación de esos problemas. Tal ha sido la tradición en los relatos y representaciones de ese género y su influencia en quienes han sido sus consumidores. Esta ideas no se diferencian mucho a aquellos dioses benévolos que aparecían frecuentemente en las leyendas de la antigüedad; sólo que la imagen de seres de otros mundos es más atractiva a la mentalidad de nuestra era debido la naturalización de esos relatos, pero la función que cumplen es similar a la de las leyendas de hace muchos años.
Es importante entender este fenómeno y no subestimarlo, ya que los miembros de cultos de dudosa procedencia y gurúes de la nueva era están altamente cohesionados y motivados para lograr sus objetivos. Incluso ya en ciertos países están haciendo valer su poder político, con el fin de lograr reconocimiento estatal a sus creencias, las cuales en ningún momento pueden ser tomadas a la ligera, ya que muchos de ellos han llegado a instigar toda clase de prácticas entre sus feligreses, llegando inclusiva a grupos que lograron convencer a sus creyentes de suicidarse.
El caso del culto de Las Puertas Del Cielo es uno de ellos. Una de las razones que tuvo su líder, Marshall Applewhite (conocido entre sus seguidores como Do), para llevar a sus seguidores al suicidio es que fueron ridiculizados por los medios de comunicación de una manera implacable. Tenemos que tener en cuenta que la creencia en seres de otro planeta ha devenido en una religión, hasta ahora no muy organizada, pero en camino a ello, y por lo tanto merecen el mismo respeto que les damos a personas que tienen creencias diferentes que la nuestra. En internet, medio favorito de comunicación de este culto, se observa como cada vez hay más coincidencias con los grupos ecologistas, los cuales son un factor político de peso en casi todos los países desarrollados.
El aspecto sociológico de esta creencia es fascinante, sin embargo, hasta ahora no existe una bibliografía tan extensa como lo indica la importancia de este culto naciente. Mi propósito, no es realizar un detallado estudio sociológico del tema, admito que ello está más allá de mis posibilidades, pero también admito que es necesario hacerlo, ya que esta es una de las fuerzas que poseerá el poder a lo largo de este milenio que comienza.
El propósito de este ensayo es más modesto: me enfoco en analizar las posibilidades de estas problemáticas inteligencias extraterrestres de la forma más racional posible, pero sin descartar en ningún momento las evidencias que prueben lo contrario. Este es sólo un pequeño intento en aclarar a un público que, por desgracia, no ha tenido el tiempo o el interés en leer algo sobre ciencia, en dilucidarles ciertos conceptos y en analizar las implicaciones de estos conceptos en la creencia de naves espaciales y seres de otros planetas. Si existe vida en otros planetas, ¿será similar a la nuestra?, ¿habrán desarrollado la tecnología para viajar hasta acá?, ¿existirán esas astronaves? Y si existen, entonces, ¿De dónde vienen?
Para ello tenemos que analizar detalladamente al único mundo que conocemos, el único con una civilización tecnológica lo suficientemente avanzada como para buscar vida en otros lugares del universo.
Se lee muy bien de principio a fin. Me gusto más el último párrafo. No me gusta mucho el titulo del libro, pero tampoco está mal.
Para pensar: La conexión cósmica. De Carl Sagan.
Para reírse un rato: Erich von Däniken.
Para que mi vecina sea más fanática: J.J. Benitez.
Espero por el segundo capítulo a ver qué tal.