Hoy yendo desde mi casa a mi trabajo en transporte público caí en cuenta de lo alertas que nos puede poner un roce en la calle, hay muchas clases de roces, pero al que me refiero es al especifico roce casual que sucede en sitios públicos aglomerados y concurridos, lo cual me hizo pensar al respecto y darme cuenta de que todos tenemos un espacio límite público o en la vía pública, ese espacio es el mínimo donde a pesar de la mayor cercanía que tengamos con otra persona cuidamos de no tocar o rozar al otro y nos cuidamos a su vez de que el otro no nos toque, el más mínimo roce dentro de este espacio límite nos hace reaccionar de forma inmediata, y tratamos de no entrar en contacto con la otra persona, sea que el espacio sea muy estrecho o limitado, verbigracia una cola de personas o el Metro en sus horas más concurridas.
Permitir que este roce se produzca, bien sea que se quiera y se esté a gusto con el mismo o por el contrario nos produzca repelencia, tiene que ver según mi análisis con un acto de intimidad, producto de la cercanía y del roce como tal, dándole al hecho del roce esa carga erótica que posee, pero entendiendo que un roce de esta naturaleza y bajo estas circunstancias puede bien desagradarnos como gustarnos; en el caso de que nos desagrade buscamos repeler y separarnos lo más posible de quien nos ha rozado, tratando de dejar además claro que este accidente no nos ha agradado, pero en el caso contrario, que nos agrade un roce, sea que este se haya producido de manera accidental o no tan accidental y más bien producto del aprovechamiento de la misma situación de estreches y contingencia, podemos dejar que el roce se siga suscitando sin hacer nada por evitarlo, a veces nos podemos hacer la vista gorda, otras veces podemos dejar saber que nos agrada pero no hacer más nada para avivarlo o contribuir a él y en otras ocaciones podemos buscar incitar el roce, prolongarlo e intensificarlo, buscando muchas veces obtener una reacción de la contra parte y que de ser positiva podría entonces devenir en un juego sensual, sensorial, morboso, excitante y hasta sexual en algunos casos, juego este que puede darse o desarrollarse en el mismo sitio donde se produjo el roce inicial pero igualmente terminar allí, pero que en otras ocasiones este roce inicial, que gustó y que se respondió y correspondió, puede trasladarse a otras instancias también públicas o a otras instancias más bien intimas y acordadas por ambos rozados y rozadores.
Creo que este caso del roce, nos sucede y nos ha sucedido a todos o al menos a la mayoría, una mayoría afortunada, en el caso de los roces que nos despiertan esas sensaciones reservadas, a mi me ha sucedido en más de una ocasión, casi siempre el roce se inicia quizá de forma casual e involuntaria por las circunstancias del espacio, pero obviamente otras veces esas circunstancias son más bien aprovechadas para propiciar el roce, en todo caso, de una forma o de otra, incitadores o incitados, me parece una experiencia interesante y excitante en términos generales, pero aparte de todo esto que es parte de una cotideanidad, valdría la pena entrar en la sustancia del tema, pensar, evaluar, analizar y preguntar y preguntarnos ¿Por qué? ¿Por qué un roce de esta naturaleza nos produce lo que nos produce, sea negativa o positiva la reacción? Y a mí se me ocurre que primeramente como ya dije antes el roce está relacionado con lo íntimo, la proximidad, la cercanía y lo sensorial, todos estos aspectos hacen que ante un roce nuestra reacción sea quizá de susto primeramente y de tratar de mitigar ese roce lo antes posible, pues permitirlo nos colocaría en una posición de intimidad con alguien desconocido y en un sitio público, lo cual es reprobable.
Por otra parte, tenemos la actitud luego de la reacción primaria automática del cuerpo y de conciencia inmediata, actitud que puede ser permisiva en el caso de que nos agrade con quien y la forma en que se ha producido el roce, o de intolerancia ante un roce que no nos ha gustado, de donde se pudiera inferir que un roce que produce intolerancia es porque abiertamente es algo que desagradó, aunque muchas veces detrás de estas reacciones y actitudes de intolerancia, hay muchas más razones ocultas y verdaderamente necesitadas de análisis más profundos y sesudos, ya que es allí donde radican muchas veces muchos de los deseos contrarios, ocultos y reprimidos que suelen ser incluso peligrosos para el individuo mismo, su entorno y la sociedad en su totalidad, debido al tiempo que tienen siendo reprimidos y que en un punto de presión máxima pueden ser liberados de formas muchas veces inconvenientes y perjudiciales, quedando al descubierto situaciones aberrantes y aterradoras, que quizá si hubiesen sido aceptadas y liberadas a tiempo hubiesen tenido un efecto más bien positivo para el individuo mismo, su entorno y la sociedad en su totalidad.
Sin embargo, la actitud que evaluamos con mayor conocimiento de causa acá, es la actitud permisiva, correspondiente y cómplice ante un roce casual, ya que ante un roce no correspondido el desenlace suele ser como ya dijimos, un disgusto y una reacción en apariencia negativa que quedará hasta allí, mientras que luego de un roce bien recibido, se desarrollan una serie de elementos que podemos llamar un juego entre las partes involucradas y que a la final del juego probablemente todo lo ocurrido quedará como una experiencia satisfactoria, pero esto devela además, que quizá estamos faltos de roces, es decir, de elementos sensoriales que proporcionen a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo la morbosa, sensual, erótica y excitante sensación que muchos sabemos que puede producir un roce de esta naturaleza…